ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de octubre: "Mosaico"

Campirela/ Nuria de Espinosa/ Auroratris/ Gustab/
Susana/ María/ Marifelita/ Dulce/ Chema/ Lady_P/
Tracy/ Dafne SinedieGinebra Blonde.  

sábado, 30 de septiembre de 2023

Papel pintado


(Autora: ©Marifelita)

(Waldemar Strempler)


Comprar mi propia casa fue un sueño hecho realidad. Llevaba ya un tiempo detrás de ello y por fin, por suerte surgió la oportunidad que aproveché sin dudar. Era una pequeña casa vieja en el centro del pueblo, a pocos kilómetros de la ciudad. Estando tan bien situada, pero necesitando muchas reformas para habilitarla, me la dejaron a muy buen precio.
 
Una casa con suelos de madera, cocina y baño con más de cincuenta años y paredes todas empapeladas de llamativos y distintos estampados en cada estancia. Solo retirar aquel papel pintado en todas las habitaciones me llevaría su tiempo. Pero no tenía prisa ni intención de irme a ninguna parte, así que la arreglaría poco a poco y la dejaría a mi gusto.
 
El día de la mudanza metí todas mis cajas en la habitación más pequeña, y quise empezar a pelearme con el papel floreado del salón comedor. Por suerte lo puede retirar con facilidad, se notaba que lo habían colocado mal y con precipitación. Para mi sorpresa descubrí una pintura hecha directamente en la pared principal. Se trataba de un enorme y excelente retrato de una mujer joven y hermosa. Me pareció genial y quise conservarlo y la mejor manera de hacerlo que se me ocurrió fue enmarcarla directamente en la misma pared. Sería la obra estrella del salón, mis visitas alucinarían.
 
Unas semanas más tarde, cuando ya tuve el comedor bien pintado, mis muebles en su sitio y toda mi vajilla y cristalería guardadas en el aparador, tocaba el turno a mi habitación. Era una estancia amplia con un gran ventanal y un viejo armario que tapaba toda una pared de lado a lado. Lo desmontaría y lo sustituiría por uno nuevo, pero antes tocaba enfrentarse de nuevo con el papel pintado. Esta vez eran motivos menos luminosos que combinaban exóticas y coloridas aves con una abundante y frondosa vegetación selvática. Guardé trozos de aquel papel, me pareció un estampado fantástico para reproducir en algún tejido.
 
Debajo de aquel vistoso papel encontré un curioso collage que ocupaba toda la pared detrás del armario y que combinaba pequeñas obras dibujadas y pintadas sobre la pared con la misma modelo del comedor como protagonista. Tenían cierto aire triste y melancólico, pero eran preciosas y todas sin firma. Era una lástima ya que el artista tenía mucho talento. Para que no se perdieran esas obras para siempre debajo de varias capas de pintura, decidí hacer unas fotos a gran resolución de todas ellas para luego imprimirlas y decorar mi salón, acompañando el enorme cuadro que presidía el comedor.


(Waldemar Strempler)

Pasaron meses hasta que decidí arreglar la habitación pequeña, llena de trastos viejos de la casa y de cajas de la mudanza que aún no había encontrado momento ni lugar donde colocar. Al retirar la primera tira de papel de la pared ya vi que aquella me costaría más que las demás, tenía varias capas, una encima de la otra, por lo menos conté cinco o seis, con diferentes estampados. Al retirar la última, lo que descubrí me dejó horrorizada.
 
Las cuatro paredes de la habitación estaban cubiertas por un enorme mural, formado por recortes de periódicos y fotografías de una joven artista, algunos titulares informando de sus éxitos y otros de su desaparición y posterior investigación. Pinturas y dibujos de la misma protagonista, pero en escenas dantescas y situaciones terribles. En una de ellas aparecía el siguiente texto escrito a pincel con gruesos y desordenados trazos:
 
“Nunca podrás huir de mí. Porque desde el día en que te conocí has sido mía. Siempre estarás conmigo. Mía para siempre y gracias a mí, eterna.”
 
Salí despavorida de la casa, me entró una sensación horrible de ahogo y vértigo al mismo tiempo. En ese momento solo pensé en ir a comprar un par de botes de pintura negra para tapar aquellas horribles paredes. Con un poco de suerte quedarían bien cubiertas. Aquella noche dejé la habitación cerrada pero apenas pude dormir. Empecé a pensar si sería una buena idea seguir viviendo en la casa.
 
Finalmente decidí alquilarla y buscar otra para mí, pero no me marcharía del pueblo. Había algo en mi interior que me empujaba a indagar sobre aquella misteriosa mujer, qué le habría ocurrido y quién fue el obsesivo autor de aquellas perturbadoras obras. Hay algo hipnótico en ellas, me las llevé a mi nueva casa junto con todas las fotografías que pude hacer de las paredes antes de taparlas. No sé cómo explicarlo, no puedo apartar la mirada de ellas.


(Waldemar Strempler)

©Marifelita
 
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Collage”)


2 comentarios:

  1. Ya te leí en tu blog y me fascino el relato que compusiste. Hay casas que tienen vida propia y esta lo era.
    Un besote.

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  2. Lo leí en su blog y me gustó mucho, porque me pude poner en su piel, ante esos murales escondidos tras papel pintado, y la sensación de terror fue in crescendo.

    Un abrazo a ambas

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin