ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

martes, 2 de abril de 2019

Casa Del Pecado




Llevaba varios meses acudiendo periódicamente a mi doctora del ambulatorio, y gracias a eso nos estábamos conociendo mejor y descubriendo la química que había entre nosotros. Hasta que un día me atrevía a sugerirle quedar para tomar un café.

“Este sábado a primera hora de la tarde podría ser”, me dijo pensativa. “Pero tendría que ser breve, porque después llevaré al cine a mi sobrina, que se lo he prometido”. Entonces yo le propuse acercarme al barrio de Legazpi, donde ella vive.

Así lo hicimos. Me saludó con dos besos, algo permitido al encontrarnos fuera de la consulta médica. Fuimos a una cafetería que había cerca, y allí charlamos sobre las asignaturas que teníamos que estudiar en nuestros tiempos, sobre libros y música, sobre el sistema sanitario actual...

En un momento dado miró su reloj y me dijo: “Como aún nos sobra tiempo, si quieres acompáñame y te enseño mi casa”. Me subieron bruscamente las palpitaciones. Si ella hubiera tenido a mano el aparato que usa habitualmente conmigo para medir el ritmo cardiaco, se habría preocupado.

Al entrar en casa se quitó el abrigo que llevaba -pues aunque era marzo aún hacía frío-, y dejó al descubierto un vestido negro con escote triangular y sin sostén. Nada que ver con la sobria ropa que llevaba bajo la bata blanca en la consulta y a la que me tenía acostumbrado.

En su habitación tenía libros de Freud y de Nietzsche, pensadores absolutamente prohibidos en el colegio religioso donde estudié. También vi algunos libros de sexualidad, como el Diario Rojo de Carlota, que yo también lo tenía. Ahí tenemos un caso de que un libro te recomienda a una persona, aunque mi concepto de la doctora ya era inmejorable de antes.

Como música de fondo puso un recopilatorio de Donna Summer, que comenzaba por su primer éxito en orden cronológico, ‘love to love you baby’, una especie de versión americana de ‘je t’aime... moi non plus’. Desde luego la casa de mi doctora no era un club del Opus, no. Más bien era la casa del pecado, desde la óptica de los sectores más puritanos.

“Ven, que te voy a enseñar algo”, me dijo. Abrió el cajón de la mesita y sacó un preservativo. “¡Hay que tenerlo todo previsto! Y hasta las seis de la tarde, que es cuando tengo que ir a buscar a mi sobrina, hay tiempo”, me explicó con una sonrisa traviesa.

Sí, decididamente estaba en la casa del pecado. Y confieso que no me disgustaba del todo la cosa.


Relato perteneciente a la propuesta "De Revista (Pulp-Art)"



2 comentarios:

  1. Vaya sorpresa con tu doctora, Chema... una casa con una anfitriona que sabe tratar muy bien a sus "pacientes"
    Me ha encantado la lista de detalles musicales, todo.

    Mil besitos que te lleguen y mi felicitación.

    ResponderEliminar
  2. Muy bien contado.
    Me gustó esa dualidad, en esa doctora, con una vida formal que ocultaba a una mujer seductora. Y siendo doctora, estaba preparada.
    Que bien contado.

    ResponderEliminar

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin