La función estaba por iniciar y de pronto lo vi ahí, en el palco del teatro, tan varonil, tan apuesto y por si fuera poco, tan mío. Me deslicé entre la actuación y una bella melodía que proyectaba justamente un amor como el suyo y el mío. Me dejé llevar por la fantasía que sin duda era mucho mejor que la realidad vivida. Y de pronto al final de la actuación, entre aplausos y el flash de un fotógrafo ahí estaba él, frente a mí, vestido de negro y con una rosa roja que de pronto no comprendí y sin más agradecí. Lo sentía tan mío, tan cercano y al mismo tiempo tan lejano. Su lejanía me había puesto en el mundo de las artes escénicas y justamente ese día estaba ahí con esa sonrisa tan cautivadora como su verde mirada, sin duda él sabía el poder que ejercía en mí, lo sabía y sin duda eso lo excitaba tanto a él como a mí. No hubo nada que nos frenara, me dejé llevar de tal forma que nuevamente sucumbí a sus encantos y me aferré a sus caricias como antes, cuando en el mundo no existía más nada que su mirada y la mía.
©Lolis
Relato perteneciente a la propuesta "Silencio, Se Rueda"
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