ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

jueves, 31 de marzo de 2022

Mayo

 

(Autora: ©Molí del Canyer) 
 
Dejé de odiarme cuando empecé a vivir.


 
Era bella, bellísima, aunque en aquella pequeña de rodillas costrosas, pelo enmarañado mezcla de sudor, lágrimas y mocos, nada ni nadie parecía intuirlo. Dejada de la mano de Dios, abandonada por su madre, olvidada por su tía. Vivía al amparo de los olvidados, casi todos muchachos con historias similares a la suya.
 
Extrañamente un halo de dulzura envolvía a la cría a quien cuantos más palos le daba la vida más bondad parecía derramar. Se llamaba Mayo, hermoso nombre elegido al azar por una madre que prefirió la nieve blanca por encima de su hija. Suerte que existen seres que viven al cobijo de sus sueños y Mayo habitaba en ese mundo que le ayudaba a vivir.
 
Llegó a la casa de la mano de José Luís, una especie de gurú en aquella comuna. Desde los dieciséis fue consciente de que el amor iba cogido de la mano con el sexo, el poco cariño que consiguió fue casi siempre en la cama de alguien con este amigo no fue diferente, solo que él le hizo ver esa belleza que ella no sabía ver aún.
 
En una comuna donde la mayoría son hombres, la convivencia entre tres mujeres puede ser un oasis o un infierno. Laia, la más liberal campaba a su aire consiguiendo de los chicos todo lo que anhelaba. Se la podía denominar una diosa en un harén de hombres a los que manejaba a su antojo. Las otras dos vivían en pareja y eran madres solo habían de lidiar cuando Laia por capricho metía a sus hombres en su cama. Entonces Mayo apareció…
 
El esplendor de una larga melena negra reflejada en la divinidad de unos ojos verdes. La perfección de un cuerpo con hermosas curvas, la melodiosidad de una voz dulce. Todo ella adobado por miles de estrellas de inocencia y por esa bondad que siempre la caracterizó. No tardó ni un mes en pasar a ser diosa y reina.
 
El veneno de las palabras dichas en el momento exacto por la rival, los celos mezclados con la rabia dan lugar al odio. Esa libertad que no es tal cuando se exige una exclusividad que nunca antes existió… Y es que Mayo, a diferencia de Laia, siempre respetó a los comprometidos, como componentes de aquellas familias que ella nunca tuvo… pero las mentiras muchas veces son más creíbles que la verdad.
 
—Tienes que irte —le dijeron las tres al unisonó—
 
—¿Por qué? —una mueca de incredulidad e inocencia.
—¿Pero es que no te ves? —dijo Laia— eres peor que las putas ¿no te das asco?
 
Sumida en la tristeza, solo supo decir:
 
—Puede que sea verdad, el sexo me da la vida, no puedo evitarlo. Dejé de odiarme cuando empecé a vivir.
 
Epilogo: Me encontré con Mayo seis años después, había vivido un tiempo entre hippies en una cueva de Menorca, fruto de su vivencia en la comuna había sido madre de un niño con una de esas extrañas enfermedades que vio apenas un año. Ahora trabaja como educadora de chicos con discapacidad psíquica, de aquellos cuya bondad no da lugar al odio. El sexo en su vida solo tiene una importancia relativa.
 
 
(Relato perteneciente a la propuesta: “Odio”)


4 comentarios:

  1. Magnífica historia de amor,sexo y odios. Y sobre todo de celos que malos son.Y envidias. La vida al final sabe premiar la bondad de las personas. Un abrazo y besote.

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  2. Relatazo!
    Muy especial,completo y adictivo.

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  3. Una historia en la que tienen cabida muchas de las emociones más importantes en nuestra vida: el odio, el amor,, la envidia , los celos, abandonada en su infancia... la historia daba para mucho, pero tú le has dado un final rápido y feliz, quizás para que el lector no sufriera.
    Besos

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  4. Estupendo relato con sabor a más.
    Te felicito.

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

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