ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

domingo, 3 de noviembre de 2019


Autor: ©Chema

"Película escogida: Los pájaros"



Eran las nueve de la noche. Regresaba a casa tras una larga clase, para preparar un examen que una alumna mía tenía al día siguiente. Pasé por delante del ambulatorio y me encontré con mi doctora, que salía de allí.

-¿Ya has terminado tu jornada por hoy? -le pregunté-.
-Sí, hoy ha sido un día duro, estoy deseando llegar a casa. Voy al metro, ¿tú hacia dónde vas?
-Yo voy a mi casa andando, está cerca. -Y de repente, tuve un *impulso* y le dije lo siguiente casi sin darme cuenta-: En realidad mi familia está de viaje, así que no me espera nadie. Te puedo acompañar hasta el metro.

Mientras caminábamos, ella me contaba anécdotas de la consulta y yo la escuchaba con atención, admirando su paciencia. Estábamos tan absortos, que al entrar en el metro yo también pasé mi tarjeta por el torno, a pesar de que la idea era acompañarla hasta allí y despedirnos.

-Pues vente conmigo y te enseño a mi casa, así aprovechas el viaje que has consumido -me dijo ella, con una sonrisa pícara-.
-Me parece muy buena idea, así te conoceré un poco mejor. Aunque creo que tú eres muy transparente, y tu personalidad es la misma dentro y fuera de la consulta -respondí-.
-Soy un libro abierto... o quizá cerrado. Como decía la maestra que aparecía en la película *los pájaros* de Hitchcock.

Como había bastantes paradas hasta donde ella vivía, sacó su móvil y me propuso que escucháramos un poco de música juntos, compartiendo sus auriculares. La primera canción que se escuchaba en la lista de reproducción era ‘sultans of swing’ de Dire Straits. Casi me emocionó que coincidiéramos tanto en nuestros gustos musicales. Mientras sonaba este clásico, no podía evitar mover los dedos al compás de los solos de *guitarra* de Mark Knopfler.

En un momento dado se le cayó el *collar* que llevaba, aunque no llegaron a salirse las cuentas de la cadena. Me agaché rápidamente para recogérselo.
-Se le debe haber desenganchado el cierre, luego lo arreglo en casa -dijo-. Me lo regaló mi hermana.
-A ver... cinco, diez, quince... Tiene 24 bolitas. Por cierto, 24 es la edad que aparentas -le dije en tono travieso-.
-¡Sí, hombre! -respondió riendo-. Venga, ve preparándote, que ya casi llegamos a nuestra parada.

Mi corazón latía aún más fuerte que cuando la veía en la consulta. Menos mal que no llevaba el tensiómetro encima para tomarme las pulsaciones, porque se habría preocupado por mí.

Fuimos caminando hasta su casa. Todo lo que sucedió a partir del momento en que ella abrió con su llave y traspasamos la puerta fue maravilloso. Pero es otra historia, y deberá ser contada en otra ocasión.


Relato perteneciente a la propuesta: "Impulsos"



2 comentarios:

  1. En esta ocasión amigo Chema nos dejas una preciosa historia de amor ..donde la timidez de los personajes hacen de ella que nos emocionemos y querer seguir sabiendo como termino la noche ...aunque se puede imaginar jajaj ..te quedo relinda .
    Abrazos con cariño.

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  2. Vaya casualidad al encontrarse los dos protagonistas por la calle y que una cosa llevase a la otra ;)
    Me gustó mucho el relato, Chema, y las referencias que has ido dejando.
    ¡Un beso!

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin