ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

martes, 28 de mayo de 2019




(Autora: Alma Baires)

El aroma de la tarta de manzanas había invadido toda la cocina. Ese día Laura se había levantado temprano, casi al alba. El sol entraba tímido por las ventanas, el otoño comenzaba a hacerse presente. Suspiró, sin querer que los recuerdos la invadieran. Arregló las sábanas de su cama, hacía años que era una tarea de lo más fácil. Bajó al jardín, dejando que la hierba aún con el rocío, le mojara los pies. Fue cuando vio las manzanas, parecía una propuesta. Sonrió. Volvió a entrar a la casa, controló de tener todo lo necesario y comenzó a cocinar la tarta. Escuchó los pasos de Abril, se había despertado.

No había podido casi dormir en toda la noche, la ansiedad la estaba consumiendo. En pocos días partiría para Buenos Aires de forma definitiva y su madre se quedaría allí, sola. Abril no entendía esa terquedad de parte de su madre, ¿qué la retenía allí? Nada. Eran años que su padre se había ido y ella no había vuelto a tener otro hombre; ni siquiera un amigo le conocía. Su madre era una bella mujer aún, y se merecía ser feliz. Laura decía que lo era, allí, entre esos muros, con sus cosas... sus fantasmas. Abril se levantó apenas escuchó rumores en la cocina, seguro su madre se habría puesto a cocinar.

La tarta estaba lista, bastaba se enfriara un poco. Laura deseaba mimar un poco más de lo normal a su hija esos días. Pronto su niña, ya no más niña, partiría hacia la tierra de sus orígenes. Sonreía con lágrimas en los ojos pensando en las vueltas que tiene la vida. Ella había llegado allí de pequeña, y pese a que le costó mucho al principio, fue allí donde hizo su vida, donde construyó todo lo que era. Y ahora Abril, su única hija, elegía hacer el viaje de regreso. Volvió a suspirar, ¿cuántos eran ya esta mañana? ...había perdido la cuenta. Tomó la tarta y la cortó, se enfriaría más rápido. Se sentía el aroma de su ingrediente secreto, en todos esos años Abril nunca lo había adivinado, y eso que era fácil. Pero Laura se lo había escrito; en realidad, eran meses que le estaba preparando un libro especial, sus mejores recetas. Había comprado un cuaderno con tapas de cuero y le había hecho grabar su nombre; allí había escrito, con su mejor caligrafía, las recetas preferidas de Abril. Todos los pasos, los pequeños trucos y, obviamente, los ingredientes secretos que ella misma usaba. Sabía que era un regalo que su hija apreciaría, más ahora que estaría tan lejos.

Antes de bajar a desayunar, decidió ir hasta el desván, no sabía porqué su madre cambiaba todo de lugar constantemente; y las valijas que siempre habían estado en el garaje, ahora debía buscarlas allí donde no le gustaba demasiado entrar.

De repente Laura escuchó pasos en el desván, seguro Abril había ido a buscar las valijas. Su hija siempre había sido muy impaciente, como si no hubiese podido bajar a desayunar y luego ocuparse de ello.

No recordaba la última vez que había entrado al desván y debía admitir que su madre se había hecho allí un bonito rincón. Tenía sus revistas de decoración que siempre había guardado; sus antiguas cajas de hilos, esas que habían pertenecido a la abuela; y sus libros, todos sus libros. Había colocado una alfombra y un mullido sillón. ¿Cuándo era que había hecho todo eso? Miraba todo como si fuera que había aparecido allí por magia. Un objeto llamó su atención, se acercó a la librería para verlo mejor, cuando notó que su madre estaba detrás.

Buenos días... –dijo Laura abrazando a su hija. Hubieses podido bajar a desayunar, que luego ya hay tiempo para las valijas.
Buenos días mamá... ya sabes que no puedo estarme quieta. –respondió Abril girándose y dándole un beso en la mejilla. ¿Qué es esto? Nunca había visto este cofre, ¿de dónde lo has sacado?

Por un momento a Laura le pareció que el tiempo se detenía. Ese era su espacio, así lo había armado, poniendo atención a cada objeto y detalle que allí se encontraba. Y ese cofre estaba entre sus cosas más preciadas. Guardaba en él un secreto desde hacía años, una eternidad le parecía. La emocionaba pensar a aquellos años en los que él le escribía cada día; sus correos era lo primero que abría al despertar. Ya luego sus letras la acompañaban durante todo el día. Él había sido una presencia más allá de cualquier distancia.

Nada, Abril... un cofre donde guardo algunas cosas de tiempo atrás... –dijo Laura en un tono de voz casi inaudible.
¿Puedo ver? ...sabes que soy curiosa. –preguntó su hija, y sin esperar la respuesta abrió el cofre. Mira... tus aretes de plata!! ...sólo te los había visto en fotos.

Abril sacó una a una las cosas del cofre, sin notar el temblor en las manos de la madre, ni las lágrimas que amenazaban en inundar sus ojos. Allí estaban esos aretes que había usado día a día por tantos años; una servilleta de un bar en Buenos Aires con el sobrecito de azúcar aún intacto; un viejo billete de tren; una carta que ya no se leía porque se había borrado la tinta, y donde sólo quedaba la inicial que la firmaba. Esa G que para Laura era un tatuaje en el alma. Aquel otoño en Buenos Aires había cambiado su vida. Él lo había hecho. Volver luego a su casa, a su trabajo, a su rutina, a su marido, había sido la decisión más difícil de toda su vida. Pero él había siempre dejado las cosas en claro, no podían, no debían. Y aún sabiendo que fue lo correcto, no pasó un instante sin recordarlo. Ni siquiera cuando tiempo después de su regreso, él dejó de escribirle. Había desaparecido tan rápido como había llegado, y ella no tenía modo de saber, de preguntar. Y así fue como intentó comenzar a olvidarlo, metiendo una a una las cosas que lo unía a él dentro ese cofre.


Sin embargo, cómo hubiese podido siquiera pensar en olvidarlo, si cada vez que veía los ojos verdes de su hija era como si lo tuviese delante.



Relato perteneciente a las propuesta "Secretos


7 comentarios:

  1. Que historia más linda ayyy que pena pero que lindo a la vez ..Sabes leer tu historia me ha venido a la mente que los amores bellos , pasionales y todo eso son los que nunca se llegan a realizar ..será tal vez pq los idealizamos ..Me encanto .
    Un abrazo con cariño muakk.

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  2. Ay Alma, qué relato tan hermoso! Me ha encantado,como has sabido ensamblar tantos sentimientos sin caer en el dramatismo,ni el melodrama. Una historia cotidiana pero de tanta belleza que no puedes dejar de leer...
    Mil besos!

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  3. Tienes un don especial para el relato, para adentrarnos de manera pausada de cada uno de los momentos, verlos y ... tocarlos. Es precioso y muy emotivo, mi querida Alma.

    Te felicito por tu participación.

    Mil besitos con cariño y feliz noche ♥

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  4. Desde luego tu pluma en crear historias es exquisita mi querida Alma.
    Besos y feliz día preciosa

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  5. Gracias... gracias a todas, de verdad. Y un gracias enorme y especial a ti Gin por tanto y tanto trabajo que te tomas, de verdad.

    Besotes a todas y cada una.

    (Estoy fuera y comentar a veces me resulta complicado, no siempre tengo conexión... tenganme un poco de paciencia y perdonen si se me pasa alguna entrada... smu@ckssssssssssssssssssssssss!)

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    1. Nada que perdonar, preciosa, al contrario. Inmensamente agradecida por tus bellísimas participaciones, por tu amistad y cariño, siempre.
      Yo estaré un tiempecito alejada de estos lares. Tengo un proyecto entre manos, que deseo y necesito terminar para que vea la luz. Además de algunas cosas personales que, también, requieren de mi tiempo y mi atención. Pero de vez en cuando me iré asomando en silencio, para saberos y sentiros; me es imposible desvincularme del todo de vosotros.
      Abrazos y cariños enormes, mi queridísima Alma!💙

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  6. Para empezar he de decirte que me encantó el nombre que le diste a la hija de la protagonista, como disfruté imaginándome ese rincón que tenía en el desván que imagino sería el rincón de sus sueños.
    ¡Qué bonito todo!

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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin