UN RETO: UNA IMAGEN
(Autora: ©Campirela)
La pesadilla era siempre la misma, un pasillo largo con
paredes pintadas de color azul y grandes ventanales, allí me veía mirando hacia
atrás sintiendo el miedo dentro de mi cuerpo.
El olor era nauseabundo, el silencio tétrico y mi respiración
era desenfrenada, hasta tal punto que cuando despertaba estaba bañada en sudor,
el olor de mi pesadilla lo tenía incrustado en mi piel.
Me levanté como todos los días, me fui a la ducha y me
enjaboné más de lo normal, era algo raro ¿por qué el olor persistía?
Esta pregunta mi psicoanalista no supo contestar, tal vez
estemos en un túnel sin salida. Llevaba más de seis meses con ella y lo único
que hacía era tomar notas y decirme que volviera la semana siguiente, estaba un
poco harta de tanta terapia sin resultados, las pastillas para dormir no eran
efectivas, pues mis desvelos los seguía manteniendo tal vez no tanto, pero no
lograba dormir más de cuatro horas seguidas.
Aquella tarde, en la consulta mi doctora me propuso someterme
a una sesión de hipnosis, me estuvo comentando que la terapia no estaba dando
resultado y tal vez con esta nueva técnica podríamos llegar más lejos, ver cuál
era la causa de ello.
Antes de decirle un sí, quería consultarlo con mi pareja, a
ver qué opinión tenía, aunque sabría lo que me diría, eres tú quien debes
decidir.
Quedamos a cenar y pensé que en el postre le comunicaría la
propuesta de mi doctora, tal vez quisiera acompañarme o al menos necesitaba su
opinión para ir más segura a la prueba de la hipnosis.
Sus palabras no fueron de mucha ayuda, pues no era partidario
de tales técnicas, más bien no le gustó nada la idea.
—Creo que es una tontería que te sometas a más castigo, lo
único que puedes hacer es abrir una puerta al infierno.
Aquella frase me cayó como un jarro de agua helada, ¿qué
sabía él de la hipnosis, y el porqué de esas palabras?
Cuando le dije que me explicara, cambió de tema, pidió otra
botella de vino de marca y me dijo, haz lo que quieras, yo no te acompañaré.
Esa noche la pesadilla duró más de la cuenta y casi no puede
despertar, esta vez no solo fue el olor, sino que alguien estaba detrás, no
eran sombras, lo juro, algo estuvo a punto de alcanzarme, desperté justo en ese
instante donde una mano huesuda iba a posarse sobre mi hombro.
La semana fue infernal, únicamente eran las pesadillas, no sé
qué pasó, pero desde la cena con Elías no volví a tener noticias de él, su
teléfono estaba apagado y por más mensajes que le dejé no obtuve contestación.
Después de cuatro días sin saber de él y preguntar entre los
amigos, nadie me daba señales de él, llamé a su trabajo y allí me dijeron que
hacía cinco días que no sabían nada de él, mis nervios explotaron, algo estaba
pasando y había que dar parte a la policía de su desaparición.
Al llegar a mi apartamento revisé el contestador, no había
nada, tomé una ducha, mi cabeza era una batidora de ideas, me preguntaba qué
podía estar pasando, a mi mente me vino la frase que me dijo en la cena, “que
era mejor no abrir la puerta del infierno".
No cené, mi estómago estaba cerrado, me llevé un vaso de
leche a la cama y me tomé las pastillas para dormir, hoy necesitaba descansar,
esperaba que al menos me hicieran efecto, aunque tan solo fueran cuatro horas
seguidas.
Noté como los ojos se cerraban y entre sueños soñé con Elías,
corría tras de mí, como queriéndome decir algo, ahí entré en un sueño profundo
y desapareció de mi mente...
—Corre, corre, no gires la cabeza, solamente corre, sal de
este túnel.
Su voz me hizo girar y fue un shock ver como él estaba tras
de mí con su cuerpo descuartizado gritando para que saliera de aquel camino
infernal, mis piernas no paraban de correr y cada vez estaba más lejos de la
claridad, únicamente veía oscuridad y su voz cada vez más apagada, diciendo
corre, corre, tú puedes salvarte.
(Relato perteneciente a la propuesta trimestral de “Variétés”)
Gracias Ginebra, a ver si cada mes puedo colaborar con un reto y una imagen ..muchos besotes!
ResponderEliminarBrutal. Esa pesadilla era pemonitoria, seguramente. Bien descrito.
ResponderEliminarPor ele mejor piscoanálisis, la propia memoria. Un abrazo