ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

miércoles, 30 de noviembre de 2022

La Ilusa

 

(Autor: ©Gabiliante)

(Ilustración- Francine Van Hove)

        Recuerdo que durante la práctica totalidad de la década en que mi edad empezaba por cero, podía atravesar el espejo. No me costaba apenas nada. A veces lo hacía sin querer, y podía encontrarme dentro sin saberlo. A la edad de seis años recuerdo haberlo traspasado incluso sin espejo. Allí me encontraba con otros niños y niñas que vivían dentro, pero también con otros, que como yo, veníamos de fuera. Me hice muy amiga de un niño de dentro, tanto, que a veces venía conmigo cuando volvía a casa. Los chicos que venían de fuera no podían salir por otro espejo, en cambio los que vivían dentro podían traspasar cualquier espejo que quisieran. Pero mi amigo siempre venía conmigo. En casa no lo veía nadie más que yo. Ni siquiera mi hermano pequeño.
 
          Al principio de la década en que mi edad empezaba por uno, me costaba más atravesar el espejo, y el problema fue “in crescendo”. Con éste que uso para desayunar muy a menudo lo conseguía. Allí me encontraba con mi amigo, pero a él, ya no le gustaba tanto jugar. Quizás a mí tampoco, pero yo siempre intentaba entrar, aunque me distraía enseguida. Me distraían otras cosas del exterior, tenía obligaciones, tengo aún, y cada vez más. Mi amigo ya no traspasaba nunca a este lado. Una vez que lo hizo, cuando apareció mamá, intentó llamar su atención, braceando y gritando. Le pregunté que por qué lo hacía, y me contestó que no lo sabía; “por probar”, dijo.
 
          Mañana mi edad empezará por dos. No me gusta este lado, y hace meses que no puedo entrar, ni con el espejo de la bandeja del desayuno. Cada día tengo más cosas que me aprietan, me agobian, me obligan, y la recompensa es tan poca. Quiero atravesar otra vez.
 
          Creo que es culpa del café. Creo que todo se aceleró cuando empecé a tomarlo. Creo que voy a dejarlo. Creo que no me deja soñar.
 
 
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Descabellado”)

1 comentario:

  1. Ay Gaby, ese café es mejor no tomarlo por las noches, él te impide atravesar el espejo y no te deja ver a ese amigo que tanto juego te dio en tu tierna infancia. Besotes.

    ResponderEliminar

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin