ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

domingo, 30 de junio de 2024

El contenedor

 

(Autora: ©María de la O)


(Robin Isely)

Esta historia rocambolesca se desarrolla en las cercanías del bar “Tres Voltes”.

Por las noches, cuando la gente escasea por el lugar, Toni, por ser el más joven y fuerte, procede a la recogida de las mesas. El lugar tiene que quedar impoluto para los primeros clientes de la mañana. Se lo merecen. La limpieza es básica en un local donde tanta gente transita.

Algunos restos de las cenas quedaron y le dolía al muchacho pensar que tanta gente no tuviese ni un cachito de pan que llevarse a la boca, pero no sabía cómo hacer para aprovechar esos mejillones que le sobraron a Celia, la enfermera que venía cada día a las ocho a cenar y siempre pedía lo mismo y nunca se los acababa, ¡era curioso!... o las tres croquetas de la señora Eusebia, ochenta años y artista, concretamente vedete del Apolo, que como no tiene ni perro ni gato queda muy mal que alguien la vea llevárselas. Ella, toda una vieja gloria, estaba en la miseria pero no lo podía evidenciar.

Toni, recogiendo todo aquello, se dirige a los contenedores de reciclado. Son las doce y media de la noche. Las dos farolas que les han puesto tienen una luz muy tenue, menos mal que la vista no le falla. Se da cuenta de que donde había tres contenedores ahora hay cuatro. Está el de vidrio, el de cartón y el de orgánica... pero hay un cuarto contenedor. “Éste no estaba ayer... el ayuntamiento ya no sabe qué hacer”, piensa.

Se acerca con recelo por la poca luz que hay. Es bastante grande y cuadrado. Observa alrededor por si había obras, pero no. “Bueno, si no miro dentro de él no sabré para que es”.

La curiosidad era mucha. Tenía una especie de ventana grande y una puerta lateral. “¡Qué raro!”, pensó Toni. Con las sobras de las comidas en la mano se atrevió a llamar a esa puerta. Una vocecilla se escuchó: 

—¿Quién va?

Sorprendido preguntó:

—¿Quién hay?

Y la voz le replicó:

—¿Y tú quién eres?

—¡Soy Toni, del bar tres Voltes! —respondió. 

Se abrió la puerta y el muchacho se quedó anonadado... ¡era el antiguo dueño del bar!

—¡Madre mía! ¿Pero qué hace aquí Rosendo?

—Pues mira hijo, el ayuntamiento ha puesto estos nuevos contenedores especiales de reciclado, somos tantos viejos que dicen que si nos reciclan no salimos tan caros, o sea que servimos para abono. Y aquí estoy, esperando a que venga la recogida. Pasa a las tres de la mañana.

A Rosendo le viene el olor de las croquetas y comenta:

—No me vendrían mal las sobras que llevas, se me haría la espera más amena...

Desde entonces Toni ya está más contento. Las sobras de la cena las lleva cada noche al contenedor “recicla viejos”.

©María de la O

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Surrealista”)

2 comentarios:

  1. Es un texto con mucha enjundia, ojalá eso nunca llegue a ser realidad.
    El final de una vida no merece destino tan degradante para el ser humano. Un beso.

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  2. Tremendo relato! Sin duda "surrealista". Como dice Campi ojalá que siga siendo surreal y no real!
    Un beso.

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin