(Autora: ©Zoraida)
"Envuelta en este sol de otoño y en emociones que me
anudan la garganta, abro mi antiguo diario de tapas forradas con raso azul del
que aletea el aroma de una flor que guardo dentro. Releo pasajes que, como la
LLAVE que abre la puerta del LABERINTO hacia mis recuerdos más abominables y
hermosos, me llevan hasta ese instante en el que él me apresó el corazón y yo
le arrebaté la cordura. Un corazón que se multiplicaba en otros más pequeños,
dibujados con su nombre en una caligrafía escogida con primor, y que ahora veo
medio deshechos, igual que aquella cinta que desató de mi pelo mientras dejaba
sobre mi vientre desnudo una flor que había besado para mí con los ojos
cerrados. El MIEDO me invadió al verme a mí misma, tan poderosa y vulnerable,
en la fuerza desbordada de su deseo, en el ardor incombustible del mío. Sucedió
bajo los membrillos olorosos, cada tarde a la hora de la siesta, hasta que tuve
que marcharme de aquel lugar en el que las tardes eran tibias y las campanas
tañían llamando a la oración de los fieles. Abandoné mi casa junto a mi abuela
buscando la PAZ de un hogar lejano. Los lugareños nunca nos quisieron allí,
aunque nos necesitaban, y sus conflictos con nosotras se recrudecían cada
invierno en que la escasez y la enfermedad asolaban el pueblo. Brujas, nos
llamaban los ingratos que, no mucho tiempo atrás, habían solicitado nuestra
guía y remedios. Pero eso no duele, no dolió nunca pues de ese tiempo sólo
llevo dentro, y hasta el fin de mis días, las tardes eternas en el olor de los
membrillos y la luz de las flores."
©Zoraida
(Texto perteneciente a la propuesta de Variétés: “Mira Bien; ¿Qué Ves?”)
Hay dolores que son menos sentidos cuando el recuerdo que lo envuelve nos hace soñar que a pesar del sufrimiento en algún momento fuimos felices.
ResponderEliminarAbrazos