(Autora: ©Ginebra Blonde)
Ese pequeño mordisco
que Aurora estaba a punto de dar a la manzana que aquella misteriosa mujer le
había ofrecido, no sólo entrañaba que el mundo que ahora habitaba desapareciera
como un grácil suspiro en la niebla, sino que significaría que la humanidad, en
su inexorable y perpetuo propósito por salvaguardar el mundo, habría fracasado.
Todas las batallas lidiadas contra
monstruos ostentando ser humanos; todo
lo luchado y sangrado en aras de la justicia, la dignidad y la libertad
anheladas, habría sido en vano.
La decisión estaba en su mano.
Aquella mujer apareció de pronto mientras
Aurora descansaba bajo el olivo de sus antepasados.
Le gustaba sentarse bajo él, e imaginar ese
mundo por el que todos sus mayores habían combatido no sólo en filas y en pie
de guerra, sino también con el dolor y el llanto de todos los allegados que
habían sufrido pérdidas.
—Tantas pérdidas…—
Quizá esa mano que
le ofrecía la posibilidad de cambiar un mundo por otro, era la de un ángel
otorgando una segunda oportunidad de existencia; pero ¿por qué a ella?... Una
muchacha huérfana que el único apego que poseía en su mundo, era aquel viejo
olivo al que, cada día, acudía para dejarse llevar por una energía especial que
emanaba.
—Dime muchacha, ¿aceptas?, ¿morderás esa
manzana? —le preguntó aquella mujer esperando una pronta respuesta.
—Y si no lo hago… ¿qué le ocurrirá al
mundo?
—¿Crees en él?, ¿guardas algún ápice de
esperanza en tu corazón?
—Sí. Creo en él. No quiero otro mundo.
Quiero este que me vio nacer. Quiero seguir sentándome bajo este olivo, y ver
cada día los rostros de mis padres; mis abuelos… Quiero…
—Y ¿qué estarías dispuesta a dar a cambio?
—le interrumpió.
—Lo que sea. Daría cualquier cosa si con
ello el mundo volviera a respirar libre de toda enfermedad que lo ha ido
subyugando al deterioro y casi al exterminio.
—Entonces, toma esta varita de luz y este
escudo de plata. Una vez sostengas en tus manos cada una de estas dos piezas
divinas, no habrá marcha atrás. Dejarás de ser humana, y serás como yo ahora.
Le concederás al mundo cien años de oportunidad para resarcir sus errores, en
los cuáles, tú sólo mediarás como musa en su despertar; y cuando éstos
transcurran, bajarás a la Tierra y buscarás un corazón noble y puro, para
hacerle la misma proposición.
—Y… ¿tú? ¿Qué pasará contigo?
—Volveré
a nacer en este mundo; como tantas otras personas que escogieron creer en la
humanidad.
—¿Eso quiere decir que nadie dejó de creer?
—Nadie. Por increíble que parezca, todos, en
lo más profundo del corazón, seguían albergando la fe. Y gracias a ello, los
nuevos nacidos van germinando la esperanza, y con ella, la posibilidad de que
el mundo vuelva a respirar, como sabiamente has dicho…
Aurora miró el olivo con tristeza, a la vez
que con orgullo. Sostuvo en sus manos la varita y el escudo, y su cuerpo se
convirtió en un haz de potente y hermosa luz; y aquella que le había ofrecido
la divinidad, se desvaneció ante su atónita mirada dejando una estela luminosa
y ascendente que se perdía entre unas nubes que parecían abrirle paso.
Una preciosa niña
nacía en ese mismísimo instante…
©Ginebra Blonde
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Un nuevo mundo”)
Exquisito relato,con toda tu huella,el mundo femenino,la elegancia y la magia!
ResponderEliminarGracias Gine por tu brillo.
Un besote!
Qué bonito lo sientes, mi querida Ale... 😊
EliminarBelleza y magia en tu mirada ✨
Agradecida de corazón 🙏
Bsoss enormes 😘💙
Una manzana cambió el rumbo de la vida, tal vez las letras deberían hacer lo mismo. Y dar un poco de sentido común a la vida.
ResponderEliminarUn placer leerte, Ginebra, mil besicos de colores. mi abrazo enorme y mi cariño. GRACIAS.
Que por soñarlo no quede... Quizás algún día; quizás...
EliminarEl placer siempre mío, preciosa. Agradecida de corazón por todo 🙏
Abrazos y cariños enormes para ti 😘💙