Autor: ©Chema
"Película escogida: Los pájaros"
Eran las nueve de la noche. Regresaba a casa tras una larga
clase, para preparar un examen que una alumna mía tenía al día siguiente. Pasé
por delante del ambulatorio y me encontré con mi doctora, que salía de allí.
-¿Ya has
terminado tu jornada por hoy? -le pregunté-.
-Sí, hoy ha
sido un día duro, estoy deseando llegar a casa. Voy al metro, ¿tú hacia dónde
vas?
-Yo voy a mi
casa andando, está cerca. -Y de repente, tuve un *impulso* y le dije lo
siguiente casi sin darme cuenta-: En realidad mi familia está de viaje, así que
no me espera nadie. Te puedo acompañar hasta el metro.
Mientras
caminábamos, ella me contaba anécdotas de la consulta y yo la escuchaba con
atención, admirando su paciencia. Estábamos tan absortos, que al entrar en el
metro yo también pasé mi tarjeta por el torno, a pesar de que la idea era
acompañarla hasta allí y despedirnos.
-Pues vente
conmigo y te enseño a mi casa, así aprovechas el viaje que has consumido -me
dijo ella, con una sonrisa pícara-.
-Me parece
muy buena idea, así te conoceré un poco mejor. Aunque creo que tú eres muy
transparente, y tu personalidad es la misma dentro y fuera de la consulta
-respondí-.
-Soy un
libro abierto... o quizá cerrado. Como decía la maestra que aparecía en la
película *los pájaros* de Hitchcock.
Como había
bastantes paradas hasta donde ella vivía, sacó su móvil y me propuso que
escucháramos un poco de música juntos, compartiendo sus auriculares. La primera
canción que se escuchaba en la lista de reproducción era ‘sultans of swing’ de
Dire Straits. Casi me emocionó que coincidiéramos tanto en nuestros gustos
musicales. Mientras sonaba este clásico, no podía evitar mover los dedos al
compás de los solos de *guitarra* de Mark Knopfler.
En un
momento dado se le cayó el *collar* que llevaba, aunque no llegaron a salirse
las cuentas de la cadena. Me agaché rápidamente para recogérselo.
-Se le debe
haber desenganchado el cierre, luego lo arreglo en casa -dijo-. Me lo regaló mi
hermana.
-A ver...
cinco, diez, quince... Tiene 24 bolitas. Por cierto, 24 es la edad que
aparentas -le dije en tono travieso-.
-¡Sí,
hombre! -respondió riendo-. Venga, ve preparándote, que ya casi llegamos a
nuestra parada.
Mi corazón
latía aún más fuerte que cuando la veía en la consulta. Menos mal que no
llevaba el tensiómetro encima para tomarme las pulsaciones, porque se habría
preocupado por mí.
Fuimos caminando hasta su casa. Todo lo que sucedió a partir
del momento en que ella abrió con su llave y traspasamos la puerta fue
maravilloso. Pero es otra historia, y deberá ser contada en otra ocasión.
Relato perteneciente a la propuesta: "Impulsos"
En esta ocasión amigo Chema nos dejas una preciosa historia de amor ..donde la timidez de los personajes hacen de ella que nos emocionemos y querer seguir sabiendo como termino la noche ...aunque se puede imaginar jajaj ..te quedo relinda .
ResponderEliminarAbrazos con cariño.
Vaya casualidad al encontrarse los dos protagonistas por la calle y que una cosa llevase a la otra ;)
ResponderEliminarMe gustó mucho el relato, Chema, y las referencias que has ido dejando.
¡Un beso!