(Autor:
©Chema)
Zulema estaba inmersa en su última novela, un proyecto que la ilusionaba y asustaba a partes iguales. Estaba sentada repasando el borrador del último capítulo que había escrito.
En la pared de su salón había tres máscaras, que de algún modo eran alegóricas de su manera de interactuar con los demás en el pasado. Según con quien estuviera, adoptaba una u otra máscara. Un día decidió que sería ella misma, gustara a quien gustara. Y esto también se aplicaría a su escritura. De algún modo su nueva novela era la primera de un nuevo ciclo, ya que se trataba de una obra a corazón abierto.
Zulema llevaba en su mano un rosario. Ella había estudiado en un colegio religioso muy estricto. Aún estaba en proceso de desaprender muchas de las ideas que le habían inculcado. Pero el rosario no dejaba de tener cierta belleza estética, y juguetear con él la relajaba. Su gata tricolor Mocca era de la misma opinión, ya que a veces lo enganchaba con la zarpa, dando un pequeño susto a su ‘karen’ particular.
La novela de Zulema trataba sobre un chico y una chica que se conocían virtualmente en un foro donde se trataban temas de psicología. Tanto él como ella, al principio eran reservados, pero luego iban dándose a conocer de manera gradual. Escribían mensajes en los que revelaban subliminalmente cosas sobre sí mismos. Incluso, en ocasiones tenían diálogos en abierto, pero en modo spoiler -difuminando la letra de manera que sólo se puede ver si se clica sobre el texto-.
Nuestra amiga estaba satisfecha con lo que había escrito hasta ese momento. Tenía ganas de continuar, pero había algo que la impedía sentirse cómoda del todo. Y para dar lo mejor de sí misma en la escritura o en cualquier tarea, todos los detalles eran importantes, por nimios o subliminales que parecieran.
Hasta que Zulema
encontró la clave. Para escribir a gusto el nuevo capítulo, ¡tenía que descalzarse!
Se quitó sus zapatos tipo bailarina, quedando al descubierto sus blancos pies,
con las uñas sin pintar pero muy cuidadas. Se dirigió caminando con sus pies
descalzos hacia su mesa de trabajo, mientras le decía a su gata: “Mocca, ven
conmigo. ¡Tú a mi ladito, que también me inspiras!”.
(Relato perteneciente
a la propuesta de Variétés: “Subliminal”)
Muy bien resuelto el reto!
ResponderEliminarsaludos
Un fetiche tus pies descalzos ajja Chema.
ResponderEliminarUn texto muy tierno. Besote
Pues a por esos pies desclazos, seguro. Un buen texto.
ResponderEliminarUn abrazo
Estupendo relato. Me gustó. Abrazos
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