(Autora: ©Zoraida)
"Pedaleaba a todo lo que daban sus piernas con el sol
tostando su rostro y la risa feliz de la libertad en sus labios. La cesta de la
bicicleta rebosaba con las flores del camino y la bolsa de canicas atada a su
cintura anunciaba como cascabeles su presencia. Alegría. Ese era su nombre, no
podía tener otro.
La sonrisa de la niña todo lo abarca, todo lo ilumina, en la
espléndida tarde de verano en el río. Su pelo negro recogido en una trenza
gruesa, ya deshecha, su piel morena y brillante, sus dientes blancos... ajena a
todo cuanto la rodea, sube y baja la enorme roca desde la que salta una y otra
y otra vez al agua. Cuando emerge, abriendo mucho los ojos y escupiendo el agua
que se le ha quedado en la boca, mira a su alrededor buscando el lugar que
ocupa en ese pequeño mundo en el que los niños juegan y se retan, entre gritos,
a las hazañas que recordarán durante días o que contarán a sus hermanos mayores
esa noche durante la cena en familia, mientras las niñas se quedan en la parte
del río en la que el agua les cubre hasta las pantorrillas y sólo moja la punta
de sus vestidos.
A ella no le avergüenza su aspecto, ni el pelo despeinado ni
que el vestido, de un rojo desvaído ya, se le moje pegándose a su cuerpecito y
dejándola como desnuda ante el mundo. Todavía posee la feliz inocencia de quien
todo lo vive y disfruta como un delicioso regalo de la vida; sin juzgar, sin
miedo, sin tener en cuenta la opinión ajena que destruye todo lo hermoso que
uno desea vivir, sin la vergüenza heredada de los adultos.
Entre cuchicheos y risas ahogadas los niños le quitan las
canicas y las niñas se adornan el pelo con las flores que lleva en la
bicicleta. Ella hace como que no se da cuenta y sigue lanzándose al agua; deja
que disfruten su pequeño delito cuando en realidad lo hace a propósito, lleva
todas esas cosas consigo para regalárselas sin que ellos lo sepan.
La tarde avanza y poco a poco desaparecen los niños, las
risas, los juegos... el día abandona el río.
Ella se queda sola secándose bajo los últimos rayos del sol, los
que tienen los colores más bonitos y tiñen de rosa el cielo. Su sonrisa es
inmensa. Es la reina del mundo. Es la infancia que mora en la memoria de los
hombres. Eterna. Libre."
©Zoraida
(Relato perteneciente a la propuesta de Variétés: “Juguetes”)
Qué lindo, pero a la vez que triste, ella era feliz a su manera, ofreciendo aquello que poseía sin pensar en el que dirán de los demás.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Besos.
Muy original pero el juego es desigual para aquellos que lo juegan . La malicia adolescente frente a la inocencia de la infancia, queda mal sabor de boca. Es la vida.
ResponderEliminarBesos