Lo primero que vio al despertarse fue al pirata, que miraba
a través de las vidrieras absorto en sus propios pensamientos; tenía la frente
y el antebrazo derecho apoyados en una de las ventanas, y sus ojos se perdían
más allá del océano.
La mujer decidió quedarse muy quieta, respirando
acompasadamente para que pensase que aún seguía dormida, y recordó en cómo
había cambiado su vida en los últimos meses. Cómo había intercambiado sus
vestidos por los pantalones, su casa por su barco, y su corazón por... el de
él. ¡Y todo para recuperar un mapa y una brújula!
El capitán se había puesto los pantalones y llevaba la
camisa desabrochada y arremangada hasta los codos, cuya tela brillaba por los
destellos del sol que atravesaban los cristales. Despeinado y los músculos
relajados, parecía que por fin había hallado la paz que tanto necesitaba. Se
alcanzaba a ver parte de su pecho y el contorno de sus abdominales. También, si
mirabas con atención, se podía ver el hueco de su cadera izquierda. Su respiración
creaba nubecitas de vaho que empañaban el cristal, pero no parecía darse cuenta
de ello. Las nubes crecían cuando espiraba y se hacían pequeñas cuando
inspiraba. Después volvían a crecer. Y con una nueva inspiración empequeñecían.
Daba la sensación de que se había dormido de pie y con los ojos abiertos. El
brazo izquierdo colgaba sin fuerza en su costado y su espalda estaba levemente
inclinada hacia delante, estirando la tela encima de su piel como si fuera su
propia piel.
La mujer quería saber en qué estaba pensando, y ya no
aguantaba más haciéndose la dormida, así que se levantó, sin importarle su
desnudez. Él volvió la cabeza de golpe para mirarla en cuanto oyó el roce con
las sábanas. Sonrió, y sus ojos lo dijeron todo sin que hicieran falta las
palabras. Esos ojos la adoraban, la envolvían con dulzura y al mismo tiempo
daban la sensación de que querían devorarla. Alzó el brazo izquierdo, sin mover
el derecho de la cristalera, y le rodeó la cintura cuando apenas los separaba
medio metro. La empujó contra su cuerpo y apoyó la frente contra su frente.
Estaba fría, pero su aliento quemaba. Ella colocó una mano en la ventana para
guardar el equilibrio.
Se besaron lentamente, entornando los ojos. Parecía que los
besos estaban hechos de luz...
¿En qué estabas pensando? Inquirió una de las veces que se
separaron para recuperar la respiración.
En la libertad.
Sus ojos azules se abrieron, sorprendidos.
¿Y eso?
Pensaba en cómo nos hacen creer que somos libres, por
ejemplo desencadenándonos o sacándonos de una jaula, cuando lo cierto es que la
libertad no está fuera, sino dentro de nosotros. La libertad es un sentimiento.
¿Y ahora te sientes libre?
El pirata sonrió.
¿Contigo? Siempre.
Relato perteneciente a la propuesta "Del Cielo Y La Tierra"
Sentimientos , libertad , amor , pasión cada una de ellas son las palabras que rigen nuestras vidas ..cada una de ellas más bella ..
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día.
Libertad es lo que siento cuando leo vuestros comentarios.
EliminarMil gracias, Campirela
un besazo amiga
Te leí en tu sitio, creo, o aquí dos veces, a saber, y me queda el mismo regusto. la libertad en entregarse a otro es también la libertad de elección.
ResponderEliminarUn placer, siempre
Un beso enorme.
Sí, me leíste y comentaste también en el blog, Mag ;)
ResponderEliminarSin duda ser libre es tener la capacidad de elección.
Un besazo