ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de octubre: "Mosaico"

Campirela/ Nuria de Espinosa/ Auroratris/ Gustab/
Susana/ María/ Marifelita/ Dulce/ Chema/ Lady_P/
Tracy/ Dafne SinedieGinebra Blonde.  

jueves, 31 de agosto de 2023

Una historia del pasado


(Autora: ©Ana)

(Brooke Shaden / Laura Makabresku)

Te observo y me parece que yo soy tú o que tú eres yo. He estado en esa puerta o en una parecida y también he bajado descalza unas escaleras mientras esperaba el amanecer. Sucedió hace muchos años y ese recuerdo ha permanecido enterrado todo este tiempo por lo doloroso que fue pero trataré de hacer memoria, pues mi historia no es tan diferente a la tuya.
 
Fui muy infeliz en esa morada que se parece a la que veo justo detrás de ti. Nací en un pueblo grande, una villa, que mi familia dominaba con mano de hierro. Podría describir tantos actos de crueldad que tuve que presenciar desde mi infancia, esa era la tónica de mi familia, rica y prepotente que hacía y deshacía a su voluntad. Me educaron para ser una déspota y tardé mucho tiempo en reconocer el amor pues nunca lo había presenciado en mi entorno y por desgracia durante muchos años no tuve acceso al mundo que había tras los muros de la mansión. No me voy a recrear en el sufrimiento que fue vivir esa época de mi vida, trataré de obviar todo el daño que mi familia ejercía sobre ella misma y sobre los demás. Pero te contaré algo curioso, sé que eso no lo has vivido, por fortuna para ti. Mi familia y las demás afines, en su locura trataban a la mayoría de las personas como a ovejas, sí, eran así. Se consideraban los pastores de su pueblo y cuando hablaban de sus habitantes se referían a ellos como su rebaño, literalmente los veían así. Esa forma de percibir el mundo les parecía muy natural y me lo repetían muchas veces. Normalmente la técnica de repetir funciona bien aunque en mi caso no fue así, yo asentía siempre con la cabeza pero en mi interior sabía que todo era una memez, tal vez para justificar sus malas acciones.
 
Y así crecí. A menudo me preguntaba si algo en mis genes no estaba bien pues no me sentía parte de esa familia, era como ver a un canguro criado por un grupo de jirafas, inexplicable. Y como te sucedió a ti, también tuve que vivir en un entorno en el que la compasión se consideraba una debilidad, con frecuencia mis actos eran motivo de vergüenza para mi familia y creo que siempre fui para ellos un auténtico dolor de cabeza. Recuerdo que en una ocasión, tendría unos 10 u once años, paseando junto al estanque que había en la parte de atrás de la casa salvé la vida de una mosca que se había caído al agua, la levante sobre mis dedos y la alejé del peligro. Mi madre que estaba cerca, vio la escena horrorizada y me dio un bofetón. Era muy raro que mi madre perdiese la compostura, ese arrebato de humanidad aún motivada por su aversión a la vida, me dejó perpleja.
 
Era extraño que me aplicasen castigos físicos, solo me ignoraban, cuantas veces incluso estando en la misma sala era como si me hubiese vuelto invisible. Padecí ese tipo de castigo desde muy niña y aunque en un principio estaba confundida y el destierro funcionaba, finalmente llegó un momento en el que dejó de dar el resultado esperado. Podría parecer un castigo terrible, entonces ellos eran los únicos seres humanos con los que tenía contacto pero lo que no sabían, menos mal, es que llegó el día en que el hecho de no socializar con esas mentes enfermas fue el mejor regalo que pude recibir. Hablaba con las plantas, con las aves, con todo a mi alrededor salvo ellos, no se podía pedir más. Ese comportamiento, creo que lo llaman telepatía, me llevó mucho tiempo de entrenamiento pero finalmente dio sus frutos.
 
