ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

jueves, 30 de noviembre de 2023

Leyenda

 

(Autora: ©Auroratris)

(Rusty McDonald)

Poco recuerdo de aquella noche. Desde entonces, no hay aniversario que no se celebre en el que yo no esté presente, pese al tiempo que ha pasado y seguirá pasando.

Formábamos una pandilla de chicos y chicas, cinco miembros en total. Un número impar, que pronto dejó de serlo. Nos despedimos de nuestras familias y de su consentimiento, para pasar un fin de semana inolvidable en la vieja casita que mis padres tenían en la sierra. Durante ese finde también se celebraría Halloween. Tendríamos el escenario perfecto para nuestros juegos. Todo estaba preparado para que no ocurriera nada desagradable, pero pasó.

Una cabaña destartalada en medio del monte, juegos acordes a la noche, un ritual que vendría a definir nuestra capacidad de supervivencia, o en su caso de valentía. En la adolescencia todo es factible y así lo demostramos con aquella aventura.

No nos preocupó el frío con el que nos recibió aquella estancia, ni los desperfectos, tampoco las incomodidades que presentaba por doquier. Nuestras ganas de pasarlo bien obnubilaron el resto. Nos dispusimos a instalarnos todos juntos en el salón, donde una gran chimenea todavía podía hacer las veces de hogar y recogimiento. Entre risas y bromas fuimos repartiendo enseres y tareas. Todo estaba preparado para cuando cayera la tarde y la noche se hiciera palpable en medio de aquel páramo. Nos disfrazamos para que todo fuese acorde a ese momento.

Tras la cena empezó la ronda de atrevimientos, acompañados por unos tragos de alcohol. Luego vendrían las historias terroríficas, que a todos nos provocaban más risas que terror. Nunca llegamos a esa parte porque sucedió lo que nadie pudo imaginar que ocurriera, aun sabiendo que aquello se pudo haber evitado.

La prueba atrevida que me tocó consistía en rodear la casa cuatro veces, golpear la puerta en cada vuelta nombrando a cada uno, hasta completar el ciclo. Dicho y hecho. Tan solo llevaba un traje fantasmagórico, una peluca despeinada de un color indefinible y unas ramas muy graciosas (hasta ese momento) para recrear un personaje desenterrado. Y con esa indumentaria me dispuse a correr, como alma que lleva el diablo, para acabar cuanto antes con esta locura, después de todo me estaba dando un poco de cague el intento.

Las dos primeras vueltas fueron divertidas, les oía reír cuando golpeaba la puerta de la entrada a la vez que repetía un nombre casi sin aliento. Dos más y el turno pasaría a alguno de ellos. Llegó la tercera vuelta repitiéndose la misma secuencia. Pero algo ocurrió en la última que, hoy en día, no sé describir, identificar o definir…

Nunca llegué a pronunciar el último de los nombres. Mi puño quedó suspendido en el aire, sin tocar la madera, el sonido de mi voz desapareció en el mismo instante en el que un aullido ocupó la noche. Luego, todo fue frío y oscuridad. Gritos y alaridos. Sentí como me alejaba de aquél plano.

Cuando desperté bajo un manto de ramas y hojas secas, sentí el entumecimiento de mis piernas, no podía moverlas, un peso cálido me lo impedía. Retiré aquellas ramas y pude ver de lo que se trataba. Una loba dormía plácidamente sobre ellas. Quise moverme lentamente para alejarme de allí. Antes de eso, ella se despertó y me miró fijamente. No había amenaza en sus fauces ni en su mirada.
 
Regresé a la cabaña acompañada por la loba. Cuando me fui acercando pude comprobar el bullicio y el ajetreo formado por la policía, los padres de todos mis amigos y ellos mismos. Quise gritar, pero la voz no salió. Nadie podía verme. ¿Qué era yo?

Vago desde entonces en silencio, no sé cuántos Halloween han pasado. Solamente, y durante esa noche, mi voz resurge ante la puerta de alguien pronunciando su nombre, como en aquél juego macabro, pero esta vez no hay risas, solo miedo y más miedo. Quisiera acabar con este ritual y descansar, pero no sé cómo encontrar la paz. Dejar de ser una leyenda.

©Auroratris

(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Samhain”)

6 comentarios:

  1. Hay juegos mi querida Ana, que es mejor dejarlos aparcados, ellos pueden levantar un halo de maldad y misterio. Muy bueno.
    Un besote.

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    1. Hay juegos que son puro desafío para el misterio y se vuelven leyenda.
      Muchas gracias, mi niña. Un placer tus palabras.

      Mil besitos con cariño y feliz diciembre ❤️💫

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  2. Un relato estupendo,siempres logras traspasar la pantalla y acariciarnos,impactarnos y maravillarnos con tus preciosas y certeras palabras.
    Un besazo bella!

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    1. Mi Luni, mil gracias por sentirlo así, tú que eres tan maravillosa con las palabras. Un precioso regalo tu comentario.

      Mil besitos con mucho cariño y feliz diciembre ❤️💫

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  3. Mi querida Gine. Agradezco de corazón la labor tan inmensa que haces. Siempre es un placer estar en tus propuestas.
    Gracias por todo.

    Mil besitos con todo mi cariño y feliz diciembre ❤️💫


    Pd. Intento comentar en el blog de varietés y no me deja. Probaré desde el ordenador. Solo decirte que mi deseo es estar aquí una vez más, preciosa.

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    1. Siempre lo hago con ilusión, admiración y cariño 😊
      Un verdadero placer, mi preciosa Ana.
      Gracias de corazón a ti por ser y estar🙏

      (Ya te he visto en Variétés 😉)

      Bsoss y cariños enormes, y muy feliz diciembre 💙✨

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin