(Autora: ©Susana)
En el silencio de
las sombras del siglo XIX, en un rincón oculto de la historia, yace una figura
envuelta en encaje y seda, una mujer de secretos ocultos y deseos reprimidos.
Su mirada, profunda como el abismo, guarda el pesar de una vida marcada por la
opresión y la insatisfacción.
Ella es la
guardiana de los susurros, una dama de una era en la que la sensualidad se
mantenía enjaulada, una prisionera de las expectativas impuestas por la
sociedad de la época. Su dedo, un pálido guardián, silencia los pensamientos
prohibidos que se atreven a danzar en su mente, pero su corazón anhela la
liberación, una liberación que solo puede encontrar en la oscuridad y la
clandestinidad.
Tras las pesadas
cortinas de terciopelo, sus ojos observan sigilosa la vida que florece fuera de
su mundo encerrado. Susurra un suspiro cargado de anhelo mientras se asoma a
las cerraduras, espiando a aquellos que se atreven a vivir sin restricciones,
que se entregan al placer y la armonía sin temor ni culpa. En susurros de
envidia y deseo, observa sus encuentros apasionados, sus risas llenas de
alegría, preguntándose si algún día podrá conocer la dicha que tanto le ha sido
negada.
En el reflejo de
los espejos antiguos, ve el reflejo de una mujer atrapada en su propia cárcel
emocional, una prisionera de una época que no comprende sus anhelos y ansiando
una liberación que se le escapa como el humo entre los dedos. En sus ojos, hay
un brillo de rebeldía y determinación, una chispa que promete que un día, de
alguna manera, encontrará la fuerza para liberarse de las cadenas que la atan y
buscar su propio placer y armonía en un mundo que finalmente le pertenezca.
Así, en la
penumbra de la historia, esta figura enigmática persiste, un alma en búsqueda
constante de un paraíso que está destinada a encontrar, porque incluso en la
oscuridad más profunda, la luz de la libertad siempre encuentra una grieta por
la cual brillar.
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Collage”)
Muy bonito ese espejo que delata todo lo que llevamos dentro.
ResponderEliminarNos atrapan , pero a la vez nos dicen verdades que a veces queremos ignorar.
Un abrazo.
De hecho la líbido se tenía que esconder. Las damas no podían mostrar concupiscencia alguna.
ResponderEliminarUn buen relato. Por la libertad de sentir y de ser. Un abrazo