Iba de camino a coger el próximo tren que salía de la estación, ya que me
encontraba en un viaje de negocios, cuando de pronto el buzón de voz de mi
móvil salto, me habían dejado un mensaje
de lo más extraño y desconcertante,
puesto que yo jamás, había hablado con nadie de las fantásticas
aventuras del arqueólogo de mi abuelo
Jacinto, que era como Indiana Jones, pero no tan famoso.
En el mensaje, una voz femenina y sensual me dio unas
coordenadas, del lugar donde se encontraba mi abuelo retenido, antes de
terminar la grabación, me avisaron, “Para poder llegar hasta aquí tendrá que
coger un barco velero, ya que no hay posibilidad de llegar en avión”
Deshizo el
camino andado, y mientras hacía unas llamadas, solicitó los servicios del alquiler de un barco con el capitán,
para que este lo llevase al lugar indicado,
esto le supondría un alto coste económico, pero a él no le importó, puesto que no tenía más
familia que su querido abuelo Jacinto.
Partieron
dos días más tarde desde el puerto marítimo de Barcelona, con el barco bien
equipado de comida, agua y medicamentos
por si acaso, sufrían en el trayecto, las fiebres del escorbuto.
En una mesa, sacaron un mapa y con la ayuda del compás y un cartabón,
vieron las coordenadas de dicho lugar, y
con ayuda de una brújula, y la estrella polar, iniciaron la aventura, de la
misteriosa búsqueda del abuelo Jacinto.
Mientras navegábamos
por la inmensidad del mar, hicimos nuevos amigos un grupo de delfines y un par de ballenas jorobadas con su cría, ya no estábamos solos en la
soledad y oscura noche, el capitán y yo.
A la mañana siguiente, el ruido de unos albatros
encolerizados los despertaron, la escena era dantesca, unos tiburones
habían atacado brutalmente, durante la madrugada a la cría de una de las ballenas jorobadas,
el resultado fue que los albatros se estaban dando un buen festín con lo poco que quedó de la cría de la ballena
jorobada.
Al caer la tarde del tercer día, por fin el capitán
del barco velero me informó de que había divisado tierra, salí de mi pequeño camarote dejando
lo que estaba haciendo, estaba escribiendo en mi pequeño diario de
bitácora desde que salimos del puerto
marítimo de Barcelona.
Cogí el viejo catalejo, compañero de aventuras de mi abuelo
Jacinto, cuando lo extendí y mire en la dirección, que el capitán me señalaba con
el dedo, por lo que él me explicaba, según las coordenadas era aquel lugar, ya
que no había ninguna otra isla en 7000 millas.
Nos felicitamos mutuamente
por haber llegado al destino, ahora solo nos faltaba buscar a mi abuelo,
estábamos nerviosos por llegar y poner los pies en tierra firme, pero pensé que
mejor sería pasar la última noche en el barco ya que se avecinaba tormenta. Esa
noche cenamos bien, albóndigas de pollo con guisantes salsa y patatas fritas,
bebimos vino y brindamos por mi abuelo, de postre nos comimos unas manzanas,
tomamos café con una copa de Brandy, y nos fumamos unos habanos que llevaba el capitán, para las ocasiones
especiales.
A la mañana siguiente, con el primer rayo de sol, fuimos en
dirección a la misteriosa isla, una vez
que llegamos a la costa, como si fuésemos piratas o corsarios de alta mar,
lanzamos el ancla del velero y hasta llegar a la playa fuimos en una pequeña zodiac
hinchable con remos, una vez que llegamos a la isla y pisamos el suelo, lo besamos y dimos
gracias a dios.
Yo llevaba una mochila, con una linterna, el mapa, la
brújula y una cuerda por si hacía falta para algo, y el capitán llevaba otra, él llevaba algo de comida y agua, una pistola con bengalas y un spray contra las picaduras de insectos,
nos adentramos en la misteriosa isla, y no había señales de vida en ningún
sitio cosa que nos extrañó, no muy lejos de allí vimos un cartel escrito en
castellano , que decía “ Fuera intrusos , peligro de muerte” y tenían la cabeza
de un hombre de pelo negro disecado y seco con la cuenca de los ojos vacíos y
la boca abierta, y los dientes amarillentos.
Caminamos unos cuantos metros más adelante cuando oímos el
retumbar de unos tambores, y gritos de guerra… De entre la espesura de la
selva, salieron hombres de mediana estatura corpulentos y ágiles, de una tribu que yo desconocía, le
pregunté al capitán si había visto algo igual, y me dijo que no, ya que no
sabía de qué clase de tribu eran, y si eran caníbales.
Como yo no me fiaba
de los que nos fueran hacer, cogí una vara de bambú para defenderme,
cuando el jefe de dicha tribu me habló, en un perfecto castellano…_¡¡ Tú llegar
a tiempo, de celebrar fiesta de cumpleaños!! _ ¡¡Yo … Gran padre, ser dueño de
esta isla!! _ La isla llamarse “Ginebra” y estas ser mis hijas, los hombres que
habíamos visto, se quitaron las máscaras
y eran las amazonas, más bellas y valientes, que jamás verían mis ojos, a lo
que yo le pregunté al gran padre: _ ¿Dónde, esta mi abuelo, lo tienen
secuestrado? A lo que el gran padre contestó… _¡¡ No, no está secuestrado vivo,
como un rey!!
Se quitó la máscara, y me dio un largo y cálido abrazo, y
mientras nos abrazábamos, me dijo…. _ Hijo mío, es que hace mucho que no vienes
a ver al loco de tu abuelo a la residencia, y te echaba mucho de menos.
Fin...
"Este relato está
dedicado íntegramente a mi buena amiga "Ginebra Blonde" que es una
gran persona, con un gran corazón, y que ella es la que me da alas para volar
con mi imaginación gracias a sus
cariñosos comentarios, va por ti amiga, que sabes que te quiero mucho,
le doy gracias a dios por haberte conocido"
Relato perteneciente a la propuesta "Mar, O Montaña"
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