ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de octubre: "Mosaico"

Campirela/ Nuria de Espinosa/ Auroratris/ Gustab/
Susana/ María/ Marifelita/ Dulce/ Chema/ Lady_P/
Tracy/ Dafne SinedieGinebra Blonde.  

lunes, 28 de febrero de 2022

El Grito

(Autora: ©Volarela)

“El grito” Edvard Munch


   Alguien advirtió al pintor Daniel de que no usara aquellas pinturas que le compró a un indio; pero él necesitaba pintar como fuera, porque su ser se desangraba por dentro de una tristeza oculta y corrosiva.
 
  Tras una noche en vela, Daniel terminó su espeluznante cuadro. No sabía si romperlo o venderlo. En él había caído todo el tormento de su alma. Los tonos eran de pánico; también las formas, ondulando en la desesperación, trasmitían un grito tan fuerte que enmudecía cualquier señal sonora de vida. Nunca supo cómo pudo plasmar tanta fuerza sonora en su cuadro. ¡Y qué maravillosamente bien se sintió después! Parecía haber expulsado de su cuerpo mil demonios. Su estado ahora era pura beatitud... Sin embargo, tras terminarlo, extrañamente, dejó de oírse a sí mismo. Sus pasos no sonaban; ni su voz; ni su corazón... Nada... Era muy extraño...
 
  Salió a la playa; ni el viento, ni las olas, ni el paseo tenían voz. Llegó una ola muda a sus pies. El mar sin sonido era como un cuerpo inmenso de agua flotando en el vacío sideral. Las personas que en ese momento caminaban se alarmaron. Corrían despavoridas tratando de hacer ruido con sus pies, con sus manos, con sus labios... Estaban desesperadas, perdidas en la nada que les había llegado de golpe. Exigían la música de los verbos, o simplemente el de sus pisadas para comprender que seguían comunicados con la vida…
 
  El pintor comprendió que el fenómeno del mutismo era universal. Frente a él, en una ventana de un segundo piso, un músico trataba de sacarle notas a su violonchelo muerto, tocándolo, acariciándolo, abrazándolo… Luego, tiró un jarrón contra la pared, que impactó como las sordas burbujas de los peces. Las cosas ya no eran iguales; parecían flotar, sin sustancia, solitarias sobre las manos fantasmales del silencio. Toda la vida pasaba ante los ojos del pintor como un ave nocturna y lúgubre. Los labios de las personas luchaban por emitir palabras, pero sólo les salía un viento dormido dentro de otro viento dormido. A su lado pasó un perro con la mandíbula abierta. Parecía ladrarle copos de nieve negra; le exigía respuestas… Por todas partes la gente hacía muecas dolorosas, o buscaba un atisbo de ruido por los rincones, ya que vivir sin sonido era como vivir en el sueño de una ballena fantástica... y dormida.
 
  Daniel comprendió que el descomunal grito de su obra había dejado sordo al mundo, mientras que él, en su desahogo, gozaba de una felicidad que rozaba los límites inaudibles de la iluminación. Pero esa dicha no podía continuar. Debía sacrificarla. Sacrificarse por los demás.
 
  Destruyó su obra, quemándola. Entonces, aquel viejo dolor suyo escondido bajo tierra, aquel sufrimiento oculto por su hijo muerto resurgió con especial dureza, golpeándolo como un boomerang con toda la virulencia desatada de diez años de represión. Murió casi en el acto; pero antes emitió un largo y desgarrador alarido que movió las campanas de la iglesia hasta hacerlas sonar con un desenfreno agónico.
 
  Aquellas campanadas estrepitosas despertaron a la gente. Al fin, el concierto de la vida regresaba a su lugar: a los labios, a las patas, a los ríos, a las trompetas, a los llantos, a las cacerolas, a los maullidos, a las palmas de las manos, a las cláxones, a los vivísimos gritos de los niños… Todos se abrazaron; y un alud sediento de voces renació de las mismas alas de la vida.
 
©Volarela

(Relato perteneciente a la propuesta: “Emociones”)


**

Pintar como fuera (ansiedad)
Desangrarse de tristeza (tristeza)
No sabía si romperlo o… (confusión)
Los tonos eran de pánico (pánico)
Ondulando en la desesperación (desesperación)
¡Qué maravillosamente bien se sintió! (Bienestar)
Estado de pura beatitud (felicidad)
Las personas se alarmaron (alarma, susto)
Corrían despavoridas (pavor)
Tocándolo, acariciándolo (ternura)
Serenó su alma (serenidad)
El dolor de su alma (dolor, pena)
Sediento de vida (ansia, vitalidad)



5 comentarios:

  1. Sin duda nos has dejado un relato donde la satisfacción de unos es la desgracia de otros, al final la cordura es la que manda. Muy bueno. Besotes.

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  2. Qué buena la imagen que has puesto,,impacta!
    Mil gracias. Es un honor estar junto a los compañeros en tu bello espacio.

    Un gran abrazo

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    Respuestas
    1. Feliz de que te haya gustado, preciosa. Para mí es un lujo contar con vuestra compañía, así como con vuestras magníficas plumas.
      GRACIAS 🙏

      Abrazo grande 💙

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  3. Un encaje perfecto de las emociones que has utilizado en tu texto en el que al final se ha hecho la paz y el sosiego.
    Abrazos

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  4. Uff qué relatazo! Precioso, emocionante,rabioso,agobiante..en fin, has plasmado con verdadera habilidad y sensibilidad todas las emociones!
    Muy bueno!
    Besazo!

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin