(Autora: ©Lulita)
(Brooke
Shaden/ Laura Makabresku)
La vida es un cúmulo de azares, eso piensa cuando le explican
que al haber cumplido dieciocho años puede quedarse con la tutela de sus
hermanos.
Se ríe y llora a la vez, aún no sabe si dar las gracias a que
sus padres hayan muerto el día de su cumpleaños.
Le explican que tendrá que demostrar solvencia económica y
disponibilidad para el cuidado de Mateo y Jimena.
Por suerte, otro atisbo de azar, su padre había hecho un
seguro de vida al empezar el nuevo trabajo.
-Es mucha carretera -Le oyó explicar a mamá a la vez que ella
se oponía a un gasto mensual más.
Lo irónico, es que el accidente fue en una escapada de fin de
semana, previa queja suya de encargarse del cuidado de los mellizos. Las ganas
de reír y llorar vuelven, en tanto que el resto de la retahíla burocrática se
difumina entre sus pensamientos.
Con el alma a rastras abre la puerta de casa, pero
sintiéndola ajena, como si al faltar sus pilares dejara de ser el hogar
familiar.
La prima de su madre le explica que los mellizos están muy
alterados, que habrá que tener paciencia con ellos.
Le da varios consejos mientras recoge rápidamente sus
pertenencias y la abandona a su orfandad.
Entonces aparecen, la miran con ojos lagrimosos, corren y la
abrazan y ese peso que ha estado sintiendo, se vuelve un poco más ligero.
Han pasado varios meses y sigue despertándose con
palpitaciones en su pecho, la carga la sigue ahogando.
Intenta a diario que los mellizos no lo noten, pero perciben
su cansancio, es en ese momento, que los dos se miran y la instan a descansar,
recogen los juguetes y se ponen hacer los deberes sin rechistar. Y a ella la
embarga de nuevo la emoción y su peso, momentáneamente, se vuelve aligerar.
Dos años han transcurrido y el desasosiego y la carga
continúa. La amargura y la rabia hacen acto de presencia cuando los mellizos la
saturan, cuando ve la vida de sus amigas y la compara con la suya, hasta que
nuevamente sus ojos la miran, anhelando su cobijo, su amor incondicional, aquel
que han perdido y solo en ella pueden encontrar.
Y una vez más, lo vuelve a sobrellevar.
La vida vuela y sin que se haya dado cuenta está arreglándose
para la graduación de los mellizos, han cumplido dieciocho y sueñan con el
futuro que la juventud promete. Una amalgama de sentimientos la envuelve.
Tristeza, por sus dieciocho perdidos. Dolor, por los que ya no están. Envidia,
por las promesas de futuro intactas. Orgullo, por la proeza conseguida. Alegría
y Amor, por ver la felicidad de a quienes más quiere.
Tocan a la puerta y Mateo entra, con su traje negro, esbelto
y elegante, ha heredado el porte de su padre. Con el océano en sus ojos, le
sonríe.
-¿Cómo vas tata? ¿Lista para el súper evento? Quería decirte…
Y las palabras se le cortan ante la dificultad de expresar lo
que siente. Otro rasgo paternal heredado.
-Quería decirte que hoy, no es solo el día de Jimena y mío.
Hoy es nuestro día, porque lo hemos hecho juntos, porque sin ti, no hay un nosotros
y porque… !te quiero Tata!
Sale corriendo de la habitación y tropieza con Jimena, que
ríe a carcajadas ante la emotividad mostrada del introvertido de la familia.
-Bueno tata, está claro que hoy es el día de las
declaraciones sensibleras -le dice al tiempo que contiene su sonrisa.
-Solo venía a decirte que ahora puedes contar con nosotros,
ya toca que seamos tu apoyo, bueno, yo más que él -y vuelve a reír al
abrazarla.
Se desenreda del abrazo para mirarla, ¡cómo se parece a su
madre!, no tanto en el físico, donde está claro quién fue el gen dominante,
sino en cómo irradia la alegría y seguridad maternal.
-Cuento contigo -bromea
-Va, esperadme abajo a que acabe de vestirme o ¡nunca
saldremos de casa!
Jimena gira sobre sí y sale para dejarla a solas de nuevo,
contiene las lágrimas a sabiendas que
hoy es solo una cuestión de tiempo.
Mientras los ve recoger el diploma, los últimos diez años pasan
por su mente.
Las dificultades por las que han pasado;
La complicada conciliación entre sus estudios y su nuevo
papel de madre.
Algún que otro susto de índole médica.
Los problemas adheridos a la adolescencia de los mellizos. Cómo
se acordaba en esos momentos de sus padres y los conflictos que tuvieron por su
propia adolescencia.
Pero sobre todo cómo los añoraba.
Las personas que les han ayudado;
La señora Rita, la abuela que el destino les ha dado, vecina
de setenta y dos años, de pelo canoso y cuerpo rollizo, amante de las
telenovelas y de la repostería, sus niveles de azúcar no serían lo mismo sin
ella.
La prima Macu, les ayudaba siempre que encontraba un hueco
entre sus múltiples reuniones de mujer de negocios.
Los padres de sus amigos, en especial Maite, que siempre les
contaba su deseo de haber tenido familia numerosa cuando se pasaba por casa
para echar una mano.
Y un sin fin de personas, que al entrever las vicisitudes por
las que pasaban allanaron su camino.
Y es en ese mismo momento, en que puede echar la mirada atrás
mientras los ve sonreír en el escenario improvisado del instituto, que la carga
desaparece, se siente liviana de nuevo. Y de repente vuelve a tener sueños de
futuro y esa cálida esperanza abre finalmente las compuertas de sus lágrimas.
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Lucha interna/Liberación”)
Un sacrificio que fue recompensado con los cariños y palabras de agradecimiento de los mellizos.
ResponderEliminarSaludos.