ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

lunes, 30 de noviembre de 2020

La Mejor Medicina... Tu Amistad


(Autora: ©Campirela

—Mamá esta mañana no me encuentro bien de la tripa, creo que no debería ir al colegio.
—A ver Noa, todas las mañanas me dices lo mismo, eso es la leche que te cuesta hacer la digestión verás cómo se te pasa en menos que canta un gallo.
—No mamá, de verdad no me siento bien creo que tengo un poco de fiebre.
—Pues vamos a poner el termómetro y él nos lo dirá.
 
Pasados cinco minutos, el termómetro marcaba 37º
 
—Vamos, no ves, mi preciosa niña estás como una flor.
 
Este diálogo era el que desde hace meses venía dándose mañana sí y otro también entre madre e hija.
 
Celia, la mamá sentía un terrible dolor dentro de ella, sabía que su hija estaba pasando por algún episodio negativo en el colegio pero nunca le decía nada. Cuando le preguntaba por sus compañeras ella callaba, se metía en su cuarto y se cerraba en banda.
 
Una mañana sin decirla nada fue a la salida del colegio se escondió entre unos arbustos y esperó su salida, quería ver con sus ojos qué ocurría si es que había algo, pero el presentimiento le dio resultados.
 
Vio a su hija aislada de las demás compañeras, y alguna que otra burla, ella con su cabeza mirando al suelo se dirigía hacia el autobús  y allí en las rejas del colegio quedaban un buen número de chiquillas riéndose y burlándose de su pequeña.
 
Su llanto la venció, y recostada en el árbol sufrió como si siete puñales le atravesaran el corazón, quiso salir y decirles cuatro cosas a esas malvadas mentes, pero obró por quedarse quieta, pues no hubo agresión física sino verbal, aunque puede ser tan dura pero quería verlo y ya vería como actuaría al respecto.
 
Al llegar a casa ese día, no le preguntó a su hija por nada del colegio, subió a su cuarto y la invitó a merendar fuera de casa.
 
—Noa ¿te apetece que vayamos a merendar al quiosco del parque?
—¿Y eso mamá?, ¿es que ha sucedido algo?
—No, solo quería hacer algo divertido, hace tiempo que no salimos tú y yo juntas  y hoy es el día perfecto.
 
Cuánto hacia que no pasaban una tarde juntas las dos sin que nadie  les interrumpiera. Celia quería que su hija se abriera a ella pero sin que notara presión por su parte, hablaron de los estudios, de que la profesora de Inglés era una estirada, que el profe de matemáticas era muy joven y divertido, pero de sus compañeras ni pío. El silencio era absoluto.
 
La tarde transcurría en buena armonía  cuando de repente en la mesa de al lado, estaba sentada una joven un poco mayor que Noa con un bocadillo y un refresco en la mesa y en segundos antes de comenzar a darle el primer bocado se desplomó.
 
Rápidamente Celia se levantó junto a su hija  la cogieron del suelo, la joven enseguida volvió en sí, pero el susto fue morrocotudo.
 
Decidieron sentarse las tres y seguir disfrutando de la merienda.
 
Amelia, era su nombre, les contó que estaba exhausta pues llevaba días haciendo un trabajo para fin de curso y la tenía muy estresada pero que ella sus nervios no la dejaban comer hasta finalizar el trabajo, por eso el pequeño desmayo que tuvo, pues no había comido en todo el día.
 
La charla fue estupenda habían conectado las dos jóvenes a las mil maravillas, y lo mejor de todo es que ambas iban al mismo colegio, eso sí, Amelia dos clases más adelantada, pero ello como le dijo no será impedimento para que en el recreo pudieran estar juntas y hablar de sus proyectos... sí amigos, Amelia en ese corto periodo de tiempo de merienda la convenció para que trabajara con ella en el periódico del colegio, necesitaban a un dibujante, y Noa era una gran experta su sensibilidad era especial con el dibujo a lápiz.
 
Desde esa tarde no volvió a oír a su hija decir que le dolía el estómago, iba contenta y feliz, cambió por completo su actitud con su madre, le contaba los avances que hacía en clase, hasta aquellas compañeras que se burlaban de ella, ahora la trataban con más respeto. Pues sabían que ahora era un personaje en el colegio, porque colaboraba de diseñadora del periódico y eso daba caché...
 
Pero el verdadero milagro fue Amelia, esa joven aventurera  fue su ángel protector, ella con su amistad le dio esa confianza que necesitaba y no sabía cómo atraerla.
 
A veces tener con nosotros a esa persona que nos complementa en cualquier etapa de nuestra vida es tan importante que hace que nuestro mundo cambie de las sombras a la luz.
 
*El dolor todos los sentimos en cualquier momento de nuestra vidas, pero cuando se es joven y sientes un dolor físico y emocional es muy duro... por eso cuando encontramos a personas que nos dan su afecto, hay que cuidarlas como oro en paño, el dolor con la amistad se olvida un poco más*
 

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


LaCajaDeMúsica

 

(Autora: ©Auroratris)

El soporífero sonido de una caja de música consigue centrar mi atención en la bailarina que gira y gira al compás de un vals. Alguien tras de mí dice el nombre del autor y la obra, pero yo ya no soy yo, si no la misma bailarina reflejándose en el espejo una noche cualquiera interpretando la mejor obra del mundo… su vida.
 
La voz vuelve a insistir en si puede ayudarme o si necesito algo. Le miro algo confundida y salgo de la tienda de manera precipitada. Una vez que cruzo la calle, desde la otra acera me giro para ojear el escaparate una última vez, compruebo que aquél caballero sigue mirando hacia mi dirección.
 
Me produce cierta inquietud su mirada fija en mí, porta la cajita de música donde la bailarina sigue representando su papel. Continuo mi camino sin volver la vista atrás, sin embargo, el acaecimiento me provoca cierto dolor que no consigo descifrar.
 
   •     Siga hablando, se lo ruego.
  •     Me despierto por la sensación de dolor en el pecho, y con el deseo de querer volver a dormir para ser esa bailarina que danza despreocupada sin parar, aunque ya no lo consigo.
  •     ¿No ha pensado que tal vez es una manera de huir de la realidad y así sentirse segura dentro de la caja de sus sueños?
   •     Sí… Soy consciente de ello. De ser una nefelibata o Quijote del siglo XXI intentado escapar de mi dolorosa realidad, me invento historias que luego no sueño.
   •     Entonces… si tan segura está de saber qué es lo que le ocurre, ¿para qué viene a esta consulta?
   •     Porque usted es el hombre que siempre veo en mis sueños.
 

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


Dolor(Es) Emocional…

 

(Autora: ©Flor)



Quiero confesar, que hay muchos tipos de dolores, que tienen cura con tratamiento, pastillas o fármacos, y que con el tiempo se cura, pasa a formar parte de tu pasado.
 
Pero hay otro dolor que ese no lo curan las pastillas, ni los fármacos, puesto que es un dolor emocional, y es más dañino que el que pueda padecer un dolor físico.
 
Les confesaré, que mi dolor es de esa clase “Dolor Emocional” y no por el dolor físico que también padezco desde hace muchos años (en un periodo de tregua) pero en un periodo de tiempo 1 año y 9 meses, sufro de los dos males, y es que desde que salí del hospital con mi pulmón nuevo,  tengo que pagar con algo a cambio , ya que la dicha nunca es completa al 100% por lo menos en mi caso , ya que conozco de otro caso , que ellos están bien  y no tiene dolor alguno , y yo la verdad es que me alegro mucho por ellos.
 
Pero como dice el refranero Español “Hay quién nace con estrella y otros nacen estrellados” y yo tengo que decir que yo soy una estrellada…
 
Nací un día hace 45 años ,  y a los 13 días ingrese en el hospital con una Neumonía y pulmonía de 1ª grado , estuve 31 días ingresada en cuidados intensivos y en planta , a la semana me dieron el alta , y nos fuimos a casa , 15 más tarde volví a ingresar en el hospital , por lo mismo pero esta vez era más fuerte , ya que uno de mis pulmones estaba totalmente negro por una gran mancha , y es que cada vez que me resfriaba la Neumonía o pulmonía , me ponía uno de los pulmones negros por la mancha , una vez que el pulmón estaba curado y no tenía mancha ,se pasaba al otro pulmón.
 
Desde esas primeras visitas al hospital de larga estancia, supe con 5 años, que no era una niña normal… Y que no podría hacer muchas cosas que hacían los niños en esa edad, jugar correr, saltar a la comba, todo lo que supusieses hacer un esfuerzo  físico, era mi muerte en vida, ya que el latido de mi corazón era de 450 a 600 pulsaciones por minuto.
El desenlace fue que con 2 y 5 años me operaron dos veces del corazón, una para bajarme la presión arterial de 6oo pulsaciones ya que las arterias del corazón eran del tamaño de un niño de 10 años, y yo solo tenía entre 4 y 5 años. Y la otra fue para taparme una raja que me salió en una de las paredes del corazón, ya que cada vez que bombeaba el corazón la sangre filtrada se mezclaba con la que no lo estaba.
 
Fue ahí donde me di cuenta, de que yo sería siempre “Carne de hospital” Y de compañera de viaje tengo a mi alma gemela la parca, que guarda paciente a que caiga de puro agotamiento.
 
Pero, yo me revelo a dejarme llevar por su bonito canto al más allá.  En cuanto al dolor Emocional, tengo que decir que me duele más el  hecho de que me digan los médicos con poca delicadeza “Que bueno, lo de tu pie Equino es un daño colateral y que te lo hemos dejado lo mejor posible, siempre hay complicaciones” (Yo pensé) “este viaje te ha tocado a ti”.
 
Y que me tengo que resignar a vivir con ello, porque peor sería estar a día de hoy bajo tierra.
 
Yo he preguntado a mi neumóloga del hospital de la fe, si me iban a operar, y tengo la impresión de que me está dando largas  pero yo soy muy cabezona, y al final me dijo que con el tiempo me tendrán que operar, y yo le pregunté a dónde y me dijo que en mi hospital de referencia. A lo que yo le dije, vosotros que sois los que me habéis dejado coja, “Por un daño colateral, tendréis que operarme” ya que no es de recibo que otro hospital se haga cargo de las negligencia de otro hospital.
 
A día de hoy… Y para no variar en mi rutina diaria, me levanté con dolor en vértebras lumbares, producida por un ataque severo de tos 15  días más tarde, de estar trasplantada de un pulmón, hace un año y 9 meses.
 
Pero como yo digo, seguiré luchando y revelándome, en mi pelea con mis dolores y mi pie equino hasta el día en el que Dios me lleve con él.
 

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


Llegaremos A Tiempo

 

(Autora: ©Cora)


Se pararon las manecillas aquel año y la arena
se vació la energía que me sostenía
como el agua desprendiéndose gota a gota
sin permiso.
Se oscureció el día, sólo las grietas me llenaban
como un puzzle incompleto sediento de luz,
arañando mis adentros,
en esa incertidumbre
donde la locura se apodera de los insomnios,
sin respuestas y con tantas preguntas inciertas...
Me hice heridas con las mismas piedras
surgió la resiliencia, en mis alas abiertas.
Agarrada a cada amanecer y algún café
con la espada descubierta,
aunque la vida se dé la vuelta
se torne incompleta.
Mientras suena de fondo " El valor que no se ve"
traspaso la espesura de la niebla y sigo luchando,
buscando... a que aparezca esa estrella.
Porque sé...
que en algún lugar me espera,
la vida que me falta a través de este cristal.
Cuando el rocío se cuela por mis párpados
Sonrío... me salvo
Cuando la poesía se abraza a mis yemas
por mucho que escueza...
Llegaremos a tiempo.
 

Poema perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


Umbra

 

(Autor: ©Dulce)


Ya no siento miedo ante la umbra
sé de la frialdad de su presencia
en la obscuridad que reina
desoladamente grandiosa
y de sus silencios lacerantes
para los labios que imploran.
He cruzado sus áridos desiertos
ante el abandono de las certezas
y he renegado de toda creencia
cayendo al abismo más profundo,
pero ha llegado el momento
de extender las alas
para emprender el vuelo junto a ella
que con eco incesante me reclama
y tendiéndome su mano
me eleva, me lleva
hacia esa luz que me toca,
me transforma, me libera.
 

Poema perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


Dŏlens

(Autora: ©Magade Qamar)


Has tocado la brecha de mi alma, acariciado con espinas los cuajos de mi no invocada soledad, la que no hará techumbre. Y me revelo hechicera, meditadora y libertaria de mis propios oscuros, insanados en la magia negra de un destino desconcertado y medio convaleciente. Soy amadora de la luz que palpita en mi infinita esencia, en el brillo latente de mis silencios y en el grito callado de mis sentires.
 
No, no reniego de mi dolor ni sacrifico mi libertad templaria. Encauzo mi sino como semillas pétreas de llamas caducas, de rendires sublevados y de ignotas presencias. Clamo, desde el talud de mis quejidos, la hebra que hará costura en mis heridas. Sanadora, ebria del gozo de la vida, impongo mis manos sobre el lecho de mi pecho, sobre cada uno de mis latidos, y emergeré... Dama entre los cristales que apuran mis ojos y serenan mi doliente ánima.
 

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


Rebelde


(Autora: ©María)


La carga emocional de Lucía era tan intensa que hasta los sueños eran los mismos demonios que la pinchaban desarmándola hacia el delirio de la locura.
 
Rebelde en sus días, nostálgica en sus noches entre la almohada de sus sueños, y las sábanas de su delirio. No había quién detuviera sus lágrimas mojándolo todo en una tormenta que explotaba entre las nubes de sus sueños.
 
Y es que sus días eran una auténtica batalla entre la penumbra y las sombras. Capaz de darlo todo por sacar adelante a sus pequeños hermanos huérfanos de padre y madre. Ella y sus manos llenas de fisuras lo eran todo para ellos.
 
Pero no se daba por vencida. Una rebelde innata en una vida marcada por la pobreza pero agrandada por el amor hacia sus hermanos. Era la vida que le había tocado vivir, y no podía caer enferma, debía seguir luchando por ellos a pesar de la fatiga corporal, que eso no era nada en comparación con la carga emocional que llevaba a cuestas.
 
Su rostro marcado por las ojeras de cansancio y ansiedad, necesitaba descargar en las noches su inquietud y desasosiego encogida entre las sábanas escapándose de la dura realidad de sus días. Mientras suspiraba visualizando en su mente un futuro de tiempos mejores.
 
©María

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"



(Autor: ©Chema)

Aunque el idioma que más he estudiado y practicado es el inglés, tengo un recuerdo interesante de cuando iba a una academia de francés. En una clase teníamos que explicar -en francés, claro está- situaciones que eran sólo un mal momento que pasaba y se olvidaba: “un mauvais moment à passer”.
 
Ducharse con agua fría o que te pinchen para sacarte sangre, son sólo malos momentos fugaces, lo pasas un poco mal durante un rato pero luego ni te acuerdas. En cambio, por ejemplo, sentirse ignorado o invisible durante una época prolongada en el tiempo, no es algo que se olvide fácilmente. Puede causar verdadero dolor físico.
 
En mi segundo año de carrera, iba a clase por la tarde. Tenía prácticamente sólo un amigo. Él era muy extrovertido y yo muy tímido, él entablaba conversación con cualquiera mientras yo me quedaba mirando. No tenía individualidad, para la gente era “el amigo de Juan”.
 
Un día cualquiera de la semana, salía de la escuela a las nueve y media de la noche. Iba pensando en el escaso aliciente que tenía mi vida: ir de la escuela a casa y de casa a la escuela, estudiar asignaturas difíciles y no tener apenas vida social. Me disponía a entrar en una tienda de prensa y comestibles, para dar un vistazo a las revistas y entretenerme un poco antes de llegar a casa. Esa tienda se encontraba en el interior de una galería, y en cuanto entré en ella me impactó en el rostro una extraña luz...
 
Apareció entre mí una mujer de edad indefinida. Era rubia y con la cara triangular, se parecía un poco a Nina Persson, la cantante del grupo sueco the Cardigans -aunque por aquel entonces no había oído hablar de ellos-. Me dijo: “Hola Chema, soy la Rebelde”.
 
Empecé a balbucir “Pe... pero de qué me conoc...?” y ella me cortó. “Sé que te encuentras desubicado, te cuesta encajar con las personas que tienes alrededor. Te recomiendo que seas tú mismo, y ya encontrarás a gente que te siga. Los amigos llegarán solos. Y aparte, trata de verbalizar cómo te sientes, a ser posible con ironía y humor. Te voy a plantear una pregunta para que pienses la respuesta esta noche: Si los ingenieros industriales de tu escuela, la Politécnica, son gente tan desabrida, ¿cómo lo harán para practicar el noble arte de la procreación, cuando se casen o tengan pareja?”.
 
Me reí con ganas por primera vez aquel día, y dije un poco cortado: “Pues no se me había ocurrido, pero oye, ¿cómo...?”, y entonces vi que la Rebelde había desaparecido.
 
Continué mi camino a casa preguntándome si había sido un sueño, pero de mucho mejor humor y dispuesto a seguir sus consejos. Aunque eso sí, imaginarme a los ingenier@s practicando las artes amatorias, ya me iba a costar un poco más. ¿Qué dirían en esos momentos? ¿”Cariño, vamos a crear un oscilador mecánico con intercambio calorífico”? A saber...
 

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"



(Autora: ©Tracy)

La propuesta de Gin, es casi de ciencia-ficción, desgraciadamente  no se puede elegir entre el dolor físico y el emocional.
Sin embargo en los momentos dolorosos que te  presenta la vida  piensas...  ¿si existiera esta posibilidad qué elegirías?
El dolor emocional porque de él siempre se aprende algo y siempre se sale fortalecido.
La respuesta brota  espontánea y sin duda alguna.
Más tarde al razonarla, te reafirmas en ella, porque lo primero que sale del corazón es lo que vale por su pureza y por estar exento de las adulteraciones que tu mente utiliza para sembrar la confusión en tu respuesta.
 
El dolor emocional... ¿Quién no lo ha sentido? ese pellizco que sientes en el estómago y que se instala al abrigo de las entrañas y no te deja respirar.
Ese amargor que deja la boca seca y sin capacidad para pronunciar palabra alguna.
¿Quién dice que el corazón no duele?
Es en esos momentos en los que te gustaría tener la pócima mágica para desterrar ese dolor, o simplemente  mitigarlo. No comes, no duermes, te falta energía para vivir, no sabes cómo  gestionar tus días con ese sinvivir constante.
La solución igual que el dolor se encuentra dentro de nosotros, aunque no la sepamos ver.
 
"Las cosas llegan cuando tienen que llegar"
 Todo en esta vida tiene su "tempo": la madurez, la serenidad, el afrontar la vida y la muerte, el amor, el desamor, la espiritualidad, el desapego... todo y se tienen que dar las condiciones adecuadas para saber gestionar  lo que en determinados momentos se nos viene encima y es cuando aparecen seres reales o en tu subconsciente que viven en tu interior:
Los primeros generalmente se encuentran cerca de nosotros, familiares, amigxs o personas que han aparecido en tu entorno como por arte de magia y te sirven ¡y de qué manera!, aún sin ellos saberlo, para ayudarte a transitar por tu  camino.
Los últimos se encuentran  en la meditación, en el amor, en los sueños.
Aislarse y empezar a controlar la respiración, pensando en la medida de lo posible sólo en ella: cómo entra el aire en mi cuerpo, cómo lo expulso,  cómo escucho en silencio su sonido al pasar por la garganta, y guío su recorrido  a todas y cada una de las partes de mi cuerpo, me envuelvo en él como si estuviera en el centro de una nube, donde nadie me puede causar dolor, excepto yo misma que soy mi enemigo más peligroso.
Es un proceso lento, la mente es capaz de presentarnos ese dolor emocional sin tregua, su trabajo consiste en martillearte con pensamientos que te descontrolen y el tuyo es no dejarte engañar por ella y volver una y otra vez a tu respiración, hasta conseguir la serenidad, la calma y desde allí amar con todas tus fuerzas y atreverte a crear tus sueños, rebelándote y luchando en tu interior para  hacerlos posibles.
Es lo que hace la vida digna de ser vivida.

©Tracy

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


¿Duele?


(Autor: ©Gabiliante)

Hace muchos años, cuando yo era una niña, tuve un amigo. Yo tenía doce años y él catorce. Íbamos juntos al colegio pero ya nos conocíamos de antes porque vivíamos en el mismo bloque. Nuestras madres también eran amigas. Se llamaba Jaime y era muy listo. No sacaba buenas notas pero era porque no quería llamar la atención. También era guapo, alto y tenía los ojos verdes. También era muy fuerte pero nunca se había peleado con nadie en el colegio. No sé por qué recuerdo esas características suyas, ahora para mí eso no tiene demasiada importancia pero a aquella edad eran muy importantes. Sobre todo los ojos. No he vuelto a ver unos ojos como aquellos. Tan limpios, tan brillantes y tan tristes, a lo mejor si los volviera a ver ahora no me causarían esa impresión pero lo que recuerdo es la sensación que me causaban entonces. Con catorce años tenía los dientes perfectos, también tenía nueve dedos en la mano derecha y un defecto físico en la piel por el que no notaba el dolor. Notaba que le tocabas si lo hacías fuerte, de modo que él notara algún desplazamiento. Moverle el brazo al cogerle o algo así. Él se daba perfecta cuenta de que era diferente. No tenía amigos en el colegio. Llegaba justo por la mañana, no salía al recreo, se quedaba en clase mirando por la ventana, excepto cuando llovía, días en que todos se quedaban en clase y él se iba a caminar por los pasillos.

Su madre fue a hablar con todos los profesores que tuvo mientras estuvo en el colegio, pero nada le hizo cambiar. Yo volvía a casa con él todas las tardes y me lo contaba todo, todo lo que le había pasado durante el día. Creo que está pareciendo que yo estaba enamorada de él, pero no es así. Yo simplemente, estaba a gusto a su lado. Los días que no tenía mucho que contar íbamos la mitad del camino sin hablar, sin mirarnos, pero no estábamos en absoluto tensos. Había como una cierta paz estando con él. No me contaba todo lo que le pasaba como una confidencia o como un secreto, me lo contaba porque iba al lado suyo. Si hubiera ido solo, creo que lo habría contado igual. Era como un desahogo.

Todos en el colegio se reían de sus nueve dedos. Siempre llevaba la mano en el bolsillo pero todos sabían cómo era su mano. Incluso yo, cuando la sacaba por algo se la miraba instintivamente. En el fondo yo era como los demás, no me reía de él pero contemplaba el espectáculo. Quiero convencerme de que no, de que yo era diferente de los demás, pero no. El que era diferente era él.

Las chicas eran aún más crueles que los chicos. Comentaban con otros chicos que ellas jamás dejarían que alguien les pusiera encima una mano como aquella, que era repugnante. Cuando comentaban esto lo hacían pasando junto a él para que lo oyera.

Todos sabían que yo era amiga de él y evitaban hablar de él en mi presencia. Yo también me sentía un poco marginada.

Un día volviendo a casa me comentó que había una chica en la clase que ya no se burlaba de él, y que incluso venía a hablar con él cuando estaba solo. Al cabo de tres días me dijo que le había pedido que fuera con él al cine el domingo y que ella había aceptado. Todo iba bien, él estaba muy contento y yo también por él, hasta que me dijo quién era la chica. Yo la conocía y no era de las que cambian de repente pero no le quise quitar la ilusión.

El lunes siguiente, al volver a casa, estaba muy contento pero no me contó nada de lo que había pasado el domingo. No tenía ningún derecho pero me supo muy mal. Al día siguiente a la hora de la salida, me escondí para no volver con él. El viernes en mi clase se comentó que quién se apuntaba para ir al cine el domingo. Nunca se hacían este tipo de convocatorias. A la hora de volver a casa le acompañé y me explicó que este fin de semana iría otra vez al cine con ella. Le pregunté que a qué cine, y era el mismo al que iban a ir todos los de mi clase y supongo que los de las demás. Traté de convencerle de que no fuera. Incluso me puse violenta, pero fue inútil. Me mandó a la mierda.

El lunes siguiente no fue al colegio, el martes tampoco. El martes por la tarde fui a su piso y me dijo su hermana que estaba en el médico, que le pasaba algo raro pero no me dijo qué era lo que le pasaba.

El miércoles fui a su casa y no me querían dejar entrar a verlo. Entonces salió él y me dijo que pasara a su cuarto. De momento no vi nada raro. Cuando entré me senté en la cama y él cogió una silla y se sentó frente a mí. Entonces lo vi. Las lágrimas empezaron a resbalarle por la cara. En la oreja izquierda le había salido otra oreja pequeña, del tamaño de la mitad de la normal, naciendo de la parte alta y exterior de la oreja original, hacia fuera.

No dije nada. Él tampoco. No me contó lo que había pasado el domingo ni yo se lo pregunté a él ni a nadie. Empecé a llorar yo también, sin sollozar, igual que él sólo dejábamos resbalar las lágrimas. Así estuvimos un rato. Cuando terminé de llorar me despedí y me fui.

Estaba claro que nunca volvería al colegio. Pero me equivoqué. No fue durante toda la semana pero el lunes siguiente se presentó en el colegio. Llevaba una gorra que le tapaba las orejas. Los demás, en cuanto vieron aquella gorra, sospecharon que pasaba algo raro.

Al volver a casa con él aquel día apenas habló. No estaba triste, simplemente pensativo. Cuando llegamos a mi puerta nos despedimos, y yo cerré la puerta. Entonces, cuando yo me di la vuelta y dejé ir la puerta para cerrarla, él dijo: “¡Espera!”. Y metió los dedos entre la puerta y el marco, por el lado de las bisagras. Rápidamente abrí del todo la puerta y le cogí la mano. Era la mano normal. Tenía tres uñas a punto de partirse pero no se quejó. No sentía el dolor, ya no me acordaba. Se quedó mirando su propia mano y se fue a su casa.

Al cabo de dos o tres días volví a verlo por el colegio con aquella chica que se había reído de él. Yo estaba segura que le iban a volver a hacer daño. Regresando a casa le dije que aquella chica era mala, pero tampoco hizo caso. Yo no quise insistir, no quería ser pesada, pero debí haberlo sido.

Al día siguiente oí un gran escándalo en el patio del colegio. Yo estaba en el patio de arriba con mis amigas y el escándalo venía del patio de abajo. Nos asomamos y vimos a aquella chica con la gorra en la mano. Él la perseguía pero todos le daban empujones y le escupían de modo que no pudo cogerla. Todos empezaron a pasarse la gorra, de un lado a otro, mareándolo, dándole vueltas, hasta que él cayó al suelo, metió la cabeza entre las rodillas y empezó a llorar.

Yo quise bajar a ayudarlo, de verdad que quise hacerlo, pero no lo hice. Me quedé allí mirando, como los demás, como todos.

Todos empezaron a rodearle y a escupirle, allí de rodillas en el suelo. Todos empezaron a gritarle “monstruo”, todos como en un coro. Y él de rodillas en el suelo, llorando. Y yo arriba, mirando.

A partir de aquél día ya no me contaba nada que no hiciera referencia a los estudios y pude ver que de un día para otro aparecían en sus manos y brazos cortes, heridas, golpes y magulladuras. Le pregunté que a qué era debido aquello y me contestó que daba igual que no le hacían daño. Pensé en el episodio de la puerta y supuse que todas aquellas heridas se las hacía él. Se lo pregunté y no me quiso contestar, me dijo que lo dejara estar, que no le hacían daño.

Al día siguiente, al levantarme de la cama oí un gran alboroto fuera de casa. Abrí la puerta y pude ver un montón de gente frente a la puerta en la que él vivía. Me acerqué y me abrí paso entre la multitud. Ya dentro de su casa vi a mi madre abrazando a la de él que estaba gritando y llorando. Había gente también dentro de la casa y vi a dos guardias urbanos frente a la puerta del baño que impedían a la gente acercarse al mismo, pero yo logré colarme y pude asomarme justo cuando uno de los guardias me cogió. De todos modos lo vi. El guardia que me cogió se quedó parado puesto que al cogerme se dio la vuelta y pudo contemplar de nuevo el espectáculo; eso me dio tiempo de verlo todo perfectamente. Fue como hacer una fotografía. Lo recuerdo todo como si lo estuviera viendo en estos momentos. Podría decir cuántos azulejos tenía el baño, cuántas baldosas tenía el suelo y cuántas gotas de sangre había en cada baldosa. Él estaba en el suelo boca arriba. Había también un taburete sobre el que estaba sentado antes de caerse hacia atrás. El taburete estaba al pie del lavabo y por la situación, él había estado sentado con las manos dentro de la pica. Había un gran charco alrededor de su cabeza y otro alrededor de su mano derecha. En su mano izquierda tenía unas tijeras pequeñas de podar. La pica del lavabo tenía el tapón puesto y estaba llena de sangre y agua; flotando en aquella mezcla estaban los cuatro dedos que le sobraban a su mano derecha. La pequeña orejita estaba debajo del bidé. Estaba desnudo de cintura para abajo. Le estaba saliendo otro pene en la parte interior del muslo izquierdo.

Tenía una especie de sonrisa en los labios. Seguramente era una mueca debida al “rigor mortis” pero yo quiero creer que se debía a que por fin había conseguido sentir, por lo menos un poquito, el dolor. Me refiero al dolor físico.

Después de ver aquello me quedé un poco traumatizada (???? ). Veía aquella escena a todas horas. Me sentía culpable. Aún me siento culpable. En realidad soy culpable. No hice nada, seguramente no podía hacer nada, pero ni siquiera lo intenté. Callé y miré. Ya lo dice el refrán: “El que calla, otorga”.

Pensaba que, al escribir esto, me sentiría más aliviada pero no es así. Sigo siendo tan culpable como el primer día. Me da vergüenza pertenecer al género humano. Los niños son cruelmente sinceros. Los adultos sólo nos reprimimos lo que los niños hacen. Llevo la culpa desde hace veintitrés años y eso de que el tiempo lo cura todo es mentira. Me sigue doliendo haber sido como fui y como soy ahora. Hay días que empiezo a pensar en aquello y me atormento durante dos o tres días, como para castigarme, porque sé que lo único que hago es martirizarme y no saco nada positivo de ello. Pero, bueno, ya lo dice el refrán: “El dolor, si no te mata, te hace más fuerte”. Si no te mata.

©Gabiliante

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


La Gaviota


(Autora: ©Volarela)

  Bajo sus párpados cerrados todas las heridas sangraban; se sentía líquido vertido al mar, supurando por cada poro de su piel; completamente deshecho; flotando, a merced de una inmensa voluntad de agua. Su pequeño velero fue despedazado en la tormenta más salvaje que la mar hubiera improvisado para ningún mortal. Aferrado a un trozo de plástico como una lapa de carne y hueso aterrorizado, despertó de su inconsciencia y miró al cielo, y luego a su alrededor...
 
  La palabra que golpeó su mente fue: negrura. La noche se bebía su corazón: Densamente, espesamente, absolutamente. Gotas negras golpeando su piel. Noche rayando sus labios ateridos. Frío. Nada. Soledad despiadada para esa mota de apenas sesenta kilos de voluntad sobre una masa móvil e infinita de agua negra, sin voluntad conocida.
 
  Qué podía hacer sino rendirse… allí, solo, tendido sobre las fauces del abandono, a latigazos de frío, a mordiscos de miedo con sabor a sal y a muerte. El silencio helado de las gotas ululaba por su piel… La garganta abismal del mar sabía esperar.
 
  Volvió a cerrar los ojos. Terror. Dolor. Frío. Soledad. Ya no podía más. Dentro de su ser se había roto todo... Y lo aceptó, y se dejó caer, sin lucha ya, a merced de un "Sea" que circulaba como sangre de estrellas por su cuerpo.
 
  A través de los párpados, medio velados por un sueño que se acercaba, fruto del congelamiento, entrevió una forma blanquecina a su lado. Se mecía, como él, en la vastedad cósmica del océano. Estaba hondamente callada, muda como él. No distinguió de qué ser se trataba. Tan sólo captaba una presencia neblinosa que emitía mucho, mucho calor. Y empezó a notar que sus miembros eran cubiertos por una gigantesca pluma caliente. El mar se había vuelto cálido. Ya no temblaba ni sentía pavor. De un modo lírico y piadoso, se sentía acogido. Y se durmió, consciente de que no era posible hundirse ya más de lo que su alma había experimentado. Un amoroso y lento sueño circuló por sus venas como un río calmo. Se rindió plenamente a esa sensación.
 
  Despertó. Incomprensiblemente, seguía vivo...
 
  Quiso moverse, pero no pudo. Estaba extrañamente enredado a una red de pesca. Oyó voces alarmadas de maravilloso timbre humano; voces hermanas...
 
  Y a su lado había una gaviota, que dormía. Era la misma presencia que le acompañó toda la noche, nítidamente contorneada. El ave, con un graznido limpio como el amanecer echó a volar hacia las abiertas manos del sol.
 
  Y él creyó sentir todas las gotas del mar a la vez derramarse tersamente por sus ojos.
 

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


Sueño Con Tu Abrazo

 

(Autora: ©Milena)


Reclusión, ignominia
 
Mentiras, secretos velados
 
Al inspirar, siento dolor inmenso
Y al exhalar... ¿Recuperaré la calma?
 
 
Llega la noche
y sueño con tu abrazo
 
Ese abrazo regenerador:
 
¡Qué recarga
Qué oportuna
transmisión!
 
Me da vida,
afianza y perdona
 
Alivia
Y
reinstala
 
en el dulzor y la ternura
 
que me regaló
tu bendita infancia
 

Poema perteneciente a la propuesta:


Inoperable

 

(Autora: ©Fini López Santos)

Domingo, esa intuición suya le decía que lo llamase, el ambiente estaba enrarecido y ella temía sus corazonadas.
 
-Aquí estoy tirado en el sofá como un trapo.
- ¿Y eso, a qué es debido?
-Estoy muy cansado, no tengo fuerzas, llevo todo el día para hacer el pan.
-Seguro que estás incubando algo ¿Tienes fiebre?
-No, lo mío ya está declarado, conozco sus síntomas por desgracia.
- ¿Ah sí, y qué es doctor? En tono ironía.
-Leucemia.
-¡Estás loco!
-No cari, sé lo que digo.
 
Un silencio sepulcral llenó el teléfono y el temor recorrió su cuerpo, lo conocía bien, demasiado y un dolor agudo en el pecho le obligó a sentarse.
 
-Te dejo cari, mañana hablamos.
 
A día de hoy, le quedan los recuerdos y unos audios donde le cantaba una folía y una de sus frases preferidas “te quiero y a veces te odio”.
Mucho tiempo sin escuchar su voz, sin saber ¡la distancia era odiosa!
Por fin el teléfono sonó de nuevo y ella tembló como una hoja.
 
-Hola cari, ya me dieron el resultado definitivo, no soy operable…
-¿Cómo, qué quieres decir?
-Me muero. No me olvides… reza por mí.
 
Marchó un catorce de febrero al comenzar el día.
¡Él era todo amor!
 
SECUELAS
 
Estás en mí...siempre
tu aliento en mi cuello
tu mano en mi hombro
tu aroma presente.
 
Me desdoblo, estiro, alargo,
me duplico ante tu recuerdo,
cansada, entera, de a poco,
me doy a cachos ante tu olvido.
 
Estás en mí... siempre.
Tu voz en mi oído
tus bromas conmigo
tu dolor unido a mi nombre.
 
Quise soltarte de mí
te liberé de mi mente,
de volver eres libre
vivir fue difícil sin ti.
 
 
©Fini López Santos

Relato perteneciente a la propuesta: "Dolor(Es)"


Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin