(Autora:
©Cecy)
Esta es la historia de
una Maga, así la llamaba su madre desde niña. En su pueblo natal, vivía en una
calle donde la gente en el solsticio de verano, se sentaba en la puerta de sus
casas a mirar y hablar con sus vecinos. Ella junto a otros niños jugaban a
infinidad de juegos: las escondidas, la pelota o simplemente a cantar y bailar
canciones populares que habían aprendido por las costumbres familiares.
La maguita siempre se
encontraba bajo la mirada atenta de su madre, quien, a su vez, además de amarla
y protegerla le enseñaba estrictamente a cumplir con las normas disciplinarias
y de escolarización. La incentivaba en aquellas prácticas artísticas como la pintura,
piano y patín, así creció y se convirtió en La Maga que se esperaba de ella.
Un día se despertó y
sintió muy dentro suyo que debía buscar su camino. Fue así como ante la mirada
estricta que no conocía de su madre, se plantó, y aunque su incomprensión le
dolió, partió sin un rumbo a otras tierras, fue un trayecto de locura, fascinación
y también de miedos y contratiempos.
Hubo momentos
confusos, le pesaba esa no aprobación de su madre y también sacaba de su
interior esa luz de amor que había concebido de pequeña y se decía que todo
estaría bien, siguió adelante: trabajó, estudió, se enamoró. También conoció el
dolor, la perdida, la frustración. Y cómo seguir adelante en caminos de luz y
sombras, hasta forjar su propia identidad.
Una noche, terminado
un nuevo solsticio de verano, se encontró mirando su mesa de herramientas,
adquiridas en toda esa vida, la miró, y también giró a ver su aprendizaje, se
preguntó, ¿Quién soy? Soy todo eso que me precede. ¿A dónde voy? Donde mi sueño
me lleve, así comenzó a escribir esta historia.
(Relato perteneciente
a la propuesta de Variétés: “Subliminal”)
Nos llegó tarde, pero como todo lo bueno y la magia se hace esperar. Me encantó un cuento hechicero. Un besazo Cecy.
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