(Autora: ©Dafne Sinedie)
"No one will see me here"
Eli Klemmeck / Instagram: @neomlei
Volví del trabajo agotada mentalmente. Me sentía aburrida y apática. Necesitaba con urgencia evadirme del mundo, esconderme en
un lugar en el que pudiera ser yo misma y, al mismo tiempo, no destacase. Por
suerte, sabía perfectamente adónde acudir.
Metódicamente me desnudé. Me quité la
chaqueta, la blusa de color blanco, la monótona falda gris, las medias, los
zapatos, la ropa interior... Luego, igual de metódica, me volví a vestir. El
tanga rojo, el sujetador de encaje, las medias negras de rejilla, la minifalda
a tablas que tenía cadenas cayendo de la cintura, la camiseta de manga corta
con calaveras, los guantes largos hasta el codo con los dedos cortados, los
calcetines altos hasta la rodilla y las botas de plataforma.
Me aproximé al espejo para peinarme
la media melena azabache con mechones blancos enmarcando mi rostro. Después me
maquillé: base blanca para la piel, sombras negras para los ojos azules,
pintalabios rojo oscuro para los labios. Rodeé mi cuello con un chocker de
terciopelo negro y adorné mis orejas con piercings y aros. Sonreí con aprobación ante el resultado, pero aún
faltaba un último detalle: el septum de la nariz. Ahora sí... Esa sí que era
yo.
Alcancé la chupa de cuero, rellené un
bolso pequeño con mis efectos personales y salí de mi apartamento como alma que
lleva el Diablo; al fin y al cabo, muchos dirían que el lugar al que me dirigía
era como el Infierno.
El taxista al que paré desde la acera
me miró con curiosidad. Entré en el
coche con confianza y le di la
dirección. Su expresión pasó de la confusión
a la censura, e hizo el recorrido en
completo silencio. Me reventaba que me juzgasen de aquella manera, pero en vez
de mostrarme enfadada, amplié mi
sonrisa y me dediqué a observar a través de la ventanilla cómo la ciudad se
sumergía en la noche.
Adoraba la noche.
Cuando el taxista llegó a mi destino,
pagué lo correspondiente por el trayecto y atravesé los laberínticos callejones
hasta que me topé con el cartel del local: una luna sonriente sobre la que
estaba sentada un esqueleto. Sin embargo, aquella imagen no despertaba miedo, sino tranquilidad.
Empujé la puerta y me topé con unas
escaleras que bajaban. Aunque no era mi primera vez, las recorrí con un poco de
nerviosismo; mi corazón palpitaba al
son de los beats oscuros que retumbaban contra el suelo y las paredes.
Al final de las escaleras llegué a
una sala llena de gente, jóvenes de entre dieciocho y treinta años que bailaban
y conversaban mientras bebían y fumaban. El negro predominaba en sus ropas, los
collares de perro, las pulseras de cuero, las plataformas... De alguna forma se
mezclaban todo tipo de subculturas underground: gótica, punk, grunge e incluso
e-girls y e-boys.
Pedí una bebida en la barra y me
sumergí en la marabunta de cuerpos. La libertad
me invadió.
Sentía la batería como si las
baquetas estuvieran golpeando mis huesos, las guitarras eléctricas como si las
cuerdas fueran mis nervios y la voz del vocalista retumbaba hasta en la última
célula de mi cuerpo. Me movía al son de la música con la mente en blanco,
sonriendo con júbilo. Hasta que me
di cuenta de que dos ojos seguían todos y cada uno de mis movimientos.
La timidez me embargó de repente y me detuve.
Se trataba de un chico de más o menos
mi edad. Tenía el pelo rapado, los ojos perfilados de negro y grandes
dilataciones en las orejas. Su camiseta de manga corta se pegaba a un torso
musculado y dejaba al descubierto los tatuajes que cubrían sus brazos y su
cuello. Todo él parecía una obra de arte. Sus facciones, su cuerpo, su piel
decorada... Y sus ojos, ¡ay, sus ojos! Eran limpios como el cristal y ardían
como dos fuegos verdes, incandescentes, fervorosos.
Al darse cuenta de que le había descubierto
sonrió. El corazón me dio un vuelco. Y, para mi sorpresa, comenzó a caminar hacia mí.
—Ghostemane es un genio, ¿no crees?
Su voz era grave y transmitía calma, como la inmensidad del océano.
—Sí, es un genio... —respondí con un
hilo de voz.
—¿Tienes acompañante? —Negué con la
cabeza—. ¿Y quieres compañía?
La atracción que nos unía era como una cadena, y una parte de mí se
moría de ganas de que él la aferrase. Finalmente asentí con la cabeza.
—Me llamo Eric —me tendió una mano.
—Angy.
Sus dedos eran fuertes y ligeramente
ásperos. Me estremecí notablemente.
—Perdona. —Retiró la mano. De repente
parecía avergonzado—. Es que trabajo
en la construcción desde hace varios años...
—No te preocupes, me gustan tus manos
—confesé; lo cierto es que se me habían pasado una decena de pensamientos
indecentes estrechar su mano—. Yo soy matemática. Trabajo analizando
estadísticas.
Por lo general los chicos huían cuando se enteraban de que era una chica
lista; supongo que se sentían amenazados.
Sin embargo, Eric amplió su sonrisa y me miró con interés redoblado.
Nos desplazamos a un lateral de la
sala para continuar hablando. Hablamos de nuestros trabajos, de nuestros
hobbies, de los detalles más importantes de nuestra vida personal... En un
momento dado comenzó a sonar Falling down y me invitó a bailar.
Era una canción lenta, casi como una
balada. Eric rodeó mi cintura con sus manos y me pegó contra su cuerpo. Colocó
su pierna derecha de modo que quedase entre las mías y la parte interior de mis
muslos rozasen contra la tela de sus vaqueros, excitándome. Me abracé a su torso, acariciando su espalda mientras
nos balanceábamos, y apoyé mi cabeza en el hueco entre su hombro izquierdo y su
pecho; parecía encajar perfectamente. Nos dejamos fluir, al son de la canción.
En un momento dado Eric subió su mano
derecha hasta mi nuca, enredó sus dedos en mi cabello y, con cuidado y firmeza, hizo que inclinase
la cabeza hacia atrás. Nuestras miradas ardían de deseo. Al mismo tiempo, buscamos nuestros labios para fundirnos en un beso.
(Relato
perteneciente a la propuesta: “Emociones”)
Las dos caras de una misma mujer, Cada una es libre en lo que hace y realiza.
ResponderEliminarFantástico. Besotes.
Ohh me encantó! Un relato sensual y con un punto de oscuridad que lo hace muy especial.
ResponderEliminarUn abrazo!
¡Mil gracias, Lunaroja!
EliminarUn abrazo
Original las dos partes del relato, la primera como punto final de una vida laboral aburrida y que sirve de preámbulo para la segunda erótica y sensual y repleta de emociones.
ResponderEliminarMe gustó de principio a fin.
Y ya puedo decir que pronto tendrá continuación, Tracy ;) Así que si os apetece seguir leyendo, ese "fin" se puede alargar.
EliminarUn besazo