(Autora: ©María)
Abrió el baúl y en medio de toda aquella ropa polvorienta, al
fondo del todo apareció la nariz puntiaguda de “la pequeña marioneta”. Su
cuello se abría en una especie de pequeño racimo de plátanos, sus piececitos
eran como dos patucos rojos y con sus delgadísimo bracitos hacía malabares con
dos bolitas con lunares. Se la quedó mirando y sus pequeños ojitos enmarcados
en dos inmensa cejas parecieron suplicarle que la llevara con él. Siempre
jugaba solo y no le pareció mala idea tener un compañero de juegos silencioso.
Enrolló los hilos de la marioneta por entre los deditos delgados y torcidos y
observó que uno de ellos parecía manchado de algo denso y pringoso, pero no le
dio importancia y bajó a toda prisa las escaleras del desván llevándose con él
a “la pequeña marioneta”. Hubiera querido no encontrarse con nadie, pero de
sopetón se estrelló de bruces con Manuela, la vieja ama de llaves. La enorme
mujer clavó su inquisitiva mirada en él, como intuyendo que tramaba algo.
Instintivamente colocó la pequeña marioneta a su espalda y dibujó en su cara la
sonrisa más beatífica que encontró en su repertorio de gestos. ¿Qué escondes a
tu espalda? -Le preguntó-. Sin pronunciar palabra el pequeño balanceó su cabeza
negro azabache a un lado y a otro negando, mientras bajaba los ojos… Manuela le
repitió la pregunta. ¡Álvaro! ¡dime por favor que llevas oculto a tu espalda!
-casi le gritó- El niño extendió sus manos y mostró “la pequeña marioneta”. La
cara de Manuela se crispó en extremo y con un gesto felino se la arrebató de
las manos desapareciendo con ella pasillo adelante a toda velocidad.
Álvaro no podía creérselo ¿Para qué quería aquella mujer una
pequeña marioneta? Hacía dos meses que había fallecido su madre y a nadie
parecía importarle lo que él sintiera, pensara o necesitara, como si su
existencia no le importara a nadie lo más mínimo. Era invisible. Nadie reparaba
en él y de pronto Manuela parecía haber visto al mismísimo diablo al descubrir
su hallazgo. Continuó caminando cabizbajo por la enorme estancia que daba al
jardín cuando en la entrada de la finca vio descender de un auto negro
brillante, a un hombre trajeado portando un maletín. No sabía quién era. No lo
había visto nunca. Desde detrás de las cortinas observó cómo el hombre se
encerraba en el despacho de su padre. Permanecieron encerrados casi una hora.
Mientras, Álvaro, aburridísimo como siempre, había desplegado su ejército de
soldaditos de plástico sobre el suelo. Se abrió la puerta y el hombre salió.
Álvaro alzó la mirada y vio cómo su padre permanecía desmoronado sobre la mesa
de su despacho. Un metro más allá del marco de la puerta que había dejado
abierta el hombre, se giró y dijo dirigiéndose a su padre:
-Intente hacerse a la idea. La autopsia es concluyente. A su
mujer la asesinaron clavándole un objeto delgado doblado en la punta. Un
pequeño hierro o algo así.
Al instante de escuchar aquello Álvaro visualizó
perfectamente el dedito doblado de “la pequeña marioneta”.
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Juguetes”)
Un saco repleto de juguetes , pero sobre todo de historias vivas. Muy bueno, María. Besos, y me alegro de tu participación.
ResponderEliminarUn precioso texto, con esa marioneta generando la curiosidad infantil
ResponderEliminarUn abrazo a ambas
Interesante texto que nos sorprende desde primera hora, sin imaginar el desenlace que tiene con esa marioneta que encandiló al pequeño.
ResponderEliminarUn abrazo María