Empecé hablando con las flores y aunque no me respondían, yo les hacía preguntas e intentaba mantener una conversación. Un día, tras haber preguntado algo que ya no recuerdo, noté que si mi cabeza se inclinaba a la derecha era claramente un sí y al revés, si iba hacia la izquierda significaba una negativa. Resultó muy emocionante, aún era niña y con cualquier descubrimiento me embargaba la emoción. No sé cuánto tiempo tardé en conseguir que en mi mente se formasen palabras, mucho, para que te voy a mentir pero lo conseguí, y a las palabras le siguieron frases y nunca más me volví a sentir sola, siempre había un alma con la que conversar. No obstante, te he de confesar que en un principio me asaltaban las dudas sobre si me estaría volviendo loca. Además, a veces me decían una cosa y resultaba ser otra, en esas ocasiones me enfadaba muchísimo, por mi educación supongo, mi reacción airada era lo que siempre había visto hacer cuando las cosas no salían como uno quiere. Entonces, se hacía un silencio muy grande y durante días no había forma de volver a ponerme en contacto. Tras uno de esos arrebatos y la consiguiente espera, una flor me dijo aquella tarde que la responsable era yo, que mi mente traducía lo que ellas me transmitían poniendo las palabras que a mí me parecía mejor y eso daba lugar a los malentendidos. Traté a partir de entonces de ser lo más neutra posible cuando usaba mi mente para escuchar y eso fue algo decisivo para aprender a comunicarme de esa forma.
 
No sé bien por qué te estoy hablando de todo esto, me he ido del asunto en cuestión, la puerta a tus espaldas y tu expresión. El caso es que sé bien por lo que estás pasando, a veces puedo leer la mente. Bueno, no pongas esa cara, tampoco te creas que es tan raro. He de decirte además que yo también sufrí por amor, y mucho, sobre unos escalones similares a esos en los que tú estabas sentado hace unos instantes, yo me quería morir.
 
Me acuerdo ahora del enorme salón, había asistido con mi familia a una celebración de esas que marcan una época y al lado de una pequeña mesa ovalada y adornada por un bello jarrón con margaritas, estaba él. Lo cierto es que lo que yo observaba eran esas flores que siempre me han llamado la atención, seguramente porque me llamo así, Margarita, lo único bello que mi familia me proporcionó. Pero mi insistencia en mirar hacia ese punto concreto de la sala despertó su curiosidad según me contó después. Pensaba que me había fijado en él y que mientras observaba el jarrón solo trataba de mirarle de reojo jajajajajaja como nos reímos cuando le conté la verdad. Descubrí en ese momento que era diferente a todo lo que conocía pues no se sintió perturbado por la mala interpretación, se rio, y su risa tenía el sonido del agua de la cascada que yo a menudo escuchaba en mi jardín, creo que en ese mismo instante me enamoré.
Yo no sabía nada del amor, mi familia no me había hablado sobre ello y aunque alguna vez había escuchado al servicio murmurar sobre enamoramientos tenía prohibido conversar con los sirvientes y en cuanto se percataban de mi presencia se alejaban volando por lo que mi ignorancia en esos temas era enorme. Lo que sentí el día en que le conocí se parecía en algo a lo que había escuchado, escondida, de boca de esas personas que me servían guardándome las distancias. Supe entonces lo que era desear que el tiempo se detuviese mientras le escuchaba hablar, como si todo lo que me importase en la vida lo tuviese delante. El corazón se me aceleraba en ocasiones, cuando se refería a temas como la amistad, el amor… ese día hice el descubrimiento de mi vida, había un mundo increíble tras la puertas de mi casa que hasta ese momento desconocía. Una de las primeras cosas que me contó Ángel, así se llamaba, es que le parecía extraño que a mis dieciséis años me mantuviesen oculta en la mansión, como única mujer casadera de la familia el hecho de que aún no se hubiese concertado mi matrimonio era poco común. Me dijo que muchos pensaban que seguramente era muy fea o de muy mal carácter, por eso mi familia no se atrevía a mostrarme públicamente. Como nos reímos tras esa confesión, creo que ese tarde me reí más que en todos los años transcurridos hasta ese día.
Nos hicimos inseparables, yo seguía sin poder salir de casa pero Ángel me visitaba casi a diario. Mis padres no decían nada, ni lo aprobaban, ni lo condenaban, y en ese vacío de su duda yo pude al fin saber lo que era la felicidad plena. Descubrí el primer beso, y el segundo, y el tercero… con mucha precaución y tratando de no ser muy explícitos en nuestras muestras de cariño cara al exterior, vivimos una gran historia de amor. No me voy a alargar con los detalles, sé que la tuya también ha sido una magnífica historia de amor aunque por desgracia truncada, como la mía. Yo también amaba con todo mi corazón, y como te sucedió a ti, él partió a ese lugar del que nada sabemos y ni siquiera me permitieron ir a su entierro pues consideraron que estaba demasiado afectada.
 
Se fueron todos a despedir a mi amado, menos yo. Partieron casi de noche, los actos comenzaban a primera hora de la mañana e iban a dormir a una propiedad cercana al domicilio del que había sido mi amor. Ya hacía un buen rato que había oscurecido cuando salí por la puerta de atrás de la casa, descalza, me senté en los fríos escalones y el tiempo al igual que yo se congeló. Me quedé mirando a lo lejos un cielo parcialmente iluminado por la luna como último acto de mi vida. Había decidido dejarme morir, estaba convencida de que podía hacerlo y durante horas estuve así, inmóvil y con la vista clavada en el cielo, esperando a que el amanecer rematase la exigua energía que aún pudiese permanecer en mí.
 
*

No me morí como puedes ver, creo que en algún momento perdí la consciencia pero los primeros rayos de sol me hicieron abrir los ojos y contemplé con extrañeza que aún estaba unida a mi cuerpo, no me había ido a ninguna parte. No obstante me encontraba bastante mal, temblando, posiblemente con fiebre y sin apenas fuerzas para levantarme. No sé cómo lo hice pero me adentré en la casa, subí por las escaleras de servicio que finalizaban casi en la puerta de mi habitación y me desplomé sobre la cama. Cerré los ojos sabiendo que la muerte y la vida hacían tablas en ese momento y sin importarme demasiado como sería el desempate, me abandoné a la inconsciencia pero esta vez arropada por la gruesa colcha que me protegía hasta de mí misma.
 
La sed me hizo despertar al caer la tarde y como tenía una jarra de agua sobre mi mesita y un vaso, sacié mi sed hasta no dejar ni una gota. Volví a despertar en la noche, milagrosamente me encontraba algo recuperada así que bajé a la cocina a comer algo y de nuevo volví a mi habitación a acostarme.
Cuando desperté de nuevo era mediodía, otra vez me obligué a comer algo y a continuación subí a cambiarme de ropa. Necesitaba ponerme algo cómodo, además de una maleta en la que pudiese llevar todo lo necesario para estar fuera un tiempo, había decidido escaparme de casa aprovechando que mi familia aún no había vuelto.
Si la vida se empeñaba en no abandonarme, me encargaría de que al menos mereciese la pena vivir, solo sabía lo que Ángel me había contado de esos pueblos desconocidos que había en las cercanías, pero al menos era algo.
 
Y así inicié una nueva vida, cada vez más lejos de mi casa. Nunca supe si me buscaron. Al principio tomaba todo tipo de precauciones pero con el tiempo, convertida ya en mujer adulta, el asunto dejó de preocuparme. Viajé mucho y viví muchas experiencias que por fortuna me salieron bien. Aprendí a presentarme como una joven viuda que trabajaba de maestra en los pueblos en los que se requerían mis servicios, mis conocimientos sobre matemáticas, física, astronomía, literatura, filosofía… eran mi mejor carta de presentación. No me quedaba nunca más de 6 meses en ninguna escuela, aun así llegaba a conocer bien a los niños y a sus padres, esas supuestas ovejas que eran como yo, seres de carne y hueso en lugar de soberbios manipuladores. Trascurrido ese tiempo ponía alguna excusa y me iba, no quería echar raíces ni apegarme demasiado a nada. Normalmente las clases conllevaban el alojamiento durante mi estancia, además de una pequeña asignación que me servía para comer y vestirme adecuadamente, así como afrontar otros gastos.
 
Hice esta vida por más de 10 años hasta que conocí a Fernando y algo me hizo click por dentro. Me marche a los seis meses como era mi costumbre pero un trocito de mi corazón se quedó en aquel lugar. Como profesora de su hija, Laia, tuve ocasión de conocerle y en seguida surgió cierta complicidad que él achacaba a la viudedad compartida pero en mi interior yo sabía que él era la clase de persona por la que renunciaría a mi estilo de vida, razón por la cual me fui casi sin despedirme. Me dolió bastante separarme también de Laia a la que había cogido mucho cariño, pero tenía miedo a hacer cambios que pudiesen acabar con todo lo que había conseguido y decidí no mirar atrás.
 
Me había convertido en una persona feliz con mi trabajo, errante eso sí, pero para mí era más una ventaja que un inconveniente. Conocí a hombres que parecían emborracharse con mi presencia, que decían verme tan bella, tan delicada, tan culta… y que muy a su pesar, tras deshacerse los pobres en tantos elogios, acababan por aceptar que nada me conmovía. No me había vuelto insensible, lo cierto es que tenía tantas cosas que ver y tanto que descubrir que el amor de un hombre entonces me parecía insignificante, solo Fernando asomaba de cuando en cuando por mi cabeza. A veces me venía su recuerdo sin más y en una de esas ocasiones, se me ocurrió hablarle mentalmente como lo hacía de niña y adolescente. Estaba comprobado que aunque me resultaba fácil comunicarme así prácticamente con todo lo que me rodeaba, con las personas era distinto. Si me contestaban, su respuesta venía de algún lugar tan recóndito que ni siquiera eran conscientes de lo que acababa de suceder. A pesar de todo lo hice, hablé con Fernando desde la distancia y mantuve con él largas conversaciones, a sabiendas de que era poco probable que las recordase conscientemente.
 
Y ocurrió que con el tiempo, ese tener a Fernando presente y a la vez tan lejos me empezó a pasar factura, mi felicidad empezó a resquebrajarse pues la nostalgia empezó a invadir mi vida cada vez con más frecuencia, a pesar de que intentaba huir de ella con todas mis fuerzas. En esa tesitura me debatía cuando supe que en su pueblo se necesitaba un maestro/a. El corazón me dio un vuelco en el pecho y no lo dudé, sin esperar a que finalizasen los seis meses acordados, me excusé por acabar mi labor antes de tiempo alegando motivos familiares de peso y regresé a esa vida que no había podido olvidar al lado de Fernando y Laia.
 
Nos fue bien, nos casamos y Laia estaba tan contenta que era un chorretón de alegría y buen humor constante en nuestro hogar. Pero he de señalar no obstante, que cuando llegué me encontré a Fernando muy distante, llevo su tiempo que volviésemos a retomar nuestra relación dónde la habíamos dejado. En cierta ocasión me comentó que había estado a punto de casarse pero por un impulso carente de toda explicación lógica, cortó la relación. Tratando de indagar más sobre el tema le interrogué lo más sutilmente que pude y al final me acabo confesando que en ocasiones veía mi rostro y hasta podía escuchar mi voz, por eso creía que nunca me había podido olvidar. Me sentía feliz pero a la vez un tanto apurada, consciente de haber mantenido esa llama encendida a sus espaldas. Pensé que en algún momento se lo tendría que decir, cuando fuese el momento perfecto, algo que nunca sucedió.
 
Me he convertido en una anciana de las que caminan algo encorvadas y con las caderas lo suficientemente gastadas para tener cuidado con mis pobres huesos que ya dan los síntomas propios de la edad como puedes apreciar, ochenta y seis primaveras, tengo 3 nietos y en general apenas sufro dolores, salvo cuando cambia el tiempo. Solo he de lamentar la pérdida de Fernando que se fue el verano pasado, aunque a decir verdad las décadas que compartimos han llenado por completo mi vida. No comencé con buen pie pero de alguna forma la pude enderezar.
 
Y al fin la expresión de tu rostro ha cambiado, menos mal. Así que si te parece bien acompáñame a mi casa, nos prepararemos un té caliente que este frío me está calando hasta los huesos. Y me podrás contar que es lo que se te ocurre que puedes hacer con el resto de tu vida, después de tanto hablar sobre mí te escucharé encantada.
 
 
(Relatos pertenecientes a la propuesta de Variétés:

6 comentarios:

  1. Es toda una vida contando con esa delicadeza que nos tiene acostumbrada Ana, me ha gustado leerte, ver como el amor lo cambia todo , a pesar de que en su niñez no fue feliz , supo guiarse por su corazón y al final este triunfo.
    Besote, con todo cariño.

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    1. Siento haber tardado tanto en responder, muchas gracias por tus palabras.

      Te mando un gran beso!!

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  2. Un relato que abarca toda una vida. La niña solitaria y que no acepta a su familia, deviene en joven que habla sin palabras. Por miedo a atarse deja a quien luego reencuentra y con quien es feliz.

    Esa anciana de hoy tendrá que escuchar a quien seguramente ha tenido una vida solitaria, como ella durante décadas. Un abrazo

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    1. La vida puede ser tan compleja y sin embargo siempre salimos adelante, es la cara y la cruz con la que tenemos que lidiar, con suerte sin tantos pesares como la protagonista.

      Disculpa la tardanza, te mando un gran abrazo!!

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  3. Un relato valiente que abarca más que una vida, diría que que una saga perpetuada en el tiempo.
    Muy interesante y delicada tu forma de escribir.
    Un abrazo

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    1. Te agradezco el cumplido, y salió una protagonista muy valiente sí, supongo que a la de malas no queda otra que sacar la heroicidad de donde sea.

      Un fuerte abrazo!!

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin