ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de verano, 
julio y agosto:Un verano de fotografía”.

RodrigoFúster/ Gustab/ Campirela
Nuria de Espinosa/ Cecy/ Auroratris/
María/ Lunaroja/ Cora/ Chema
Dulce/ Lady_P/ Marifelita/ Dakota
AlmaLeonor_LP/ Patricia/ Tracy/
Ginebra Blonde.

domingo, 7 de julio de 2024

Escapa al desierto

 

(Autora: ©Campirela)


(Théo Gosselin)

Hoy bajo el emparrado cierro mis ojos y me veo subida en esa moto, con él, cuanto tiempo ha trascurrido de aquella locura.
Todo mi cuerpo guarda cicatrices de los rayos que se posaron en mi piel, no me importó el antes y mucho menos ahora el después, fue la magia del amor, tal vez la insensatez, aquel contacto de su ropa en mi piel me liberó de mis miedos y me entregué como jamás lo hice, a la velocidad del viento, al aroma de la arena del desierto, al rugir de esas dos ruedas, a la aventura.
Hoy sigo soñando, pensando en aquel momento y me pregunto. ¿Dónde quedó mi ropa?

 *


COMO GATA SOBRE EL TEJADO


(Tim Swallow)

Aquel chico era especial, lo supe el primer día que le vi con su caballete y sus pinceles.
Cada mañana le observaba desde la ventana, mirando al infinito pintado, nunca vi qué pintaba, solo observaba como pasaban las horas mirando al infinito y plasmando en el lienzo su mirada.
Durante los dos meses que estuve de vacaciones, tuve la ocasión de conocer a sus padres, unas personas maravillosas, ellos también estaban pasando todo el verano en aquella isla de ensueño, no solo por su paisaje, sino la tranquilidad que daba.
Una vez por semana, Beatriz se acercaba a conversar conmigo, siempre traía un pastel, juntas compartíamos una taza de té y un trocito de ese rico manjar.
Una tarde me habló de su hijo, estaba muy orgullosa de haber superado un momento difícil en su vida, el muchacho reaccionó valientemente, a la pérdida de visón, por culpa de una infección de hacía más de tres años.
Sus sentidos se habían agudizado mucho más y esa sensibilidad que tenía se le duplicó, me habló de su afición a la pintura, desde que era pequeño, a pesar de no tener visión, nunca dejó de pintar.
Esa confesión me hizo dar el paso que durante el resto de mis vacaciones hacía cada mañana, después de desayunar, tomar el sol cuál gata encima del tejado en desnudez absoluta para alimentarme de  los primeros rayos del sol.
Cuando giraba la cabeza, allí estaba Jaime, así se llamaba aquel misterioso muchacho, con sus pinceles en el lienzo pintando.
Aquel lunes, cuando Beatriz llamó a mi puerta, no solo traía un pastel, sino un cuadro envuelto en regalo.
Tomamos nuestro té, y un poco de conversación, al despedirse me dijo que no abriera el regalo hasta el día siguiente, ellos se marchaban al día siguiente muy temprano, su vuelo era de última hora, no habían logrado otro con mejor horario, nos dimos los teléfonos, y prometimos que al menos en Navidades nos felicitaríamos, fue todo un placer esas tardes de té y charla.
Cuando desperté ese martes mis ojos fueron al patio de los vecinos y era extraño, me había acostumbrado a Jaime verle pintar, en ese momento pensé, qué pronto nos hacemos a las personas y cuanto las extrañamos.
Me fui a tomar mi café, y a ordenar todo mi equipaje, pues partiría el sábado de regreso a la rutina, o mejor la vida real.
Fue cuando vi el regalo envuelto en un lindo papel, no pude esperar más y con sumo cuidado lo desenvolví, pues el papel tenía algo de magia con ese azul de mar que invitaba a recrearse en él.
Mi sorpresa fue abrir la boca, tapármela con la palma de mi mano y emitir un ohhh, cómo era posible, era yo tomando el sol encima del tejado.
En el revés del cuadro había una nota.
Mis ojos no ven, pero oyen mis oídos y huele mi nariz, mis manos no te tocaron, pero sentía tus pasos a través del solado, y así te imaginé, sabía que cada mañana subías al tejado, oí decir en más de una ocasión a mi madre," qué bella es".
El resto fue mi intuición y oír cada lunes las risas que compartías con mamá.
El cuadro es tuyo, tú has sido mi regalo.

©Campirela

(Relatos pertenecientes a la propuesta de Variétés: “Un verano de fotografía”)


5 comentarios:

  1. Gracias, Ginebra ha sido un placer contar una pequeña historia con esas dos bellas fotografías.
    Muy feliz verano ya va quedando menos para desconectar unas semanas y volver repleta de nuevas energías.
    Besotes y disfruta todo lo que nos debe la vida😘😘🌹

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    Respuestas
    1. Gracias a ti por tu bonita pluma, querida Campi.
      Vamos regresando...
      Espero que hayas tenido un bonito verano.
      A disfrutar cada segundo 😉
      Bsoss y cariños enormes 💙

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  2. Qué bonito regalo te entregó Campirela, inmortalizar ese momento. Un relato de gran belleza. Enhorabuena. Un abrazo

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  3. No sabría decir cuál de los dos relatos me gustó más, el primero porque que has encajado muy bien ambas fotografías y el segundo por la sensibilidad que le has dado al describirlo, sólo equiparable, a la del pintor que sin verte ,te adivinó.

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  4. Dos regalos para leer,sin duda... Como ya te comenté en tu blog,siempre aciertas,siempre sorprendes y siempre siempre conmueves.
    Un besazo preciosa.

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin