(Autora: Fini López Santos)
*Bibliotecario (Una Despedida)
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ACEPTACIÓN
El frío era insoportable, con las prisas dejó su abrigo en el
diván
de aquel salón familiar y lejano en aquel momento.
No se reconocía deambulando cual nómada, sin pensar que se
podía extraviar, aunque girase sobre sí y retomara
sus propias pisadas.
La tarde estaba plomiza y desapacible.
Su mente por un instante cerró capítulo y extrañamente dejo
de
recordar el dolor que lo llevó al abismo, casi hasta la
locura.
Tuvo que aceptar y aceptarse, reiniciarse hasta comprender
que
no era culpable, que el dolor no era premio alguno para la
aceptación como persona.
Le dijo adiós a una vida llena de lujos y palmeros por el
simple
hecho de estar casado con don dinero, pero no pudo engañarse
a sí mismo, todo fue una farsa para complacer a los suyos.
Nada resultó ser lo que era, ni él la quería, ni ella lo
deseaba.
Fue una despedida lenta, dura emocionalmente, no era el
primero, pero su familia no admitió su decisión, fue
rechazado y
se sintió un apestado. Aquella noche se cumplieron tres años
encerrado en su caparazón lejos de su ciudad.
Entró en aquella biblioteca cafetería y se pidió un
capuchino, el
aroma que desprendía la taza lo hizo volar y de pronto
recordó
que debía volver al trabajo.
Tras sus gafas, cabizbajo, serio y distante, como autómata
contestaba a todo aquel que le preguntaba por algún libro.
-Sección de novela, tercer pasillo.
-Biografías al fondo.
-Poesía arriba a la izquierda.
Tropezaron sus miradas, bajó la vista presurosa esperando que
se marchase en busca de su poeta preferido y quedó perplejo
ante el descubrimiento de sus latidos.
Aceptó a Ricardo sin más pretensiones que amar y ser amado.
Tras los cristales siguen alegres los gorriones cantando y
una
mano sobre su hombro le recuerda que no está solo, aunque
algunos se empeñen en pintar de gris el sol.
*Camarero (Testigo de una discusión)
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A VECES LA VIDA...
Se sentó en la terraza de la cafetería, la niña quería un
helado que ella no le compró, pidió un solo y un poco de agua. La ilusión de la
infancia se le fue negando al igual que el cariño de su madre.
¡Qué culpa tenía de haber nacido!
Con un gesto la mandó a la mesa de al lado a pedir, como la
tenía
acostumbrada y con sus cuatro años dijo que tenía hambre.
Le pidieron un desayuno, cuando fue a degustarlo la madre de
un salto la tomó del brazo y se la llevo a base de golpes en la cabeza. No era
eso lo que tenía que mendigar, sino dinero, tristemente esto ocurría a diario,
era conocida en las cafeterías de la zona.
Tristemente fueron muchos intentos por ayudarla, pero siempre
lo pagaba con desprecio y vandalismo, pero la niña... un ángel en mitad del
infierno.
Su vestimenta provocativa y la forma de insinuarse tan
descarada era un despropósito ante su hija, que, acostumbrada, seguía jugando
con la muñeca a la que tiraba de los pelos y maltrataba inconscientemente.
¡Imposible a esa edad tener maldad!
Aquella mañana rozó el límite de la ruindad con la pobre
criatura, quizá despechada por no conseguir el chute diario y Manuel, no
soportó el maltrato que le estaba infringiendo, llamó a la policía a la vez que
ella marchaba llevando a rastras a su hija.
El alterado camarero nuevo en su trabajo, le contó a la
patrulla y quiso saber si había todavía oportunidad para la niña, en ese
momento fue testigo de gritos y patadas de una batalla lidiada contra sillas y
mesas que volaban por los aires ante la mirada perdida de la niña. Fue detenida
por escándalo público y consumo de estupefacientes.
Manuela que así se llamaba la niña quedó en mitad de la acera
desamparada. Manuel se acercó y le dio la mano acariciando su cabeza.
La niña extrañada lo miró.
-Vamos a desayunar ¿Tienes hambre?
Devoraba todo con ansiedad ante la mirada de su salvador,
pero a la vez intranquila ojeaba la puerta quizá esperando escuchar los gritos
de su madre. La suerte quiso que le concedieran a la niña en acogida hasta que
la madre se rehabilitara, pero de nuevo el infortunio sacudió la vida de
Manuela, su madre fue hallada muerta en la celda, pero ahí estaba Manuel para
cuidarla tanto como ella quisiera.
Que dos grandes relatos llenos de sentimientos verdaderos y a los que a veces la vida no hace justicia. Enhorabuen por tan lindos escritos. Un saludo y feliz Septiembre.
ResponderEliminarMuchas gracias Campirela, la vida no siempre es justa.
EliminarFeliz septiembre también para ti.
Un saludo.
Buenos relatos. El segundo he de decir que me ha encogido el corazón, pero al final hubo una esperanza para esa niña.
ResponderEliminarSaludos!!
Gracias, a veces la vida es bella para niños en familias desarraigadas. Pero no siempre es así.
EliminarSaludos.
Qué decir!! el primero me ha encantado por esa manera de reconocerse y aceptarse, tan difícil a veces, la descripción es maravillosa hasta el punto de situarnos frente a él.
ResponderEliminarDel segundo decir que es impactante como la cruda realidad, cuántos niños y niñas presencian horror más que magia a su edad, el tiempo todo lo cura, pero hay traumas que dejan cicatrices profundas. Te felicito, Fini.
Mil besitos y feliz día.
Y me temo que seguirá siendo difícil, la hipocresía es grande a la hora de tratar estos temas.
EliminarY el segundo rompe el corazón, pero los hay en cada edificio y no los vemos, pero algunos los escuchamos.
Mil gracias Auro.
Feliz septiembre, un beso.