(Autora: ©Ginebra Blonde)
Bajo el
aterrador sonido del impacto de las bombas, que hacía cimbrear las bombillas de
aquellos pasadizos oscuros y húmedos del refugio, Matilda conversaba con su
abuela creando una utópica serenidad.
—Abuela… ¿por
qué hay bombas?
—Porque con
ellas matan, mi niña; con ellas matan…
—Pues que
las quiten todas.
—Ese es el
sueño de muchos… que difícilmente veremos cumplido.
—Pues yo lo
voy a soñar con mucha fuerza, abuela.
Con los
años, Matilda fue comprendiendo que las armas jamás desaparecerían de nuestro
mundo; es por ello que centró su sueño en qué hacer para protegerse de ellas.
Se pasaba
los días, incluso las noches, ideando algo para su descabellado proyecto.
Tenía
libretas y anotaciones por cada rincón de su cuarto; dibujos de aparatosos
ropajes con los que, supuestamente, evitar que las balas pudiesen atravesarlos
y llegar a herir o matar a las personas.
Comenzó a
trabajar en una empresa textil donde, a pesar de los comentarios de algunos
trabajadores que ridiculizaban su idea, fue enriqueciendo sus conocimientos,
hasta conseguir que la derivaran al departamento de investigación.
En su mente,
recreaba a menudo aquellas conversaciones que mantenía con su abuela en el
refugio, mientras fuera de él la gente moría…; y siempre acababa mirando al
cielo y diciéndole, allí donde estuviese, que su sueño se cumpliría.
Un día,
mientras trabajaba con polímeros en
esa búsqueda de fibras sintéticas lo suficientemente aceradas para su afanado
propósito, obtuvo unos resultados erróneos a consecuencia de una solución
cristalina, cuando el resto de elementos eran de consistencia viscosa. Esa
solución era el Kevlar; más
resistente que el propio acero.
Y entonces
lo vio…
Esa fibra
sería perfecta para crear chalecos antibalas; cascos; uniformes de
bomberos, y tantas otras cosas para la
seguridad del ser humano.
«Abuela… Aún
existen las armas. Como dijiste, el sueño de que algún día dejen de formar
parte de nuestro mundo, es casi un imposible, pero he cumplido el mío. Sé que
apenas es nada, pero más que suficiente si con ello se salvan algunas vidas. Y
no me rindo; seguiré soñando, abuela; siempre… »
(Relato
perteneciente a la propuesta: “Déjate Soñar”)
Gracias Ginebra por hacernos soñar, besos y cuídate mucho , mucho.
ResponderEliminarSi nos damos cuenta los inventos los que son para matar hay otros que de ellos se sacan para salvar vidas como es el tuyo , esa fibra hace que los soldados estén más protegidos .
Todo malo tiene su contrapartida lo bueno.
Un besazo con mucho cariño.
Gracias a ti por estar, preciosa. Para mí es un gran placer contar con vuestra compañía en estos viajes de letras.
EliminarEstoy bien, pero creo que voy a adelantar mi pausa bloguera de verano, porque necesito recargar toda esa energía que se vio mermada estos días atrás...
Agradecida de CORAZÓN por todo...
Bsoss y cariños enormes 💙