ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de octubre: "Mosaico"

Campirela/ Nuria de Espinosa/ Auroratris/ Gustab/
Susana/ María/ Marifelita/ Dulce/ Chema/ Lady_P/
Tracy/ Dafne SinedieGinebra Blonde.  

martes, 28 de febrero de 2023

La noche interminable

 

(Autora: ©Marifelita)
 
PESADILLA
 
(Noell S. Oszvald)

KAIMÓS
(Intenso sentimiento de tristeza,
anhelo o deseo incapaz de satisfacer) 
 

Aquella noche no salí. Aproveché para preparar mi cena preferida y ver una de mis películas favoritas. A él no le gustaba ni una cosa ni la otra, así que esa era mi noche.
 
Él había salido a celebrar los cuarenta de uno de sus mejores amigos. Es el primero en llegar a tan señalada cifra y fueron a celebrarlo por todo lo alto.
 
Disfruté de mi cena de soltera y mi dramón romántico, pero cuando empezó a vencerme el sueño, decidí acostarme. No tenía sentido esperarle, se lo estaría pasando bomba con sus amigos, ves a saber a qué hora volvería.
 
Era la una de la madrugada. No debí beber tanta Coca-Cola con la cena, por las noches me despeja demasiado, pero es que me apetecía tanto. No fue lo único que me impidió conciliar el sueño, escuché a los vecinos discutir al otro lado de la pared. Siempre estaban igual. Si no fuera porque no quería meterme en líos, me hubiera levantado a picar a su puerta. O mejor aún, podría haber llamado a la policía, pero no quise problemas. Me di la vuelta en la cama, intentando encontrar la postura que me ayudara a dormir. Pero cuando empecé a abrazar el sueño, llegó el camión de la basura y me despertó de nuevo.
 
Eran las dos de la madrugada. La vecina de arriba llegó de su cita de los sábados noche, y aunque intentaba con sus pasitos delicados no molestarnos, sus tacones siempre la delataban.
 
Eran las tres y media de la madrugada. Aproveché que la Coca-Cola ya había bajado, para ir al baño y cuando regresé a la cama, me llegó el lloro frenético e incesante del bebé del bloque de enfrente. Estaba muy enfadado, les costó más de media hora apaciguarlo y conseguir que se durmiera.
 
Repentinamente sonó una sirena a lo lejos. Ya se sabe que en una noche de sábado en la gran ciudad nunca hay descanso. El sonido de las sirenas de noche siempre me inquieta, no lo puedo evitar. Y ya se hicieron las cuatro de la madrugada.
 
Cuando eran las cinco y media, oí al perro de los del segundo desgañitarse cada vez que pasaba alguien por la calle. Y es que al pobre le hacían dormir en el balcón. Pobrecito, con el frio que hacía. Hay gente que no sé por qué tiene un perro. Porque era muy grande y mi piso pequeño, sino les habría dicho que me lo quedaba.
 
Ya eran las seis. Oí a unos chavales que de madrugada se retiraban a sus casas, no sin antes celebrar su noche, escuchando música en sus móviles a todo volumen y que compartían con el resto de vecinos muy generosamente.
 
No pegué ojo en toda la noche. No sé si fue el cúmulo de circunstancias o bien es que mi subconsciente quería alertarme de algo. Finalmente, después de tantas horas intentando dormir, me venció el sueño.
 
Me desperté sobresaltada, por culpa de algún sueño extraño. Miré el reloj y eran las nueve de la mañana, y al girarme y mirar el otro lado de la cama y ver que todavía estaba sola me asusté.
 
¡No había llegado todavía! Me levanté corriendo y fui en busca del móvil para ver si tenía algún mensaje avisando que no vendría a dormir. Ningún mensaje, ni suyo ni de sus amigos. Me empecé a angustiar, pensando lo peor. Lo llamé y no contestó. Llamé a uno de sus amigos y al descolgar me dijo que se despidieron de él al finalizar la fiesta y cada uno regresó a su casa. Pero él no regresó a la suya, conmigo. Ni ese día, ni los que siguieron después.
 
Sumida plenamente en el “Kaimós”, como mi familia de origen griego definiría esta sensación en la que me encuentro inmersa desde hace meses, lucho con mi subconsciente cada día pensando en si no fueron señales suficientes las de aquella noche para avisarme de que algo terrible estaba por suceder.
 
 
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “¿Qué te dice el subconsciente?”)

3 comentarios:

  1. La noche fue movida sin planearla, la mente nos juega malas pasadas, y bueno si no volvió , él se lo pierde. Un besote.

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  2. Muy bien resuelto el reto en este interesante relato!
    Abrazos.

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  3. No esperaba ese desenlace y es que lo has contado muy bien.

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin