ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

jueves, 29 de febrero de 2024

Pájaro nocturno


(Autora: ©Marifelita)

(Katie Watersell)


Cada noche me duermo pensando ¿vendrá alguien a visitarme mañana? A veces se deja caer algún familiar y de escondidas me provee de cosas necesarias como ropa o artículos de aseo. En otras, fieles amistades que saben lo que me gusta: libros, música o algunos dulces. En mi cumpleaños y Navidad me sorprenden con perfumes y cremas buenas, pero si no ando con ojo y no escondo mi botín en lugar seguro, me desaparece en un abrir y cerrar de ojos.
 
En mi cuarto hay un pequeño armario donde no cabe gran cosa. No me resulta nada útil ya que no tiene llave y tanto mis vecinas como las trabajadoras del centro, pueden abrirlo y llevarse lo que les venga en gana.
 
No tengo nada mío, ni derecho a decidir sobre mi vida. No puedo escoger qué comer ni a qué hora, tampoco cuándo irme a dormir, ya que al apagarse las luces cada noche, no hay posibilidad de leer ni hacer nada que me apetezca. Mi mundo ahora es muy pequeño y previsible.
 
Mi habitación es un rincón compartido en el que solo me estiro para dormir y sin posibilidad de encontrar refugio cuando necesito intimidad. Nada más levantarnos bajamos al comedor a desayunar. Durante la mañana hacemos un poco de ejercicio y luego llenamos el tiempo con algún pasatiempo para ejercitar nuestras adormecidas mentes. A algunas les da por actividades más artísticas como pintar, dibujar, tejer o coser, no todas tenemos ese talento ni ánimos para hacerlo.
 
La comida es puro rancho, escaso, descolorido y sin sal. No distingues si es martes o domingo, todos los días es similar. Y las tardes resultan eternas, no parecen tener final. Si nadie te sorprende con su visita, toca ver viejas películas y series aburridas, o distraernos con el bingo, partidas de cartas o juegos de mesa. Ni una siesta por la tarde está permitida para descansar nuestras castigadas mentes, aunque alguna cabecea en su silla rindiéndose a los efectos de la poderosa medicación, hasta que llega la esperada pero aburrida hora de cenar.
 
Y ya ha pasado otro día más de nuestras vidas a medio gas, privadas de esa prometida y ansiada libertad. Recordando cuando paseábamos tranquilas y libres por las calles, saboreando una exquisita merienda en la terraza de alguna cafetería y mirando escaparates para comprar algún capricho, al salir de trabajar.
 
Puntualmente a las nueve de la noche, ya estoy con mi pijama estirada en la cama, con las luces apagadas pensando, ¿qué hice a los míos para que me confinaran en esta prisión?
 
Entonces mi mente clara y despejada, percibe todo ante mí con total nitidez. Cuando no puedo dormir, me levanto y miro a través de mi ventana enrejada, que evita cualquier impulso suicida si la medicación no surge el efecto esperado. La calle figura como un mar en calma. Aun estando tan cerca se convierte en un deseo lejano, imposible e inalcanzable para mí. Me pregunto si pasaré el resto de mis días encerrada en esta jaula, por mi propio bien, como aseguran los demás. Entonces, salgo del angustioso desespero que me crea esa temida visión, al oír al pájaro nocturno que, aunque invisible, cada noche se posa próximo a mi ventana. Con su aguda pero armoniosa melodía me rescata de este pozo emocional y me llena de paz. Me recuerda que, aun estando enjaulada, todavía hay esperanzas para mí ya que en la vida hay pequeños regalos por los que merece la pena esperar para poder disfrutarlos. ¿Será todo esto mi realidad, una ensoñación o los extraños efectos de una perversa medicación?



 
 
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Metáforas”)


2 comentarios:

  1. Un texto que construye una realidad que pocos se atreven a decir o contar. Un cuarto donde la mente está todo el día pensando bajo los efectos de la medicación y la soledad, aparte del mal que cada uno lleva dentro de su cuerpo. Un buen trabajo.
    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Tremendo relato!
    Me ha gustado muchísimo!
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin