(Autora: ©GinebraBlonde)
Bien parecían
inofensivas aquellas historias en las que ella no despertaba a no ser que la
besaran; en las que esperar a ese príncipe azul que le devolviera el zapato; o
en las que cambiar una cola de sirena por un par de piernas. Un trasfondo,
quizá subliminal, que condicionaba y propiciaba una búsqueda incansable de ese
príncipe azul y encantador que les diera a las indefensas doncellas el aliento
necesario para vivir. Dependientes de sus besos y cuidados, de ese trono (o
jaula) de oro en donde volar como grácil pájaro hasta donde sus muros le
permitiesen.
Bonitas y cautivadoras historias, pero quizá con un mensaje nada favorable para un mundo real muy distinto y con finales, desgraciadamente, no siempre felices ni con perdices que comer.
Y es que el subconsciente va formándose unas ideas que, la mayoría de las veces, distan mucho de lo que uno puede encontrarse en un mundo que nada tiene que ver con esas idílicas historias, aunque éstas nos sirvan para despegar los pies del suelo en determinados momentos; pero siempre siendo conscientes de que son sólo eso: un cuento.
No quiero tener que correr a las doce porque mi carroza volverá a ser una calabaza y mi vestido unos harapos; quiero vivir, saltar, subir y bajar escaleras a cualquier hora del día, con o sin zapatos y comer la calabaza en buñuelos o en cualquier plato. No quiero permanecer dormida esperando ningún beso, quiero estar despierta y ser yo la que bese si me apetece. Y si he de cambiar mi cola de sirena por un par de piernas, hacerlo porque quiero sentir yo misma la experiencia.
Y la rana, que sea rana. Quítate de la cabeza que detrás de ella pueda haber un príncipe si la besas. Claro que no importan las apariencias, pero ya está bien con esas recompensas; si ha de haber magia, prefiero el don de tener alas, y poder volar por donde me plazca.
(Mucho/as crecimos con esos fantásticos cuentos que, todo sea
dicho, son cautivadores e idílicos. Y si ya lo eran en los libros, más lo
fueron cuando los llevaron a la gran pantalla. Pero, sin ánimo de
menospreciarlos y dado el tema de este reto, me ha parecido interesante este
punto de vista.
Os dejo este enlace de Sara Palacios por si os apetece leer
más sobre la interpretación de los mensajes, a veces nocivos, de esas
historias:
https://graziamagazine.com/es/articles/cuentos-mensajes-nocivos-princesas/)
(Texto perteneciente a la propuesta de Variétés: “Subliminal”)
Impecable la resolución de tu reto.
ResponderEliminarEs así tal como lo escribes, los velos que nos cubren los ojos y no nos permiten ver la realidad, no solo en cuanto al amor,sino a la vida en general.
Excelente!
Un beso enorme y otro enorme GRACIAS! por estas maravillas.
En la vida hay que estar bien despiertos para canalizar todo cuanto hay en ella, y quedarnos con la realidad desnuda y libre...
EliminarMuchas gracias por tu sentir, mi querida Ale 😊
Soy yo la agradecida de que estés y seas🙏
Bsoss y cariños enormes 💙
Yo tan bien prefiero tener alas que tener una belleza sublime jajaja. Un relato fantástico, donde la magia está en cada letra escrita. Ahora iré a visitar el enlace que nos dejas.
ResponderEliminarUn besazo, y repito, si soy muy pesada jja, muchas gracias, Ginebra.
Con esas alas podemos alcanzar toda la belleza que hay más allá de una simple apariencia...
EliminarDe pesada nada; eres un cielo, y soy yo la que me repito ahora y te doy las gracias de corazón por todo 😊🙏
Bsoss y cariños enormes, preciosa 💙
Es cierto que crecimos con esos cuentos y sus mensajes que entonces no percibíamos. Me gustó mucho tu relato cuyo mensaje es pura magia. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarEsas historias condicionaron mucho a las niñas, y no para bien, precisamente.
EliminarMuchas gracias por tu sentir, querida Nuria 🙏
Siempre un placer tu bonita compañía.
Abrazos y cariños enormes 💙