ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de octubre: "Mosaico"

Campirela/ Nuria de Espinosa/ Auroratris/ Gustab/
Susana/ María/ Marifelita/ Dulce/ Chema/ Lady_P/
Tracy/ Dafne SinedieGinebra Blonde.  

sábado, 30 de junio de 2018



A ella solo le faltaba dar un último paso; cruzar esa puerta pondría fin a sus muchos desvelos, pero, de alguna manera, temía cruzarla, encontrarse con algo que la hiciera sentir todavía peor que aquella pesada cruz que había soportado durante todos esos años…
¿Y si él la odiaba por alguna razón que desconocía?... Si no había hecho por buscarla, era más que evidente que no deseaba saber de ella. Sus únicos datos, eran que aquel hombre la había dejado una noche invernal en el patio del orfanato. Y todas sus averiguaciones, tan solo le remitían a ese lugar en el que ahora se encontraba.
A punto estuvo de dar media vuelta. De no saber quién había tras esa puerta, y por qué había renegado de ejercer esa maravillosa bendición de ser padre.
Dio un paso titubeando. Con su mano temblorosa golpeó la puerta. Esperó unos segundos, y la puerta se abrió…
Ante ella, un anciano desaliñado la observaba sin tan siquiera pronunciar palabra.

-¿Usted es…? –le preguntó ella sin que le diera tiempo a acabar la frase…
-Sí, lo soy… -le interrumpió el anciano- Sabía que este día llegaría… -siguió diciendo mientras se daba la vuelta y dejaba tras él la puerta abierta- Pasa… ya has esperado demasiado tiempo…

La hizo sentar en una silla de anea junto al fuego. Al poco, salió con dos tazas humeantes que sostenía con sus arrugadas y deformadas manos.

-¿Te gusta el té?... –le preguntó al tiempo que le ofrecía una taza, sentándose frente a ella…
-Sí, gracias… -contestó nerviosa y sin dejar de hacer cábalas en su mente…
-Bien; intentaré no ir con demasiados rodeos… -le dijo el anciano tras dar un sorbo a su té- No eres mi hija, pero sí sé quién es tu… creador... Eres una niña probeta. Fuiste incubada para utilizarte como cobaya y llevar a cabo unos experimentos, y yo… no podía permitirlo; eras tan… hermosa… Tus ojos eran tan risueños e inocentes; no, no lo permití, y una noche, me escondí en las instalaciones del laboratorio, rodeé tu pequeño cuerpecito con una manta, y te dejé en aquel orfanato; el mundo está podrido…
Entiendo cómo te sientes, pero no debes saber más, o… tu vida correrá peligro. La mía me da igual; estos ojos ya han visto demasiadas atrocidades...
-Yo… me siento… gracias… le debo la vida, yo…
-Shh… no digas nada. Necesitarás tiempo para asimilarlo. Ahora, sal por esa puerta y cómete el mundo, antes que él, te coma a ti…

©Ginebra Blonde

Relato perteneciente a la propuesta "Entra"










Sintió unos pasos apresurados que entraban tras ella en el ascensor. Apenas le dio tiempo a girarse, cuando un hombre había pulsado el stop y bloqueado las puertas.  Se quedó atónita. Su vestido negro encorsetado apenas le dejaba respirar. Él se acercó, bajó lentamente unos centímetros de la cremallera de su espalda, y con la otra mano, se deshizo el nudo de su corbata hasta quitársela. La respiración de ella comenzó a pronunciarse agitada, él, le puso un dedo sobre sus labios pidiéndole silencio. Le vendó los ojos con la corbata, la puso contra la pared del ascensor y, suavemente, fue subiendo su vestido…

Habrían pasado unos diez minutos, cuando las puertas se abrieron y, una vez más, allí estaba aquel tedioso fotógrafo que los había vuelto a pillar en una de sus habituales fantasías sexuales.
Ella se repasaba los labios con el carmín, y él, se anudaba su corbata; esa fue la instantánea que se publicó en todas las portadas de las revistas sensacionalistas de Hollywood…

©Ginebra Blonde

Relato perteneciente a la propuesta "Silencio, Se Rueda"










LA LLAVE


Era quizás el único momento en el que Cynthia dejaba descansar no solo su cuerpo, sino ese mecanismo complejo de su mente y que parecía no querer parar nunca: su baño de espuma.
Aquel día lo acompañó con una copa de vino; solía hacerlo cuando tenía algo que celebrar.
Encendió unas velas, e hizo girar el disco de vinilo de “Miles Davis” sobre un gramófono que adquirió en una casa de antigüedades.

No había sido fácil apuntar con su revólver a la cara de aquel presunto homicida, pero, la imagen de su padre asesinado, le daba fuerzas para sostener el cañón a la altura de sus ojos sin un atisbo de temblor en sus manos.

De su madre, conservaba una preciosa cruz con pedrería fina que llevaba siempre con ella bajo aquel uniforme que le daba el beneplácito de ajusticiar a delincuentes como aquel que segó la vida de su padre. Este le dejó su moto; aquella en la que la paseaba de niña y que hoy, era el vehículo que le hacía viajar más allá de donde la pudieran llevar esas dos ruedas que tanto alquitrán y vida habían recorrido…

Y en mitad de ese intervalo de tiempo en el que se sumergía en una especie de burbuja, sonó el teléfono. Dio un último sorbo al vino, dejó la copa apoyada en el borde de la bañera, y salió del agua. Cubrió su cuerpo con una toalla, y dejando un reguero de agua a su paso, se dirigió al salón a cogerlo…
-¿Sí?...
-Prepara el antifaz y las esposas… En menos de treinta minutos estoy ahí…
-¿Y si me niego?...
-¿Cómo, hoy estás rebelde?... Entonces tendré que persuadirte; tengo algo especial para ti… Una llave… pero no sabrás lo que abre, si no me obedeces…

Sonrió, y colgó el teléfono…
Se dirigió al aparador, abrió uno de los cajones, y sacó lo que él le había sugerido…
Esas esposas eran distintas; no aprisionaban las muñecas de esos monstruos depredadores con los que estaba acostumbrada a lidiar; eran, un pasaje delicioso al placer… aquel al que se sometía por quien supo verla, entenderla, y hacerla sentir como ninguno lo había hecho… Porque… “vivir no era solo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir” Gregorio Marañón. (Médico endocrino, científico, historiador, escritor y pensador español. 1887-1960) y él, había conseguido sacarla de aquel agujero emocional en donde se encontraba tras la trágica historia vivida. Él, era ese cincel con el crear un mundo diferente, y ella, no estaba dispuesta a morir…

Abrió la puerta…
Él llevaba algo en su mano… que le ofreció con una sonrisa pícara en sus labios…
-Primero, te he traído algo para endulzarte el día; sé que ha sido duro…

Ella desenvolvió una piruleta de fresa…, y comenzó a lamerla…

-Si lo haces de esa manera… -le dijo él con mirada lujuriosa-, no creo que lleguemos a las esposas…
-La llave, quiero mi llave…
-Por el momento no te la has ganado…
-La quiero ya… o sabes que sacaré mi revólver y…
-Está bien, está bien… Te la enseñaré… -la cogió de la mano, y la llevó al baño aún lleno de vaho y con el espejo empañado. Pasó la mano por él; la puso delante sujetándola por sus hombros que asomaban desnudos de entre la tela de un vestido de gasa negro…, y le dijo:
-Aquí está… Tú eres la llave. Esa que abre todas las puertas, y yo, quiero ser parte de todas ellas… quiero… ¿quieres casarte conmigo?...

©Ginebra Blonde

Relato perteneciente a la propuesta "Citas Y Sueños"












DELIRIOS


-De tus labios color fresa
quiero hasta la pulpa
-me dijiste…
Y es que…
Bendita avaricia que (nos) tenemos
cuando atamos nuestros cuerpos
con la cuerda del deseo…
No hay tijeras que se atrevan
ni que corten con su filo
esta pasión que nos ciega y nos llena;
jeringuilla que nos inyecta
en alma y en vena,
lascivia en pecado y penitencia
cual látigo de seda…

Y vendas mis ojos con la media;
tuya, tuya por entero,
y yo…
a tu cuerpo me encomiendo…
No hay monja ni misa
que me absuelva de esta contienda,
de esta guerra tuya y mía;
ni enfermera que sane mis vacíos
cuando no nos tenemos a manos plenas…

Y quizá soy bruja de estos desvaríos,
de esta locura, a veces, siniestra,
digna de un eminente detective
que me aplaque estos delirios,
mas… no,
nada tiene que hacer conmigo;
solo tú, amor mío…
Chófer de mis curvas y recovecos,
cielo e infierno en mi piel,
alma y huesos;
tómame,
tómame toda
y por entero…

 ©Ginebra Blonde

Poema perteneciente a la propuesta "Pasad Pecadores"














INCOMUNICADOS



Me retoco los labios con mi carmín antes de tocar a la puerta. Estoy nerviosa, pero me gusta esa corriente que me recorre todo el cuerpo. Abre un hombre de unos cincuenta años; es muy atractivo y elegante. Me mira con tal descaro y atrevimiento que me hace temblar las piernas; me gusta esa sensación…
 
—Vaya… Tú debes ser la última invitada; entra, por favor. Están a punto de cerrarse las puertas… —me dice sin apartar su mirada de la mía…
—¿Las puertas?... Entonces, ¿es en serio que nos van a dejar encerrados?...
—¿Acaso pensabas que se trataba de una broma?
—Bueno, no… pero…
—Bien, —me interrumpe— entonces, adelante…  Soy Alfred. Y aunque hayas pensado que soy el mayordomo, soy también un invitado… —me dice sonriendo…
—Vaya, lo siento… pensé…
—Nada que sentir…
 
Lo sigo; llegamos a un salón tan grande que apenas mis ojos pueden abarcarlo. Hay dos chicas más sentadas junto a una chimenea. Una de ellas se levanta y se dirige corriendo hacia mí…
 
—Dime que tú sí has traído el vino, di que sí, ¡por favor!
—Pues… sí… Un “Château Latour “…
—¡Bien!... Espero que no hayas traído el móvil, porque no hay cobertura y habrás desaprovechado la elección.
—No, la verdad. Por una vez he querido desconectar de todo. He traído también unos bombones de licor, y… bueno…
—Espera… —me dice Alfred—¿No te habrás traído el gas de pimienta?...
—Va a ser que sí…
—Muy previsora —contesta la otra chica—. ¿Y qué tal si lo utilizamos para intentar despertar al pobre chico que hay en la cocina?... Está frito.
—¿Cómo, qué le ha ocurrido?
—Se desplomó de repente —continúa diciendo Alfred—. Se metió en una de las habitaciones del piso de arriba. Según nos dijo, salía una roja y cegadora luz de ella; a veces no hay que ser tan curioso… Si ya lo dice el refrán del gato…
—Hemos venido para eso ¿no?... Por cierto, yo soy Mery, y la que quiere tu vino, Stefany…
—Creo que yo también necesito una copa… Soy Deborah…
—Pues hechas ya las presentaciones, vamos al asunto –dice Alfred mirando hacia mi maleta…
—Saca esa botella; nos servimos una copa, y pensamos qué hacer con el muchacho.
 
Aquí no hay teléfonos, ni tampoco cobertura para los móviles, por lo tanto, no podemos llamar a nadie para que socorra a ese pobre chico. Tememos que haya inhalado algún tipo de gas tóxico en esa habitación. Puede que se le pase, o, a lo peor, que no despierte… Solo se nos ocurre rociar un poco de esa pimienta cerca de su nariz. Parece de locos, pero, poco más podemos hacer. Nos servimos unas copas, comemos algunos bombones casi por la necesidad de endulzar aquel misterioso acontecimiento, al que todos nos hemos entregado para experimentar. De pronto, escuchamos unos golpes al otro lado de la pared. Proviene de una de las habitaciones que hay en la planta baja; nos miramos en silencio y extrañados…
 
 
—Esto se va poniendo interesante… —dice Stefany…
—Shh… —Mery le manda callar…
—Parecen gemidos… —les digo…
—Deborah… centrémonos… —contesta Alfred— ¿En qué estarás pensando?...
 
Me levanto y me voy con decisión hacia allí. Estoy frente a la puerta. Me giro, y están los tres pegados a mi espalda.
—Menudos valientes estáis hechos... –pongo mi mano sobre el pomo, intento girarlo, pero… está cerrada…
 
—¿Hola?... ¿Hay alguien ahí?... —pregunto pegada a la puerta…
—Oh, vamos… —dice Alfred— Esto parece sacado de una de esas pelis de terror…
—¡Cállate! –le grita Mery— Algo habrá que hacer ¿no?
—Está bien. Que no cunda el pánico –dice Stefany quitándose de su cabello una horquilla…
—¿Pensáis abrirla? ¿Estáis locas?... Si está cerrada será por algo –dice Alfred exaltado.
 
Nunca he entendido muy bien eso de que una horquilla pueda abrir puertas, pero en estos momentos, todo es posible por absurdo que parezca; supongo que de eso se trataba esta experiencia, así que la dejamos hacer…
Se oye un “clic”; Stefany empuja suavemente, y la puerta comienza a abrirse con nuestras miradas expectantes…
En el centro de la habitación hay una mesa, y, sobre ella, un magnetófono emitiendo los sonidos que estábamos escuchando.
 
—Vaya, Deborah… —me dice Alfred— Ahí tienes tus gemidos… Una bonita trampa en la que hemos caído…
—¿Pretendes quedarte sentado y bebiendo vino todo el tiempo? –le respondo irónica…
—Bueno, se me ocurren otras “cosas” que podríamos hacer… Pero para eso necesitaría vuestra ayuda…
—¡Lo tienes claro! —le increpa Stefany— Deja de soñar y vamos a por ese muchacho de la cocina, si es que aún respira…
 
Nuestra sorpresa es de órdago; allí ya no hay nadie…
 
—¡¿Qué?! ¿Dónde se ha metido? —exclama Mery mirando por todos los rincones de la cocina…
—Esto ya empieza a inquietarme… —añade Stefany…
—¿No era lo que queríais?... ¡Pues ale, a disfrutar! —exclama Alfred con tono irónico.
—No nos precipitemos —les digo—, igual se ha recuperado y nos está buscando; este castillo es un auténtico laberinto…
—Bien, pues vamos a buscarlo —contesta Mery.
 
De pronto, y al tiempo que se va la luz, se escucha un sonido parecido a un disparo…
 
—¡Oh, Dios mío! —grita Stefany— Si querían asustarme, ya lo han conseguido. Ya está bien con la bromita, el experimento o lo que sea… Yo me piro de aquí.
—¿Alguien trajo linterna? —pregunto…
—Así es, mi Deborah querida —me contesta Alfred—, pero está en mi bolsa, en el salón. Por lo tanto tendremos que llegar allí a tientas…
—Está bien —les digo—. Cojámonos de las manos, no nos separemos, e intentemos llegar al salón sin tropezar ni hacernos daño, ¿de acuerdo?...
—Me está entrando la risa floja… ja, ja, ja… —añade Stefany—ja, ja, ja…
—Pues ríe, ríe, hija mía… —le contesta Alfred—, que ahora vas a reír más, cuando te diga que estoy tocando a alguien delante de mí, y no es una mujer; más que nada porque tiene barba…
 
Todos corremos despavoridos sin ver absolutamente nada, golpeándonos con los muebles, unos con otros. El raciocinio se escabulle entra la oscuridad, y el miedo se apodera de nosotros.
 
De pronto se enciende un piloto rojo, y un cartel de neón que dice: “Primera prueba, no superada; el miedo no es una opción”


©Ginebra Blonde

Relato perteneciente a la propuesta "Un Evento Inesperado"
https://varietes-ginebra.blogspot.com.es/2018/03/un-evento-inesperado.html
















SUEÑOS DE CARACOL


Y no fue fácil llevar las riendas de mi vida
subida a ese caparazón que me arrastraba
lenta, pero valerosamente,
entre cada espina o rosa,
que se alzaba ante mí…
No fue fácil soltarme de la mano
de aquel oso despeluchado
que tantas noches me besó
mientras el miedo me ahogaba
entre el frío suelo
y mi cama…
Y le di permiso a la locura;
con ella me enfrentaría
a dragones y pesadillas,
lidiaría todas mis batallas,
armadura y capa cual princesa
¡pero, guerrera!
Nada, nadie… osaría ya amedrentarme…
Cual farolillo, mi alma
que Iluminó mis pequeños pasos…
Fui columpio pendiendo de mis cielos;
miles de estrellas fueron testigo
de tal proeza…
Y el espejo, me fue advirtiendo del tiempo,
de esas mis huellas de tan pedregosa carretera,
de los miles de confines por los que me deslizaba
subida a mis patines, como si pudiera…
pudiera… llegar a las montañas…

Y… llegué…
Pude tocarlas con mis propias manos…
Pude pisarlas, saltar sobre ellas, porque
creí… creí en mis sueños,
en mi fuerza y valor;

Sueños…


 *SUEÑOS DE CARACOL*

Y puedo escucharlo… Puedo sentir cual tintineo sobre mi pecho esas notas de piano que abrigaron mis inviernos… Puedo escuchar las olas rompiendo en la orilla de mi playa de arena blanca… Solo tengo que cerrar mis ojos, para ver ese mar revoltoso tras los cristales de aquel ventanal… Ser cual pájaro que revolotea sobre sueños y pasados, y llevar mis pies inquietos y descalzos a esa escalera de madera que me subiera a mis nubes blancas, y negras… Y puedo sentirla sigilosa y tímida merodeando entre mis pasos atolondrados, entre esos lazos  que jugaban con los mechones de mi pelo… Puedo escuchar el recitar sereno de mi abuelo… Mis vestidos… bailando cual mil mariposas al vuelo… Y dónde quedó… En qué lugar de ese gran puente que apareció ante mis ojos, dejé caer de mi mano a mi querido oso… Dónde quedaron los calcetines largos, mis sueños de raso, mis nubes de algodón…
La vida tiñó mis zapatos… Dejaron de ser de hebillas y charol… Tiño mi escalera de madera, en duros y fríos peldaños de piedra…
Apenas recuerdo en qué momento se fue, ni tan siquiera si se despidió… *la inocencia*
Hoy, aún recojo esos pedacitos que quedaron en mitad de ese puente… Aún puedo vestir mis pupilas en tan blanco y transparente tul… pero, solo por un instante, un efímero y traslúcido instante, en el que sentirla entre mi pecho y mis brazos, bailando con mi vestido de cuadros, mi sonrisa de pájaro, y mis sueños de caracol…

©Ginebra Blonde

Poema y relato pertenecientes a la propuesta "Atrapasueños"










BUENA CONDUCTA (?)

Me resistía a mirar atrás por si me flaqueaban las piernas, pero, debía hacerlo, tenía que hacerlo para consolidar aquel paso que estaba a punto de dar… Hacía tiempo que el espejo había dejado de reflejar lo que era, lo que había sido siempre: una mujer intrépida, valiente, soñadora… No, nada ni nadie se iba a interponer jamás en lo que me tenía deparado el destino, porque tenía un futuro, unos sueños que cumplir, una vida que disfrutar…

Unas veces era en nuestro cuarto, otras en el salón; cualquier lugar era propicio para descargar su adrenalina contra mí. Cuando lo hacía, apenas podía abrir mis ojos, me acurrucaba como un animal indefenso al que acorralan contra el suelo o una pared… pero, en la cocina… allí no podía evitar mirar de reojo aquel soporte de la encimera de donde salían las empuñaduras de cuatro cuchillos; uno, solo uno de ellos sería suficiente para clavarlo en ese maldito corazón que me estaba arrebatando la dignidad, ¡mi vida!

Eran las tres de la madrugada… Una vez más, su borrachera lo sumergía en un sueño profundo; era el momento… Me dirigí sigilosa y descalza a la cocina. Elegí uno de los cuchillos, el más largo; debía asegurarme de que lo traspasara por completo… pero… no podía creer lo que estaba pensando, las imágenes que estaban pasando por mi mente… esa no era yo, no era yo…
Volví a dejar el cuchillo. Necesitaba mirar mi rostro, ver lo poco que quedaba de mí… Me fui al baño. El espejo, una vez más, me mostraba esas marcas y cicatrices de mis mejillas. Algunos hematomas aún se dejaban ver alrededor de mis ojos…  Mis ojos… Volví a verme a través de ellos… Volvía a sentir lo que era, lo que había sido siempre… -No puedo más; necesito huir… -le dije a mi reflejo imaginándome tantos otros, tantos…

Ahora, yacía tendido sobre la cama cual rastrojo humano… Estaba inerte, no era nada, no era nadie. La empuñadura del cuchillo sobresalía de su pecho cual estandarte que ondeaba libertad.
No tardé en hacerme la maleta. Allí donde iba, necesitaría poco…
Me entregué a la justicia… Era el precio a pagar por mi supervivencia… Ella sabría qué hacer conmigo; privarme de mi libertad, pero… ésta… hacía ya mucho que la había perdido. Al menos allí no recibiría golpes. Y, quizá, por buena conducta, en unos pocos años estaría libre, libre para siempre…

©Ginebra Blonde


Relato perteneciente a la propuesta "Tentación (es)"


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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

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