Una noche, Michèle Lapachelle se escapó en su Lamborghini,
del lujoso Gaycindario donde vivía. Recorrió toda la avenida Pinker, llegó al
malecón de Piaget, se desvió a un costado de la Torre de Freud, y cruzó el túnel Lacan hasta llegar a la
fuente de Polífilo.
Allí, en su lugar favorito, y a dos cuadras de la casa en la
que creció, recordó por última vez los momentos felices y amargos de su
niñez.
<< - Mamá, no queremos ir con Mike a la escuela. Todos
dicen que es un maricón. - >>
<< - ¡Maldición! este niño nos va salir mariquita. -
protestaba el padre. >>
<< - Déjenle en paz, algún día cambiará, ya verán. -
contestaba la mamá. >>
Y efectivamente tuvo razón, un día cuando tenía catorce
años, fastidiado de prejuicios y odios homofóbicos por su propia familia
decidió echarse encima - en forma de rebeldía - una cubeta de pintura rosada.
El no sollozó, pero las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas
mezcladas con el líquido color rosa encendido. ¡Cuánto quiso ser huérfano! una
forma de eliminar simbólicamente a sus padres. Esa fue la última vez que vio a
su familia.
Cuando se quedó solo, no todo le fue color de rosa. Su
Odisea lo obligó a enfrentarse a un mundo racista, misógino, y homofóbico. El
salir del closet, había cambiado la historia prediseñada de sus padres, y ese
giro, había forjado su destino. Se refugió en la danza, el baile, el cual, le
permitió encontrar en el arte un espacio para dejarse llevar por su
personalidad. Jamás dudó que quería ser un creador, quería hacer historias
mágicas sobre el escenario con mucho glamour.
El tiempo pasó y todo cambió. La perseverancia, tenacidad y
sacrificio le cedieron el auténtico éxito. Michèle Lapachelle hizo su sueño
realidad, llegar a ser una hermosa Drag Queen de voluminosos labios, enormes
pestañas y supermelena engominada de color rubio platinado.
Michèle suspiró, sus penetrantes ojos verdes se llenaron de
brillo, y una solitaria lágrima se delineo sobre su piel de porcelana, sus uñas
se doblaron dolorosamente cuando apretó su puño en la foto familiar, luego la
dejó caer en la fuente de agua. Recobro el aliento y murmuró tristemente: -
Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. -
Luego, se dio media vuelta, y se alejó tan rápido como sus stilettos se lo
permitieron.
No más drama, ahora tenía sus famosos espectáculos, la
escuela de danza, y sus alumnas, los mejores alicientes para poder disfrutar a
plenitud su extravagante y maravillosa vida.
Relato perteneciente a la propuesta: "Alicientes"
Una fantástica historia donde la realidad y la ficción van de la mano .
ResponderEliminarSaludos.
Maravilloso, Yessy, Un relato digno de ser leído como proclama.
ResponderEliminarLo he disfrutado de tal manera que me ha encogido.
Un beso enorme.