(Autor: ©Chema)
Tom Bagshaw
Ginebra estaba a punto
de concluir la carrera de Filosofía y Letras, que había estado estudiando a
distancia. Su trabajo de fin de carrera iba a tratar sobre el concepto del
tiempo, desde diferentes puntos de vista: el de la filosofía, el de las
matemáticas, el de la física...
Al atardecer, se sentó
en su sillón más mullido para repasar las notas que llevaba recopiladas para su
proyecto. Empezaba exponiendo la idea que tenían del tiempo diferentes
filósofos de
la historia:
Aristóteles siempre tan lógico; San Agustín, pues en la Edad Media era lo que
había; Kant consideraba el tiempo algo subjetivo; Nietzsche sorprendía a todos
con la idea de eterno retorno.
Pero la cosa empezaba
a ponerse interesante con Martin Heidegger. El filósofo alemán planteaba una
idea muy innovadora: el pasado, presente y futuro estaban entrelazados. ¿Eso no
recordaba al entrelazamiento cuántico? Ginebra se sintió inquieta, y para
relajarse se quitó sus zapatillas de casa… o para ser más exactos las expulsó
de sus pies, formando en el aire
sendas curvas
parabólicas que sus gatos observaron con perplejidad.
Sin embargo, quien
realmente revolucionó el concepto de tiempo fue el célebre físico Albert Einstein.
Consideraba el espacio y el tiempo como un único ente. Y no sólo eso, sino que
además el tiempo se
podía ‘estirar’ o ‘encoger’ para que se mantuviera el carácter constante de la
velocidad de la luz respecto a cualquier sistema de referencia. Eso ya era
demasiado
complicado, Ginebra se
preguntaba cómo podría asimilarlo a la hora de defender su trabajo. Se quitó
los calcetines para liberarse un poco más.
Nuestra amiga decidió
que necesitaba relajarse, así que dejó sus apuntes a un lado y puso en su
cadena musical el primer CD de un doble recopilatorio de los grandes éxitos de
Dusty Springfield. Se quedó dormida cuando iba por el tema nº11 -some of your
lovin’-, un clásico que había tenido varias versiones, entre otras la de Phil
Collins.
Ginebra empezó a
soñar, y se vio en medio de un paisaje misterioso que parecía de otro mundo. De
repente escuchó una voz suave y cálida que parecía provenir de todas las direcciones
a la vez.
“Hola Ginebra, mi
nombre es Livy. Has traspasado un portal espacio-temporal y te encuentras en un
mundo paralelo. Puedes explorarlo durante todo el tiempo que quieras, tal vez
te sirva como inspiración para tus escritos literarios o incluso para tu
trabajo de fin de carrera. El tiempo transcurrido en tu mundo será mucho menor
que el que pases aquí. Cuando regreses, apenas habrá cambiado nada allí”.
¡Algo parecido a lo
que ocurría en ‘la historia interminable’ de Michael Ende! -pensó Ginebra-. Y
tras una breve pausa, Livy continuó: “Debajo de esa roca de color rojizo hay un
papiro con las instrucciones para regresar a tu espacio y tiempo. ¡Mucha
suerte, amiga!”.
Nuestra amiga empezó a
caminar, y vio a unos seres con rasgos infantiles y vestidos con túnicas
blancas, que recordaban a los habitantes del mundo futuro de la novela ‘la
máquina del tiempo’ de H.G. Wells. En concreto a los eloi, una de las dos
subespecies en las que se había dividido la especie humana. Los otros eran los
morlock, seres subterráneos que provocaban terror y rechazo. Ginebra temió
encontrarse con alguno de ellos al llegar la noche... y empezaba a ponerse el
sol.
Sacó el papiro que le
había proporcionado la misteriosa Livy, pero estaba escrito en una lengua desconocida.
Empezó a sentir miedo, quería gritar y no podía...
Y de repente se
despertó en su salón. Uno de sus gatos se restregaba cariñosamente sobre sus pies
descalzos. El primer CD de Dusty Springfield ya había acabado, así que se
levantó y puso el segundo, que se abría con el clásico son of a preacher man.
Ginebra había puesto
tanta dedicación en su trabajo sobre el concepto filosófico del tiempo, que
estaba afectando incluso a sus sueños. Se preparó una taza de leche con cacao y
se puso a mirar las últimas novedades de Instagram.
Vio un post de Chema
en el que recomendaba una serie de novelas clásicas, entre ellas ‘la historia
interminable’ y ‘la máquina del tiempo’. Lo consideraría una frikada más de
Chema, si no fuera porque ¡eran las dos novelas que habían aparecido en su
sueño!
Y justo a continuación
le saltó una notificación de que la habían etiquetado. Era su amiga Livy: había
publicado un vídeo con fotos de paisajes, en el que se escuchaba de fondo su
voz en off recitando un poema... pero no un poema cualquiera. Se trataba de
“tiempo al tiempo”, la participación de Ginebra en su propio reto del mes de
mayo de 2024. Unos bellos versos que sonaban aún más bellos en la voz sedosa de
Livy.
Las paradojas del
espacio y el tiempo, de la realidad y de los sueños, no parecían tener fin. Mientras
sonaba el tema nº12 del segundo CD de Dusty Springfield -how can i be sure-, Ginebra
pensó: “De una cosa sí puedo estar segura, y es de que me siento feliz y todo
saldrá bien”.
(Relato
perteneciente a la propuesta de Variétés: “Tómate tu tiempo”)
Chema, tu proyecto de este mes ha sido de diez no, de matrícula de honor, como has ido enlazando todo, y aportando datos muy interesantes, que bajo mi ignorancia ya sé un poco más. Te felicito amigo. Un besote grande.
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