(Autora: ©Marifelita)
JUEGO
Cada lunes, al empezar la semana se presentaba puntualmente
en las oficinas de empleo y renovaba su prestación, revisando antes el tablón
de anuncios de la entrada sin encontrar trabajo alguno que encajara con su
perfil, como lo llamaban ahora. Tenía el más complicado de todos, le faltaba
formación y le sobraba experiencia. Necesitaba estudiar algo nuevo y sencillo
para ayudarle a encauzar su vida laboral, al menos durante los pocos años que
le quedaban para su esperada jubilación. Pero él no tenía energías ni
motivación para empezar de cero.
Saliendo desanimado de las oficinas, se dirigía al bar de la
esquina, tomaba un café con un carajillo para entrar en calor, mientras su
mujer iba a hacer faenas en casas ajenas para pagar las facturas. Por suerte
sus hijos se habían independizado hacía un tiempo.
Lo que al principio solo era un hábito de los tristes lunes,
fue ampliándose al resto de la semana. Algo tenía que hacer durante la semana,
con tanto tiempo libre del que disponía ahora, iba al bar a charlar con quien
encontrara en la barra, o con el camarero, que en unos meses se convirtió en el
amigo perfecto, que solo escuchaba y nunca le juzgaba.
Como pasaba muchas horas allí durante la semana, y el
camarero tenía que atender también al resto de clientes habituales, se decidió
a escaparse de vez en cuando a la máquina tragaperras. Como una distracción
puntual y con una pequeña intuición que le decía que un día tendría un pequeño
golpe de suerte. Y así se refugiaba en aquel rincón del local en compañía de su
nueva amiga, con unas monedas en una mano y su cerveza en la otra. Como dice
Paulo Coelho “La vida está hecha de
pequeños placeres”.
Esa pequeña esperanza se fue convirtiendo con sus múltiples y
numerosos intentos en una ilusión, por lo que ideó su propia estrategia que
consistía en ir cada día de la semana a un bar distinto del barrio y probar
suerte en diferentes máquinas, así ampliando sus posibilidades. Le dedicó tanto
tiempo a cada máquina que las conocía perfectamente, tanto que después de estar
unas horas frente a casa una sabía exactamente cuándo iba a salir el premio.
Lástima que no calculaba que lo que recuperaba nunca era más de lo que había
invertido.
Su esposa se preguntaba cómo cada vez le cundía menos el
dinero en su apretada economía doméstica. Ya casi nunca estaba en casa, cada
vez hacía más horas con distintas clientas y siempre le faltaba para llegar a
final de mes:
"Será por lo que dicen en la
tele, que la economía está fatal por culpa de la crisis y que hay que apretarse
el cinturón. Además, están subiendo el precio de todo, es un escándalo. Como
decía su padre, nadie nos regala nada, así que solo le queda a uno trabajar
para vivir, es lo que nos ha tocado."
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: "Dulces adicciones¿?")
En este relato hay algo más que una adicción peligrosa, es la soledad del desempleado, de ella parte algo que sino se corrige a tiempo causará graves consecuencias en el hogar
ResponderEliminarUn besote.
Es una adicción que seguramente provocará placer a quien la practica, ero a mí no me atrae nada , quizás sea porque desemboca en situaciones que en vez de dar placer , dan martirio
ResponderEliminarUn abrazo