(Autora:
©Cecy)
Corrí hasta el
escondite con mi gato atigrado, quien siempre me supo conducir. Caminamos toda
la noche y todo el día por esos túneles estrechos, con poco oxígeno y agua. Es
uno de los entrenamientos que debíamos hacer rigorosamente una vez al mes.
Desde muy pequeña me
enseñaron varias disciplinas, mi preferida siempre fue el arco y la flecha, además
de las que nos ayudaría a proteger nuestra tierra, las ciencias: matemáticas,
botánica, geografía, pero sobre todo historia. Conocer nuestro pasado, ayuda a
tener una excelente atención al presente y desarrollar alertas para el futuro. Aunque
no pensemos en él, nuestro presente está situado en instruir sobre nuestro
pasado.
Tenemos grandes
bibliotecas en cualquier parte del mundo, para que todos estudiemos la historia
de la humanidad, de nuestros antepasados, tenemos variedad de idiomas, pero hay
uno que es
universal, que nace y
eso también lo aprendes de los demás, es el amor y empatía.
Aprendimos de nuestra
propia historia, y tenemos presente que debemos trasmitir, enseñar a los que
vienen, que hubo un mundo que se fue deteriorando cuando la ambición desmedida,
la envidia y la ira, se hicieron muy amigas del egoísmo y el individualismo.
Así aparecieron humanos con síntomas severos, que les provocó la enfermedad del
poder, la más peligrosa. Hicieron de sus reinados a costas del malestar de los
otros en favor de su poderío. Esta enfermedad se propagó por todo el mundo,
hasta que fueron un grupo muy pequeño donde se concentraba toda la riqueza.
Mientras la humanidad empezó a padecer hambre, guerras, pandemias, la gente moría
hasta de tristeza.
De a poco se fueron
quedando solos, y se convirtieron en monstruos. En verdad siempre lo fueron,
pero con el tiempo se les hizo piel. Su soberbia era tan grande, como sus ansias
de poder, jamás pudieron ver más allá de sus ombligos, se quedaron solos y al
acecho. Los humanos lograron organizarse, de a poco, escondiéndose, creando
túneles donde poder subsistir. Salían por las noches cuando los monstruos
dormían, para buscar alimento, pasaron año tras año, construyendo un nuevo mundo,
enseñando a los herederos, todo lo necesario para subsistir.
Este mundo nuevo, no
necesita de riquezas, solo lugares naturales, bellos, como Dios los ha creado,
para que nosotros lo cuidemos, nos creó un paraíso que no necesitaba nada más
que nuestro amor. Nuestro nuevo mundo lo defenderé a arco y flecha por todos
los que nos precedieron junto a mi gato atigrado...
(Relato perteneciente
a la propuesta de Variétés: “Un nuevo mundo”)
Un hermoso texto casi futurista... donde todo podría ser posible.
ResponderEliminarUn saludo!
Estoy de acuerdo que damos tanta importancia a lo material, que se nos olvida lo realmente importante. Lo natural. La tierra que pisamos. Un besote Cecy.
ResponderEliminarCuando lo leí la primera vez me pareció una belleza y sin dudarlo es un mundo que te hace pensar. Me encantó. Un abrazo
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