ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

domingo, 31 de diciembre de 2023

Mi único deseo


(Autora: ©Marifelita)

(Ginebra Siddal)

 
Los conocí un día lluvioso y frío, me rescataron de la calle siendo un cachorro y ya nunca nos hemos vuelto a separar. Lo primero que hicieron al encontrarme solo y tiritando, fue él ofrecerme algo de comer y ella meterme dentro de su abrigo para que entrara en calor.

Iban siempre cogidos de la mano, con una mochila cada uno. En la más grande llevaban una pequeña tienda de campaña y en la otra que solía llevar ella, un saco de dormir.

Cuando anochecía se iban caminando hasta llegar a un lugar alejado del centro, buscando algún local abandonado, o bajo alguno de los puentes de la autovía que cruzaba la ciudad, y allí instalaban su tienda, cada noche en un lugar distinto.

A la mañana siguiente recogían todas sus cosas dentro de sus mochilas y se dirigían otra vez al centro para probar suerte de nuevo. Ella pedía una moneda a las personas que paseaban con prisas por la calle a cambio de un mechero o un paquete de pañuelos. Él solía pararse frente a alguno de los semáforos más transitados de la ciudad, y cuando se ponía en rojo para los coches, aprovechaba para realizar su breve espectáculo de malabares. En verano limpiaba también los cristales que algunos pagaban con unas monedas, depositándolas en una cestita que me colocó en el lomo con un cartelito dándoles las gracias por su generosidad.

El pasado invierno, ella enfermó de una pulmonía y tras unas semanas empeorando y sin querer ir a un hospital, ya no se recuperó.

Ahora vagamos él y yo solos por la ciudad. Siempre ha sido muy generoso conmigo, desde el momento que nos conocimos. Pero ahora que ella no está, parece como si estuviera solamente pendiente de mí. Me regala la poca comida que tiene y me deja dormir sobre su cojín mientras él toca de pie la flauta persiguiendo a algún transeúnte para que le dé una moneda. Ya llegó el verano y se pasea con una vieja camiseta de tirantes desgastada llena de agujeros y puedo comprobar que se está quedando en los huesos.

Así que a la vida solo le pido un único deseo, y es que no le dé a él un minuto de vida más que a mí, porque se volvería loco de tristeza si me pierde a mí también. Y que a mí no me regale tampoco un segundo más de aliento que a él, porque yo no soy nada sin él.

Si un día vais en vuestro coche y paráis en un semáforo y nos veis actuar, recordad que os agradeceremos enormemente que nos deis una moneda, gracias a ella podremos comprarnos algo para cenar esa noche.


(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Deseos”)

2 comentarios:

  1. Estás letras no sólo dejan ternura, sino un amor incondicional
    Has reflejado unos sentimientos que deberíamos tenerlos en cuenta mucho más a menudo.
    Un besaz✨🙋

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  2. Emocionante!
    Un conmovedor relato de amor incondicional!
    Precioso.
    Un abrazo!

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin