ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de octubre: "Mosaico"

Campirela/ Nuria de Espinosa/ Auroratris/ Gustab/
Susana/ María/ Marifelita/ Dulce/ Chema/ Lady_P/
Tracy/ Dafne SinedieGinebra Blonde.  

viernes, 31 de marzo de 2023

Sola

 

(Autora: ©Marifelita)
 
Images by- Josephine Cardin


SOLEDAD
 
Quiso la mala fortuna que, a los pocos meses de jubilarse, se quedara viuda. Con la de planes que habían hecho durante toda la vida, y cometieron el error de dejarlos para el final. Sus tres hijos vivían en la ciudad, donde estaban sus trabajos y sus vidas y los domingos le traían a sus nietos de visita para comer su deliciosa paella. Con el tiempo fueron alternándose los fines de semana, ya no venían todos juntos, tan ajetreados iban que a veces se dejaba caer por allí uno de ellos en todo el mes. Todo volvió de nuevo la rutina, y no le parecía mal, eran jóvenes y tenían los fines de semana para disfrutar.
 
Pero ella aún tenía la necesidad de encargarse y ocuparse de alguien, y ahora que no tenía ni a su madre, ni a su marido y sus hijos ya no la necesitaban, ¿a quién cuidaría ahora? Una conocida le comentó que necesitaban voluntarios para vigilar una colonia de gatos a las afueras del pueblo, y no dudó ni un momento en colaborar. Cuidar de aquellos gatos se convirtió en su prioridad desde el primer momento. Sin darse cuenta dejó de gastar el dinero de su modesta pensión en cosas innecesarias como ropa y otros caprichos, su gasto principal era la alimentación y los cuidados de aquellos pobres gatos.
 
Sin hacer caso de los consejos de sus hijos y sus vecinos del pueblo, fue aficionándose a llevarse a alguno de los gatos de la colonia a su casa, desobedeciendo la principal norma de todo cuidador. Ella pensaba que siendo invierno estarían mejor en su casa. Tampoco parecía que a nadie les importara esos gatos. Y así fue recogiendo poco a poco un gato cada mes. Ya estaban esterilizados en la colonia, así que solo tenía que preocuparse de darles de comer y llevarlos al veterinario si alguno se ponía enfermo. Como tenía un carnet especial de voluntaria nadie le haría preguntas.
 
Los primeros meses los tenía alojados en el garaje, vacío desde que murió su marido, así que allí tenía espacio de sobra para ellos. Les iría entregando a sus hijos las cajas con todas sus cosas que allí aún les guardaba. Así nadie entraría allí para nada, ni tendría que oír su opinión sobre el tema, estaba convencida que ninguno de ellos lo entendería.
 
En unos meses el garaje se le fue quedando pequeño y habilitó una de las habitaciones de su casa, tan grande y ahora vacía, para poner allí a los más pequeños, que necesitaba tenerlos más controlados y vigilados, necesitaban más cuidados pobrecitos. Ahora sus hijos y nietos ya no venían a su casa, ella prefería ir de visita a la ciudad y así tenía la excusa perfecta para volver pronto al pueblo, siempre les decía que tenía que cuidar de un par de gatos recogidos temporalmente en casa.
 
Una mañana, la que era conocida ya en el pueblo como la loca de los gatos, fue encontrada en el suelo de su garaje. Sus adorados gatos estaban junto a ella, lamiéndola cariñosamente, jugando y dándole mordisquitos como solían hacer cada mañana. Pero ese día ella ya no pudo estar más por ellos. ¿Qué mejor manera de despedirse de todo, que rodeada de aquellos que te quieren y te necesitan?
 

*


LA BUGAMBILIA
 
Tenía una pequeña floristería en el barrio, con una bugambilia impresionante que ocupaba toda la fachada. Entre sus llamativas flores cada vez costaba más distinguir su pequeño escaparate y el cartel que daba nombre a su negocio, “Floristería Aurora”. Era un negocio familiar heredado de su abuela.
 
Siendo ella una niña, su abuela le regaló una pequeña maceta con una diminuta planta de vistosas flores color violeta. Como condición le puso venir ella a cuidar de la planta a su tienda. Así que al salir del colegio iba a la floristería para cuidarla además de empaparse de toda la sabiduría que su abuela le transmitía. Con los años la planta creció tanto que la trasladaron al exterior y siguió creciendo año tras año trepando por toda la fachada. Al jubilarse la abuela le dio el relevo a la nieta, muy orgullosa.
 
Daba gusto verla trabajar tan concentrada a través del escaparate. Los clientes al entrar siempre la interrumpían en sus largas conversaciones con sus plantas. Les hablaba e incluso cantaba. Le explicaba a cada una lo que les hacía falta para estar guapas y fuertes, mientras las trasplantaba de una maceta a otra más grande; las cambiaba de lugar si pensaba que la luz no era suficiente o bien era excesiva; o si la corriente de aire que entraba por la puerta no les era recomendable. Les daba sus vitaminas, las podaba y les leía artículos que trataban sobre ellas y sus cuidados.
 
Sentía cierta pena cuando un cliente se encaprichaba de una de ellas. Mientras la envolvía cuidadosamente en un papel decorado y añadía un vistoso lazo, le contaba con detalle los cuidados que precisaba. Como una madre que deja a su hijo con la niñera y antes de marcharse le da todas las instrucciones.
 
Una mañana, la florista no se presentó en la tienda, tuvo un pequeño accidente que la mantuvo alejada una larga temporada del negocio. En su lugar envió a su hermana para que se hiciera cargo. La bugambilia de la fachada empezó a marchitarse esa misma semana, sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo. Dicen por el barrio que no pudo aguantar tanto tiempo sin los cuidados de su dueña, sin oír su voz ni sentir su tacto y finalmente se marchitó de pura tristeza.
 

(Relatos pertenecientes a la propuesta de Variétés: "Humana-Mente")


3 comentarios:

  1. Qué bonitos ambos relatos! me han encantado!
    Un beso!

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  2. Cada uno de ellos nos deja una bonita enseñanza , la soledad que la evade con sus gatos y esas flores que cuando ella no esta mueren de tristeza. Precios ambos . Un besote.

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  3. Ambos son muy buenos. La soledad de la viuda convirtió la casa y garaje en hogar de gatos sin dueño...muy inquietante, porque habrá de decir stop un día

    Por las buganvillas, esa flor o arbusto que tanto engalana. Un abrazo, amigaan

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin