(Autor: ©Arturo Martínez Molina)
Miguel cada noche observaba a la misteriosa mujer que pasaba
en su turno de noche junto a la garita de la estación, era un vigilante jurado
al que su belleza le resultaba irresistible. En alguna ocasión le pilló
observándola y él apartó la vista avergonzado, esta le devolvía siempre una
sonrisa, aunque al final se alejaba sin decirle ni una palabra. Un día se le
cayó un objeto que llevaba al ir con prisas, y eso le dio la oportunidad de
hablarle.
● Perdone
señorita, se le ha caído esta caja –gritó al correr a cogerla.
● La mujer
se detuvo en seco y se giró hacia él, para acercarse a cogerla.
● Gracias,
por lo general no voy con tantas prisas.
● Me he dado
cuenta de ello, ha pasado todas las noches durante mi turno.
● Ya me di
cuenta de que me observa de forma discreta, ¿le parezco realmente alguien
sospechosa para hacerlo cada día? –preguntó con una sonrisa que restaba
importancia a la interpretación que él pudiera entender de primeras.
● Lamento si
le he incomodado en algún momento, es que me resulta atractiva y me llamó la
atención además verla pasar con esa expresión de preocupación siempre
–argumentó él confiado por su actitud.
● Me llamo
Luisa, y puede mirarme cuanto desee, si a cambio me acepta que quedemos en la
cafetería al final de su turno de esta noche. Hoy regresaré algo más temprano
–ofreció ella.
● Con sumo
gusto acepto. Yo me llamo Miguel.
● Pues en
ese caso, hasta mi vuelta Miguel.
Se volvió a
alejar tras despedirse de él, fue hacia la estación y regresó contento por esa
cita a su garita.
FIN POR AHORA
*
EL SECRETO DE LUISA
Aquella primera cita en la cafetería, dio pie a que empezaran
una relación entre ambos. Luisa se negaba a verlo en horas diurnas de forma
rotunda, y aunque en un principio le extrañó un poco esa objeción por su parte...
Él dormía casi todo el día y tampoco hubiesen podido quedar igualmente, lo que
sí hizo, es volver con tiempo cada noche para poder pasear con él antes de que
amaneciera y urgir regresar a casa a descansar.
Cualquiera
pensaría que eres una vampira al actuar de esta forma, le decía bromeando en
alguna ocasión... En realidad se iba a descansar al igual que él, al trabajar
de noche en la limpieza de un hospital.
Transcurrido ya casi tres meses de esos paseos nocturnos,
Miguel necesitaba reforzar más la relación y le propuso que deberían de empezar
a pensar en pasar alguna mañana juntos en la cama; prometiendo de antemano
respetar las horas de sueño que ambos necesitaban, esa petición que, por un
lado, parece no extrañar a Luisa, la hizo cambiar a una expresión más seria de
las que de costumbre le había visto antes de que su relación las cambiara por
otras de felicidad casi diarias.
● ¿He dicho
algo que te ha parecido grosero? –inquirió preocupado.
● Para nada,
querido. ¡Más bien esperaba que me lo plantearas mucho antes! –expresó para
tranquilizarlo– Antes deberías de conocer algo sobre mí que no sabes y es el
momento que estaba temiendo, ¿confías en mí lo suficiente para que te lo
muestre? –preguntó seguidamente.
● ¡Por
supuesto!, ¿no me saldrás ahora con que eres una asesina en serie? – bromeó por
su parte.
● Acompáñame
a mi casa y te lo mostraré, ¡te prometo que estarás a salvo! –ofreció
seguidamente– Eres la última persona del planeta que haría daño –concluyó al
mirarlo fijamente por unos segundos.
Miguel la
siguió pese a sus reticencias iniciales ante sus palabras, algo dentro suyo le
instaba a confiar sin fisuras en su novia.
Le guió hasta una casa unifamiliar en las afueras de Madrid,
y apagó el motor del coche tras aparcar. Sin decir ninguna palabra la mujer le
cogió de la mano tiernamente, mientras se dirigían a la puerta de la vivienda
frente a ellos.
● Esta
situación me intranquiliza un poco, querida... ¿Realmente puedo confiar en ti?
–planteó con cierto temor a su pareja.
● No te
lastimaría por nada del mundo, Miguel –reiteró de nuevo– Te relajé un poco tan
solo tus nervios, lo suficiente para que vinieras a mi casa a mostrarte lo que
soy realmente –confesó ella.
Pese a que
eso debiera haberlo hecho huir de inmediato de allí, le fue imposible soltarse
de la mujer y entrar en la casa.
● Perdona si
he tenido que recurrir a la sugestión un poco, sé por experiencia que el miedo es
la reacción instintiva más fuerte al llegar a este punto de las relaciones con
mis anteriores parejas –comentó al cerrar la puerta tras soltar su mano.
Sin darle
tiempo a replicar nada, pasó a mostrarle un par de colmillos que surgieron en
su boca y seguidamente retrajo.
● Soy una
vampira y tengo mil quinientos años –dijo sin parecer dar importancia a ese
hecho.
Miguel al
verse libre de lo que reprime su temor, retrocedió asustado de la mujer al
momento.
● ¿Y
pretendes ahora alimentarte de mí? –inquirió aterrorizado.
● Primero,
¿para qué iba a tomarme la molestia de iniciar una relación sentimental con una
posible víctima?... Y segundo, no suelo matar a las personas de las que me
alimento, ¡si es que preciso recurrir a esa forma de obtener sangre! –aclaró al
intentar acercarse a él– Miguel tú también me gustabas y temía dar el primer
paso por este momento, fue por eso que recurrí a la estrategia de la caja y
esperar que no fueras decidido al sincerarte conmigo. Te prometí que estarías a
salvo aquí, y los vampiros cumplimos lo que decimos –terminó exponiendo.
● ¿Y ahora
qué entonces?, ¿en qué punto deja eso lo que teníamos entre los dos? –planteó
el hombre algo más relajado.
● Esa
cuestión ya depende de ti solamente si me aceptas como soy, puedes seguir
conmigo como mortal si lo deseas... Pero no tardarás en notar el peso de los
años y nos acabaremos distanciando. Otra opción es que te conviertas en vampiro
y seguir juntos todo el tiempo que dure nuestro amor –respondió Laura.
● ¿Y si no
me convencen ninguna de las dos? ... ¿Cuál sería la tercera?
● Borrar
todo recuerdo de mí o de lo que vivimos juntos de tus recuerdos, esa es la que
menos deseo que me obligues a realizar –aclaró con cierto pesar– Te quiero
demasiado para prescindir de ti ahora, acéptame como soy, ¡por favor! –suplicó
ella al arrodillarse frente a él.
El hombre no
sabía los poderes adicionales o fuerza que tendría ella como vampira, pero el
verla implorar de esa forma, terminó de convencerlo de que sus sentimientos
hacia él eran verdaderos y por su parte la quería también.
● De
acuerdo, Laura. Humana o vampira, poco me importa, yo también te amo y en el
fondo sé que eres incapaz de dañarme –contestó intentando parecer seguro en su
voz.
Ella se alzó
con una rapidez que le sobresaltó para abrazarlo con fuerza, bastante más de la
que debería tener una humana por su apariencia física.
● No me
aprietes tanto, amor mío. ¡Recuerda que sigo siendo un simple mortal todavía!
–pidió con voz ahogada.
● Perdóname,
cielo. Me dejé llevar por mi alegría –dijo con lágrimas en los ojos al mirarlo.
Eran como
las suyas, no de sangre como vendían algunas series sobre vampiros.
Unos tres meses después de la noche en que me descubrió lo
que realmente era, acepté que me convirtiera en lo mismo en medio de un acto
sexual; en el que se mordió la muñeca para darme su sangre y hacer la
transición hacia una forma de vida inmortal.
FIN
(Relatos pertenecientes a la propuesta de Variétés:
Una historia vampírica jaja, pero has cambiado de nombre a la vampira , era Luisa para pasar ser Laura, eso es lo de menos, el relato ha estado genial.
ResponderEliminarUn saludo.