ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

sábado, 30 de noviembre de 2024

Mírate al espejo

 

(Autor: ©Rodrigo Fúster)


Beksinski

Pegado a la pantalla, ni una hebra de cabello cabría entre nosotros. Emergió tan rápido, que a mis ojos se hizo imperceptible. Acercó mis dedos a los labios y ordenó:

-Abre la boca -desprovista de lo humano ordenó y añadió -Chúpalo- mientras su dedo entraba en mi boca.

Turbado, viéndome reflejado en sus hipnóticos ojos, no racionalicé, chupé el índice obediente en la miseria dolorosa, mientras sentía latir mi sexo...

-Beberé de ti calmando mi sed- bajó al valle de piel en el que se erigía mi acerada cabeza. Pasó la lengua llevándoselo todo a su boca. Me instó estimulando con una persistente fricción y presión.

-siempre me anhelarás, pese a que tu moral te fustigue por ello -sentenció.

Sentí, que como un volcán a punto de erupción, todo se agolpaba en mi cabeza. El esperma, bullía dentro, trepando desde el interior hasta que explosó en su boca. El orgasmo me hizo apretar los párpados con fuerza desfilando ante sus ojos. Retorcí las manos, tirando de las sábanas, y gemí ronco, destrozado por el clímax.

Mi cerebro, ebrio, persistió sustentando la dureza de la erección y disparando largas ráfagas de elixir. Los pulmones se prendían en llamaradas y jadeé hasta quedarme quieto, vacuo y aturdido, hecho un amasijo de gozo. Ella lo recolectó en la lengua, bebiendo de la viva fuente. Percutió una última vez en el rozado y duro cuarzo, exprimiendo con la mano hasta la última gota. Cuencas blanquecinas salpicaron su semblante y oscilaron en translucidos hilos en la comisura de su boca.

Nadando en un océano atemporal, floté en una corriente de calma. En el silencio instaurado a consecuencia de todo, incapaz de abrir los ojos...

-¡Alto!-, gritó la vocecilla en mi cabeza, esa que clamaba por la supervivencia y que hasta entonces se había hallado bajo un ancestral y lóbrego embrujo.

El sabor mutó, tornándose metálico, salífero y desagradable, como la sangre… En sus ojos se estaba desatando una tormenta de pupilas dilatadas...

-Mírate- rio, pasándose la punta de la lengua por el labio superior. Apuntó con una mano hacia el espejo en la pared, retándome a enfrentar su reflejo. Al mirar la refracción, me presentó solo en la cama y con múltiples destellos relumbrando en un vivo color rojo... Cerré los ojos, conteniendo el alma para que no se saliera por la boca, con el grito aterrado que necesitaba.

Un titileo de imágenes de espadas blandidas y melladas, bosques de picas humanas, gusanos necrófagos que se enroscaban sobre mí, huesos tarascados en fauces de lobos y cenizas al viento, corrían por el transcurrir del tiempo.

Al volver, sus ojos se encontraron con los míos y se inclinó sobre mí depositando un gélido beso en mis trémulos labios. Su piel se ennegreció, estallando en un tropel de caballos alados negros, que rabiosos, aletearon rasgando los doseles, agujereándolos y muescando la madera de las columnas del techo para dirigirse hacia ella, que agitada, golpeaba los muros convirtiendo el paisaje en un desenfreno de astillas, percutiendo contra ella, horadando su cuerpo desnudo inmerso en alas rotas, senos mutilados, hasta lanzarla contra la pared de la torre de un castillo...

La luz eléctrica regresó, alumbrando una carnicería. El olvidado crucifijo proyectó un fulgor, la sangre se esparció por el cielo, aproximándose y mancillándome igual que a la mujer...

-Ginebra- dije gritando, recordando el título del reto.

Salí de la cama, pisando el ensangrentado piso y con el sabor metálico de su beso en la boca, tironeando de su cuerpo que se desleía; el soniquete de los cascabeles en el tobillo de ella, era ahora el goteo de su sangre.

Empujé la puerta y salí al corredor... Esa era ella, esa misma mujer vestida de época y engalanada de joyas; esa misma por la cual aún palpitaba mi sexo recordando el oscuro placer.

-¿Tienes miedo? -susurró desde la pantalla y sin que sus labios se movieran. No obstante, lo hicieron para sonreír...

©Rodrigo Fúster

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Terrorífica(mente)”)

Annita Maslov

2 comentarios:

  1. No solo nos dejas terror, nos dejas un texto donde el sexo, el deseo, la lujuria nos transmite sensaciones abrumadoras.
    Un abrazo Rodrigo.

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

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