(Autora: ©Marifelita)
Hoy he robado el reloj de la iglesia, sé que ha sido una
travesura. No puedo evitarlo, siempre que veo uno, hay algo dentro de mí que me
empuja a hacerlo, es mi principal debilidad. Cuando salgo de ronda, siempre
llevo el elegante sombrero de copa del abuelo, que ya sufría la misma obsesión
que yo y el collar de la abuela que fue su fiel ayudante en esta misión durante
toda su vida. Luego les relevó de su tarea mi madre.
Llevo el monóculo mágico que heredé de ella para prever el futuro,
y el reloj de bolsillo de papá para calcular el tiempo que le queda a cada uno.
Cuando me coloco estos artilugios familiares, me llegan como voces lejanas,
susurros de mis antepasados que me dicen lo que está por venir. “Ese caballero
que cruza la calle será arrollado por un carruaje mañana por la noche. Aquella
dama que pasea por el parque padecerá una grave enfermedad dentro de un año.
Aquel muchacho travieso que corretea por el mercado robando piezas de fruta, se
verá mezclado en una pelea en el callejón y le costará la vida”.
En ocasiones son visiones, una vez las conozco puedo actuar y
evitar el desagradable futuro inminente que les espera a las víctimas,
advirtiéndoles de su porvenir. En otras la naturaleza es implacable, sigue su
curso y no hay nada que yo ni nadie pueda hacer para cambiarlo.
Cuando consigo que alguien me crea y cambie su desagradable
futuro me siento la más poderosa de las mujeres, como si fuera la dueña del
tiempo. Pero cuando ocurre lo inevitable no puedo dejar de pensar en ello
durante semanas, lo que me provoca una gran frustración y entonces es cuando
salgo a la caza de nuevos relojes para mi colección.
Este don es una gran responsabilidad que no es difícil de
llevar. Sufro crisis en las que flaquean mis fuerzas y tengo la tentación de
pasar este desagradecido trabajo a otro. Me miro al espejo y veo mi tatuaje, el
grifo protector, símbolo de mi familia desde hace ya tantos años que se pierde
en el tiempo. Me recuerda mi cometido en este mundo y entonces respiro hondo y
prosigo mi camino.
Ayer por la noche recibí una curiosa visita mientras me
disponía a robar el reloj de la estación. Se me acercó una elegante dama con su
equipaje y acompañada de una simpática mascota. Se me presentó como Miss Blue y
me dijo que venía de un tiempo muy lejano, ya que había conseguido viajar desde
una época futura hasta la nuestra.
Me quedé observándola fijamente, sin saber si creerme sus
palabras. Pensé que quizá intentaba engañarme o incluso tenderme una trampa,
cuando vi distintos símbolos en su vestuario, en su sombrero, su cinturón y un
colgante, que me recordaban de alguna manera mi insignia familiar. Y fue cuando
tuve una intuición y supe quién era. Era una descendiente de mi familia, ella
sí que era la verdadera “dueña del tiempo”. Nuestro símbolo del grifo había
evolucionado con las generaciones a un dragón alado, sería por eso de poder
volar en el tiempo. ¿Qué llevaría en sus maletas? ¿Quizá artilugios para hacer
su magia? Algo me decía que pronto iba a descubrirlo.
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Tótem”)
Muy buen relato, sigo pensando que el tiempo deberíamos tenor la opción de pararlo aunque fuese dos veces en la vida , una es poco.
ResponderEliminarUn besote.
Qué interesante relato, hace que reflexionemos sobre el tiempo, sobre nuestra misión en este mundo... me ha encantado!
ResponderEliminarMuy bonito tu relato! No dejemos escapar al tiempo.
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