(Autora: ©Campirela)
ALGUIEN A QUIEN AMAR
Quiso que la
fortuna de mi familia tuviera todo un edificio en un barrio donde destacaba más
de lo que debiera la miseria de sus gentes.
Esa tarde en
la oficina sonó el teléfono, era el mismísimo alcalde, quería hablar con el
jefe, Don Arturo Soria.
—Perdone
señor alcalde, Don Arturo en este momento se encuentra de viaje, dejó dicho que
hasta el próximo lunes no volverá a la oficina, si desea dejar un mensaje lo
recibirá en lunes por la mañana.
Al colgar,
dejé el mensaje dentro de mi libreta, de todos modos al llegar a casa llamaría a
mi padre para ponerle al día, así el lunes ya vendría con las ideas claras al
respecto.
Ya se veía
venir que desde hacía más de cinco años, aquel edificio que heredó de mis
abuelos algo habría que hacer con él.
El
ayuntamiento quería que se lo vendieran para construir casas de alto standing,
pero ya lo habíamos hablado en casa en las tertulias familiares, si en algo estábamos de acuerdo, menos mi tío el menor, era hacer con él una
obra social, cuál no nos poníamos de acuerdo, pero algo para esas gentes del
barrio que tuvieron menos suerte que nuestra familia.
Pasaron unos
meses en donde los acuerdos no eran del todo del agrado de ninguno.
Mi tío se trasladó
desde donde residía porque él no veía que regaláramos el edificio sin un
beneficio económico, no necesitaba el dinero, pero el ansia de tener más era
superior a él.
Mi padre,
deseaba hacer algo por su barrio de toda la vida.
Y el
ayuntamiento quería sacar tajada de toda la maraña que se estaba cerniendo
alrededor del edificio de la calle Tranvía.
El destino a
veces se pone de acuerdo y hace que todas las fichas se pongan en su lugar, ya
veréis porque os cuento todo esto.
Aquella
tarde la nieve hizo su primera presencia del invierno, cayó una gran nevada,
justo a las diez de la noche nuestro tío Luis el pequeño, sí, ese que no quería
vender, volvía de regreso a su casa, con la misma idea que él no daba
autorización para hacer un centro social. No hubo peleas esta vez, sino más
bien resignación por los demás, tal vez lo mejor sería vender y que cada uno
con su dinero hiciera si era ese su deseo una obra social, al menos la familia
seguiría unida.
Cuando nos
dirigíamos a la estación (le llevé yo) a pesar de ser un cabezota no era mala
persona tal vez él no lo sabía, pero su soledad de vivir
apartado del resto de la familia le hacía ser testarudo, para mí que lo que
necesitaba era amar alguien, era un soltero empedernido.
La nieve
caía con más fuerza, apenas podía ver a través
de la luna, cuando me quise dar cuenta tenía delante de mí a un perro
callejero, frené, pise con fuerza ese pedal, lo cual hice un pequeño trombo con
mi todoterreno, salté del coche y allí estaba el pobre animal para mí que
agonizando.
Mi tío Luis,
salió corriendo y en un gesto que me asombró profundamente, se quitó su abrigo
y recogió al animal, me dijo.
¿Sabes de
algún veterinario en la zona?
Nos metimos
en el coche y puse el GPS, él nos indicó el más cercano y abierto a esas horas.
Nos
comunicaba que estábamos a diez minutos, entre tanto mi tío llevaba en brazos a un perro con un cariño
que me emocionaba ver que esa persona que hacía horas protestaba por todo,
tenía un corazón tan tierno.
Tengo que
decir que Tobi, se recuperó, gracias tal vez al cariño que le transmitió en ese
coche hasta llegar al veterinario.
Mi tío le
adoptó, aprendió amarle desde que le vio tendido debajo de las ruedas del
todoterreno.
Y lo mejor,
aquel edificio se donó para obras sociales, entre una de ellas, era la acogida
de animales sin hogar, tengo que decir que mi tío regresó a la ciudad con Tobi,
y algunas mascotas más. Él mismo se encargaría del refugio para animales, ya
tenía a quien amar.
Los
propósitos a veces no están bien definidos y solo hace falta una chispa de
magia para que nuestro corazón se vuelva tierno y agradecido.
Hoy los
vecinos el barrio tienen un lugar donde reunirse, pasar buenos ratos y
aprender, pues se hacen cursos de formación para mayores y otra parte de él
para mascotas que son abandonadas hasta que
encuentran una familia que las
adopten.
Esta lección
de vida me enseñó que no todo está perdido, que la vida nos sorprende con
acciones de los humanos que son inesperadas y que todos debajo de una coraza
tenemos buenos sentimientos, así lo demostró Tío Luis.
(Relato perteneciente a la propuesta: "Propósitos")
Gracias Ginebra. Besitos de madrugada.
ResponderEliminarA ti, siempre, preciosa 🙏
EliminarUn lujo contar con tu hermosa pluma, y, sobre todo, con tu bonita compañía 😊
Bsoss y cariños! 💙
A veces hace falta una oportunidad para que slguien reaccione. Solo se cambia al borde del precipicio lo oi en una película hace poco y estoy de acuerdo. No siempre pero s veces sí.
ResponderEliminarBesodss campi
Qué bonito relato.
ResponderEliminarA veces la misma vida hace que todo se coloque en su sitio.
Besos