(Autora: ©Dafne Sinedie)
Aquella era
la última caja de la mudanza.
—¿Qué
tesoros crees que esconderá?
—Espero que
no sea el gato de Schrödinger...
Se echaron a
reír.
—Entonces
acabemos de una vez con la incertidumbre.
La chica
aproximó el cúter a la cinta adhesiva que mantenía unidas las tapas de cartón y
la cortó con un movimiento preciso. Abrió las tapas y sonrió.
—Oh, son
juguetes de mi infancia.
Había
muñecas, peluches despeluchados, bolsas de canicas, una comba de cáñamo que
había perdido sus mangos, un yo-yo...
—¿No te
parece un poco triste que hayan quedado olvidados?
—Bueno, podrían
tener una segunda vida.
—¿Cómo?
El chico
extrajo la comba de la caja y la valoró entre sus hábiles dedos.
—Tengo una
idea.
***
Estaban en
su dormitorio. Él le había ordenado que se desnudase, su voz adquiriendo ese
tono dominante que tanto le enamoraba, y ella lo había hecho sin rechistar.
—Te voy a atar
con la comba, ¿de acuerdo?
Ella se
mordió el labio inferior mientras asentía.
—De acuerdo.
—Coloca las
manos así, preciosa.
Colocó las
manos delante de ella, con las palmas juntas como en un rezo. Comenzó atándole
las muñecas con una Columna Simple de Cabeza de Alondra, dejando el suficiente
hueco entre ellas; la cuerda se sentía ligeramente diferente a las que solían
utilizar, pero eso le puso aún más. Se desplazó detrás de ella y le hizo subir
los brazos por encima de la cabeza, de modo que las manos quedaron en su nuca,
apuntando hacia el suelo, y la cola de la cuerda quedó recta siguiendo su
columna vertebral. Seguidamente la movió alrededor de su torso para que quedase
debajo de sus pechos; ella siguió todos y cada uno de sus movimientos con los
ojos brillantes. Hizo la segunda envoltura por encima de la primera, creando la
línea horizontal en su espalda, y cuando regresó a ella la pasó por debajo de
la parte que había quedado en diagonal. Tiró para tensar todas las partes y
formar de nuevo un tallo que seguía su columna vertical; a ella se le escapó un
gemido.
—¿Todo bien,
amor?
—Sí, sí,
sigue...
Deslizó la
cuerda hacia arriba y hacia abajo hasta crear un nudo. Comprobó la longitud que
le quedaba; suficiente. Enrolló la cuerda alrededor del tallo y luego alrededor
de su torso, esta vez por encima de sus pechos. Una vuelta más... Hizo un nudo
hasta que la cola quedó hacia arriba; ella notó que las cuerdas se clavaban
deliciosamente en su carne. Envolvió la cola en el tallo, subiendo por su
columna, y la afianzó en un último nudo que quedaba a la altura de sus dedos.
Se situó
frente a ella para observar su obra.
—Perfecta.
Le besó mientras
acariciaba sus pechos apresados entre las cuerdas; tenía los pezones duros por
la excitación. Los atrapó entre los dedos y apretó hasta que ella gritó contra
su boca. Repitió el proceso varias veces, y ella recibió de buena gana el dolor
y el placer.
—Buena
chica... Ahora, espera aquí.
Se quedó de
pie en mitad de la sala, temblorosa y jadeante.
Él se movió
hasta el armario y abrió el cajón en el que guardaban los juguetes sexuales.
—Supongo que
de pequeña también tuviste una varita mágica. Aunque esta es un poco...
diferente.
Cuando se
giró, sostenía en la mano derecha una Magic Wand.
—Abre las
piernas... Uf, estás chorreando, cariño.
Deslizó el
cabezal por su sexo hinchado y lo apretó contra su clítoris. Lo encendió. La
vibración se propagó por todas las fibras de su cuerpo e hizo ademán de cerrar
las piernas. Él le dio un azote en culo.
—Mantén la
posición si no quieres que te castigue.
Se obligó a
mantener las piernas abiertas, ofreciéndose completamente a él. La vibración
fue creciendo conforme él apretaba el botón.
—No puedo...
Me voy a caer...
Con la mano
que tenía libre la agarró del tallo de cuerda.
—No dejaré
que te caigas, amor. Tú déjate llevar y disfruta...
—Tengo
ganas...
El zumbido
le parecía ensordecedor.
—Vamos,
córrete para mí.
Explotó. Las
piernas le fallaron. Él la sostuvo y la cuerda la mantuvo unida a su cuerpo
mientras su alma se escapaba momentáneamente hacia el dulce clímax. Apagó la
Magic Wand y la condujo hasta la cama. La tumbó con cuidado y la desató igual
de metódico que la había atado. Luego le besó las marcas y le masajeó los
brazos y el torso. Ella se dejó hacer, sonriendo.
¿Quién dijo
que los juguetes eran solo para niños?
(Relato
perteneciente a la propuesta de Variétés: “Juguetes”)
Soy Cora la leí en su día muy bonita y la imaginar que no falte.
ResponderEliminarBesos para ambas
Juegos eróticos con juegos de la infancia , una gran aportación a la convocatoria . Besotes.
ResponderEliminarIgual que los juegos infantiles desarrollan la imaginación, pasa igual con lo eróticos, es más yo creo que son reminiscencias de aquellos.
ResponderEliminarAl final somos niños grandes, aunque con otros parámetros del divertimento.
¡Muchas gracias a todas por vuestros comentarios! Encantadísima de que os gustase mi Toy Story ;)
ResponderEliminarPor cierto, me encanta la imagen que ha escogido Gin para el encabezado del post *.*
Un besazo enorme de variété
Me alegro que te guste, preciosa.
EliminarGracias, siempre, por tu presencia y tu magnífica pluma.
¡Bsoss enormes! 💙