(Autora:
©Dafne Sinedie)
Alice nació con la
capacidad de cruzar al Otro Lado del Espejo. En ese mundo, que a simple vista
parecía un reflejo del real... Claro que, ¿cuál era realmente el mundo real?...
todos los imposibles eran posibles.
Al Otro Lado del
Espejo las personas podían comunicarse con los animales, las flores cantaban y
el Sol se asomaba cada día por esquina diferente. Además, existían criaturas
sorprendentes: Los Borogobios eran pájaros fruncimosos, pues adoraban fruncir
sus plumajes cuando estaban mimosos, y solían vivir cerca de los relojes de
sol. Sus vecinos, los Limazones, tenían la mitad del cuerpo como los tejones y
la otra mitad como los lagartos, y se movían giroscando agiliscosos. El
Galimatazo vivía en el Bosque Turgal, y era una quimera con el cuerpo de
dragón, bigote, cabeza de pescado, antenas de insecto y cuatro garras; se
aconsejaba evitarlo. Por el contrario, el Zamarrajo sí podía domesticarse. Pero
sin duda la criatura más maravillosa, tanto a un lado como al otro lado del
espejo, era Alice.
Tirabuzones dorados
enmarcaban su pálido rostro. Sus ojos eran de color verde imposible y sus
labios rosados como piruletas. Siempre vestía de azul celeste, su color
favorito. Sin embargo, odiaba los zapatos de tacón; prefería unas buenas botas
con las que poder correr, jugar y bailar cómodamente.
Alice era la Reina del
Otro Lado del Espejo, un mundo imposiblemente pacífico y feliz. Y en su diario,
Alice atesoraba todos los corazones que por ella palpitaban, incluido el mío.
(Relato perteneciente
a la propuesta de Variétés: “Un nuevo mundo”)
PRECIOSO!
ResponderEliminarAsí en mayúsculas!
Un saludo.
El amor hacia esa pequeña es tan bonito, que todo tu escrito asi lo refleja, Un besote, grande.
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