Rebeca y yo habíamos decidido hacer un *viaje romántico* en
*velero*, partiendo desde Tarifa, en Cádiz. Ella me mostró un *mapa* en el que
se veía en detalle el estrecho de Gibraltar y el norte de África, explicándome
la trayectoria que seguiría nuestro barco.
Por fin llegó el gran día. En cuanto subimos al velero
entramos en nuestro pequeño camarote y nos descalzamos, como manda el
protocolo. Ella tenía los pies muy bonitos y cuidados, y con las uñas sin
pintar, que son más bonitas.
Yo llevaba una *brújula* que me habían regalado, y quería
probarla. Nos dirigíamos hacia el sur, por lo que la aguja giró 180 grados para
señalar hacia detrás de nosotros.
Rebeca me comentó que cerca Gibraltar había *delfines*.
Quizá a la vuelta del viaje en barquito podíamos hacer una breve excursión
allí, si nos daba tiempo. Nunca he visto un delfín de cerca. Son mamíferos, a
diferencia de los tiburones, que son peces.
Estábamos sentados en la cubierta, y me fijé en las
*cuerdas* que sujetaban las velas. Estaban atadas por fuertes nudos que no se
desharían fácilmente, nudos marineros. Me acordé de una historieta de Mortadelo
y Filemón en la que iban en un barco y necesitaban una cuerda, y Mortadelo
cogía una que sujetaba una barca, la cual caía sobre la cabeza de Filemón.
En esto, vino una ola muy fuerte que nos empapó por
completo. Cuando me recompuse un poco, me vi en el salón de nuestro
apartamento. Rebeca, que es muy bromista, me había echado un vaso de agua
encima y me decía riéndose: “¡Chema, que te has quedado dormido!”. Todo había
sido un sueño.
Aunque tal vez fue un sueño premonitorio, ya que ella me
dijo: “Mientras tú dormías, estaban dando en la tele un documental sobre viajes
en barco velero. ¿Por qué no hacemos una escapada algún día de estos...?”.
Relato perteneciente a la propuesta "Mar, O Montaña"
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