ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

domingo, 30 de abril de 2023

En las nubes


(Autora: ©Ana)

Image by- Josephine Cardin


Desde niña Estrella tenía un sueño recurrente en el que podía volar. A veces iba ras del suelo, otras por encima de los tejados e incluso sobre las montañas. Era algo extraordinario y siempre tenía lugar a primer hora de la mañana, justo en el momento en el que se encontraba entre el sueño y el despertar, por lo que podía tomar las riendas y moverse en ese escenario hacia donde quisiese a voluntad.
 
Nunca había hablado con nadie de ese sueño, era tan habitual desde que tenía memoria que le parecía de lo más normal. Pero un día le sucedió algo un tanto peculiar, despierta, bien despierta, cerró los ojos y echó a volar como lo hacía en sueños. Estaba mirando hacia unas montañas que veía todos los días a través de la ventana de su cuarto y cuando quiso darse cuenta estaba rodeada de árboles y prados, y podía seguir caminos serpenteantes sin notar sus pies en el suelo, por alguna razón había traspasado los límites de tener que estar dormida para viajar como si fuese un ráfaga de aire, sin apenas densidad.
 
Lo que comenzó como un suceso anecdótico se convirtió en algo bastante frecuente. Cuando se sentía cansada, ponía a reposar su cuerpo en una vieja silla de oficina con respaldo reclinable y tras cerrar los ojos, sentir su respiración acompasada y hasta los latidos de su corazón, en poco tiempo se volvía etérea. Soltaba todo lastre y ligera como una pluma se entregaba a un paseo nada convencional.
 
Los años se fueron sucediendo y los paseos aéreos eran más o menos habituales según las épocas, pero seguía sin hablar de ello con nadie. En una ocasión en la que se sentía radiante tras un viaje en el que se había elevado casi hasta las nubes, una amiga de confianza le comentó que tenía un aire distinto, se la veía especialmente feliz. Y en medio de la conversación, sobre un asunto un tanto serio por cierto, a Estrella se le ocurrió que igual era hora de contar ese secreto, si ella lo podía hacer seguramente los demás también y tal vez a su amiga le apeteciese intentarlo. Trató de encontrar en su mente las palabras que explicasen algo tan poco convencional y en ello se debatía cuando amablemente su amiga le pidió que la escuchase, se notaba demasiado que no estaba en la conversación. Bueno, en algún momento en el que hablemos de sueños se lo diré reflexionó y no volvió a pensar más en ello.
 
Una mañana en la que Estrella se encontraba especialmente hastiada de luchas y conflictos varios que no tenían nada que ver con ella aunque de alguna forma la salpicaban, se acomodó en la vieja silla y respirando hondo, decidió ir más lejos, hacia las nubes e incluso más allá. Ese día abrió una puerta que ya no pudo cerrar, todo el espacio quedó despejado y pudo sentir la libertad de ser una auténtica corriente de aire, carente de límite alguno en su deambular. Sintió el roce de las nubes en su cara, como una caricia, el saludo alegre del sol y hasta la conversación animada de los pájaros que aunque no la entendía, podía intuir lo que se decían unos a otros.
 
Comprendió a partir de ese momento que su auténtico ser salía de su cuerpo y que podía hacerlo a voluntad y en cualquier momento. Era un regalo tan maravilloso, que experimentar esos viajes en el día a día le proporcionaba mucha paz, a su alrededor todo parecía estar cada vez más convulso y notaba  cada vez más la imperiosa necesidad de desconectar. Así que un día, con plena convicción, tomó la decisión de transitar ese otro camino, había estado semanas reflexionando sobre ello y finalmente lo vio claro y empezó los preparativos para ese vuelo que sin duda era el viaje de su vida.
 
Todas las noches hacía un repaso mental en busca de lo que pudiese quedar pendiente tras su partida, no quería darse cuenta demasiado tarde de algo que debería haber dicho o hecho y pacientemente repasaba la lista de lo que consideraba importante dejar como legado. Y al fin llegó el día en el que Estrella consideró que había hecho todo lo que tenía que hacer. Era una tarde cálida de otoño, a última hora de la jornada, cuando el sol se despide y en sus últimos rayos envía su beso de buenas noches, justo en ese momento cerro los ojos y partió.
 
Se sentía ligera, como siempre, pero hacía tiempo que había reparado en una especie de cordón que la mantenía ligada a su ser físico y era hora de abandonar esa realidad y pasar a otra diferente, por lo que voluntariamente Estrella corto esa ligadura. Al instante, todo resplandeció ante su mirada, el sol se había puesto pero la claridad era excepcional y se sintió abrazada por una calidez que circulaba a su alrededor y a través de ella. Se elevó más que nunca hasta el punto de alejarse tanto que podía ver a su amado planeta como un astronauta, maravillada de semejante belleza. Y siguió explorando ese espacio nuevo, repleto de puntos de luz en una nada acogedora que hacía que su lugar de partida se convirtiese en un punto cada vez más lejano.
 

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: "Humana-Mente")

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

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