ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

lunes, 30 de septiembre de 2024

Pensar y sentir

 

(Autor: ©Chema)

NigthCafé- @JavilWoo

Quería escribir un microrrelato dedicado a mi amiga Emma, una escritora andaluza con una gran intuición y sensibilidad.

Tenía dos opciones: escribirlo yo mismo o dejar que lo hiciera una inteligencia artificial, podría ser un experimento interesante. Había instalado en mi ordenador una IA, y sería una buena ocasión para probarla.

Para que el algoritmo construyese el texto, introduje los conceptos en los que debía basarse: poesía, prosa, matemáticas, telepatía, abrazos, foro naranja...

Alan Turing (1912-1954) fue el precursor de la inteligencia artificial. Para comprobar que sus máquinas pensantes funcionaban como se esperaba, propuso el ‘test de Turing’: si un usuario era incapaz de distinguir si las respuestas recibidas venían de un interlocutor humano o si estaban elaboradas por un algoritmo, eso quería decir que la máquina estaba bien diseñada.

Decidí que mi amiga Ginebra realizara el test de Turing. Le envié los dos relatos, a ver si era capaz de averiguar cuál era el mío y cuál estaba escrito por la IA.

En cuestión de minutos, Ginebra me hizo una videollamada.

–¡Chema, ha sido facilísimo! El texto de la IA es frío y robótico, y además tiene algunas incoherencias sintácticas. El tuyo es mucho más cercano, y se nota a la legua que lo has escrito tú. 

–¿Ah, sí? ¿Y en qué lo has notado?

–¡Por favor! ¡Sólo tú podías usar en la misma frase las palabras ‘cardioide’ y ‘equilibrista’, jajaja!

–¡Me has pillado, Gin! –respondí–. ¡Mi estilo literario, de lo malo que es, resulta único! ¡Supera esto, inteligencia artificial! 

–¡No digas eso! Tu amiga Emma es una chica sensible y empática, y seguro que apreciará las palabras que te ha dedicado. ¿Verdad que sí, Muso? –preguntó dirigiéndose a su gato, que merodeaba alrededor de ella.

–¡Miauuu!

–¿Ves? ¡Ha dicho que sí! –concluyó risueña mi amiga–. ¡No hay inteligencia artificial que nos engañe a Muso y a mí!

©Chema

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “IA”)


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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

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