(Autor: ©Dulce)
Al girar la carta
pensó que era una carta maravillosa y mordió su labio al leer lo que el mensaje
en ella decía: "Si elegiste esta carta, la D/s no es algo impensado para
ti. Tu objeto es el Collar, tu palabra es Sumisa, tu color es el Violeta."
Intuía que había sido hecha especialmente para ella.
El tiempo es un río
que no se detiene y sin más demora subió por las escaleras hacia el cuarto
donde sabía que Él la esperaba. Giró el pomo movida por la curiosidad, esa
curiosidad que suele ser una ventana hacia lo inesperado. Al abrir la puerta lo
vio sentado en penumbras en el habitual sofá, alcanzó a vislumbrar su mirada
como dos llamas de fuego que le señalaban el camino. Esa mirada la envolvía de algo especial, era
como un puente que los unía y por el cual ella ahora caminaba con seguridad
hacia su encuentro.
Se sentía tal como un
ave en pleno vuelo y queriendo solo posarse entre sus brazos. Por suerte había
elegido un atuendo cómodo para el Baile, se quitó los zapatos y caminó descalza
hacia Él cerrando tras de sí la puerta. De inmediato el silencio se apropió del
momento, hasta que Él le ordenó; «Quítate la ropa lentamente sin dejar de
mirarme». Sabía que no podía contradecir su mandato, tampoco pensaba hacerlo,
deseaba complacerlo.
Se quitó el vestido
dejándolo caer y provocando en Él una sonrisa de satisfacción. Percibía su
mirada recorrerla como una ardiente caricia, el silencio podía cortarse con un
cuchillo y estaba segura que su corazón se oía como un volcán en erupción.
Él la observó
detenidamente, recreándose en su cuerpo, como quien se deleita con su obra
siempre inacabada, siempre fértil. Se puso de pie y la rodeó lentamente para
luego ponerle el collar de color violeta. Al mismo tiempo inhalaba su perfume
que le provocaba mariposas en el estómago. «Tengo un regalo para ti», le dijo
mirándole ahora a los ojos, esos ojos como dos luceros en la tenue luz de la
habitación. Le ofreció una elegante caja que ella abrió, su expresión de
sorpresa brotó al instante ante la reluciente joya. «Gracias Daddy, me
encanta», exclamó. Él la besó en la frente, luego en los labios y cogiéndole la
mano le dijo: «El diván te espera Mi Putita.»
El Baile apenas había
iniciado y no podía acabar sin que ella bailara para Él luciendo la deseada
joya.
(Relato perteneciente
a la propuesta de Variétés: “Metáforas”)
Una carta, una invitación y unas órdenes, ejecutadas como Él ordenaba.
ResponderEliminarEl texto hace honor a su título.
Dejemos que prosiga el baile.
Un besote, Dulce.
El Baile ya ha terminado, tú quieres más fiesta :) Este fue el broche de oro, esperáremos el siguiente festejo. Gracias siempre Campirela.
EliminarBesos dulces.
Como ya te he comentado en tu Blog,este relato es una delicia...
ResponderEliminarQué belleza.
Siempre tu sello indeleble.
Besos
Un placer que así te haya parecido el relato y gracias por dejarme tus palabras en ambos espacios.
EliminarBesos dulces Lunaroja.
Y no me retiro sin dejarle a la dueña de estos dominios mi agradecimiento de siempre y mi cariño.
ResponderEliminarDulces besos Mi Guerrera y dulce semana.
Gracias siempre a ti, mi querido Dulce...
EliminarUn verdadero placer contar con tu exquisita pluma y tu bonita compañía 😊
Bsoss y cariños, y muy feliz semana 😘💙