UN RETO: UNA IMAGEN
(Autora: ©Campirela)
Aquel verano fue especial por muchas cosas, entre ellas
descubrí que las personas no son lo que parecen a primera vista, así fue como
conocí a Lilit.
Cada tarde, cuando el calor más apretaba, ella estaba en la
calle con su vestido y zapatillas de bailarina, la primera que vez que la vi me
dije asomada a la ventana, vaya chiflada que nos ha venido a visitar este año
al pueblo, bajé la persiana y seguí con mi lectura, una novela de misterio que
me erizaba la piel.
Cuando se levantó mi madre de la siesta, lo primero que le
pregunté fue si ella conocía a esa mujer que desde hacía una semana veía a la
hora de la siesta salir con ese vestido a cazar mariposas.
—A ver Elisa, esa mujer como tú le dices tiene un nombre y no
hay que hablar con ese tono de alguien a quien no se conoce.
—Ya mamá, si yo no lo digo de malas, solo que me parece que
no anda bien de la cabeza, a esas horas de más calor salir con esas vestimentas
a la calle, creo que muy bien no está.
—Hija mía, no sé los motivos de su delirio, lo único que te
puedo contar, es que hace años, cuando tenía tu misma edad, algo le ocurrió en
el río y desde entonces, es como si estuviera ausente en su vida cotidiana.
—¿Y qué fue lo que le pasó?
—Supongo que cayó al río desde una rama y su cabeza chocó con
una piedra, cuando la sacaron pensaban que estaba muerta, pero por suerte no
fue así. Desde entonces es como que se quedó en esa edad, aunque la vida siguió
su curso.
La explicación que le dio su madre le cambió el concepto de
Lilit, hasta por un momento le cogió cariño sin haber cruzado dos palabras con
ella.
Pasó una semana y como cada tarde a la misma hora allí estaba
con su cazamariposas, corriendo como una descosida tras las bellas mariposas,
pareciera que tuvieran cita cada día con ella en el mismo lugar.
Aquella tarde me armé de valor y decidí salir a la calle y
hablar con ella, no sabía su reacción, pero había que intentarlo.
—¡Hola, me llamo Elisa!, cada tarde te veo correr tras las
mariposas, ¿me dejas jugar contigo?
Lilit se paró en seco y con ojos vivos y alegres, le hizo un
gesto con la mano de que la siguiera.
Desde la ventana de su casa, su madre observaba la escena, le
conmovió la sensibilidad de ver cómo dos personas desconocidas iban a forjar
una verdadera amistad.
Ese verano descubrió algo importante, nunca debes juzgar a
las personas por su apariencia, y mucho menos hacer juicios preliminares.
Cogidas de la mano se fueron hacia el río, allí Lilit le
contó a su modo con su media lengua de trapo que de una rama se cayó y, desde
entonces, su mente se quedó varada en ese lugar y en esa edad, a pesar de haber
pasado más de veinte años.
Ese verano fue el más divertido que recuerdo de mis años
adolescentes, Lilit fue una buena amiga con ella, la magia estaba servida, le
contaba despacio sus sueños y no le importaba que el pueblo le llamara la
Lunática, pues ella era bien amiga de la luna y sabía muchos de sus secretos,
así fue como le confesó cómo hacía para
que cada tarde las mariposas fueran al mismo paraje... Eso es un secreto que
por ley debo guardar.
(Relato perteneciente a la propuesta trimestral de
“Variétés”)
Gracias Ginebra, un bonito verano . Beoss muchos!!
ResponderEliminar¡Nunca hay que juzgar por las apariencias! Estoy segura de que la protagonista vivió un mágico verano.
ResponderEliminarUn besazo para ambas <3
Lindo post, donde la smariposoas nos enseñan qué de trampas puede tener la realidad.
ResponderEliminarUn abrazo a ambas