ÉRASE UNA VEZ QUE SE ERA...
que la palabra dejó de ser tinta
para ser revoloteo
en la yema de los dedos...

Y las letras fueron hiedras;
frondosas lianas tocando el cielo.
Fueron primavera floreciendo;

... y apareciste tú...
tú,
que ahora nos lees...

Y se enredaron nuestros verbos,
nuestros puntos y comas,
se engarzaron nuestras manos
cincelando sentires y cantos.

Entre líneas surcamos
corazón al mando; timón
de este barco...

©Ginebra Blonde

Participantes y textos de la convocatoria de octubre: "Mosaico"

Campirela/ Nuria de Espinosa/ Auroratris/ Gustab/
Susana/ María/ Marifelita/ Dulce/ Chema/ Lady_P/
Tracy/ Dafne SinedieGinebra Blonde.  

sábado, 30 de junio de 2018



La imponente imagen de un León en el llamador le causó cierta intimidación, pero ya había tomado la decisión de llegar hasta allí y no era el momento de dar paso atrás. Fue cuando la puerta se entreabrió como por arte de magia, solo necesitó empujarla para cruzar el umbral hacia la sorpresa.

Se encontró ante ella con un elegante salón de amplias ventanas, un piano de cola en un costado y un camino regado de pétalos cautivaron su atención, parecían invitarla a recorrer ese sendero y así se dispuso a hacerlo. Unos pasos más allá otra puerta que daba hacia una habitación iluminada tenuemente con velas, sobre la cama una nota que decía: "Si has llegado hasta aquí es porque estas dispuesta a jugar. Sigue mis órdenes, ponte el atuendo que he dejado y espera pacientemente."

Despojada de temores se atrevió a seguir adelante, se desnudó en el cuarto y se vistió con la fina lencería que él había dejado preparada, más una venda para los ojos que ató sin demora tras su cabeza. Se recostó sobre la cama sintiendo que alguien la observaba, su respiración se volvió más agitada, y un sobresalto la estremeció cuando escuchó unos pasos venir hacia ella. Y lo oyó más cerca decirle: "No temas, sé que has esperado este momento."

Esa frase bastó para que ella se sintiera segura, suspiró sin poder contener lo que le provocaba y se dejó en sus manos, la desnudó lentamente al tiempo que la recorría con besos y caricias. Su cuerpo se retorcía sobre la cama al sentir como sus manos la elevaban en sensaciones tan deseadas. Oía, olía, sin verlo siquiera, pero recordaba esa intimidante mirada en la cafetería, en ese momento la boca de él tomaba posesión de sus pechos y ella gemía sintiendo como sus labios bajaban lentamente por su piel hasta donde ya era fuego y agua a la vez. La noche apenas comenzaba.

Al llegar la mañana despertó a solas, miro a su alrededor, recorrió la casa pero él ya no estaba, miró su reloj, llegaba tarde al trabajo, y salió prontamente de la casa.

No pudo quitárselo de los pensamientos y de lo que su cuerpo sentía. Lo vio entrar a la cafetería como cada mañana, su mirada se clavó en ella que le sirvió el té acostumbrado sin decir nada, solo hablaban las miradas y los gestos. Al irse volvió a dejarle una nota: "Te espero nuevamente esta noche, esta vez ve al salón de juegos"...
©Dulce

Relato perteneciente a la propuesta "Entra"










Cada mañana, al comenzar la rutina diaria, a Él le gustaba dejarle una rosa sobre la almohada antes de salir rumbo al trabajo. Así Ella sentía al despertar ese aroma que tanto le evocaba sin saber el motivo, por alguna razón el aroma de las rosas le hacía viajar.

Y así también viajaba a diario tomando el tren que la llevaba a las afueras de la ciudad. El trayecto se extendía por un par de horas, por lo que en más de una ocasión el sueño la envolvía y terminaba por rendirla antes de llegar a su destino.

Fue lo que sucedió aquel día, sobresaltada abrió los ojos y lo vio sentado en frente, llevaba un sombrero de copa y una rosa en las manos, levantó la mirada y al verla tan sorprendida le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa con amabilidad sin entender aún el por qué le resultaba tan familiar esa mirada.

Trató de disimular su nerviosismo ante aquel caballero que solo quitaba la vista del libro que leía para posarla sobre ella. Al esquivar esa penetrante mirada fue que se dio cuenta de que el desconocido llevaba una antigua cámara fotográfica. Ella apasionada por la fotografía sabía reconocer un modelo de hace tantos años atrás.

De pronto todo se oscureció, al momento de atravesar un túnel, el tren pareció agitarse sobre los rieles fuertemente, ella cerró los ojos ante ese repentino movimiento. Al abrirlos el vagón se iluminó por la luz del radiante día, volvió a mirar al asiento frente a ella, pero ya no había nadie, el elegante hombre ya no estaba allí. No obstante había dejado olvidado su libro y la rosa. Ella la cogió aspirando su fragancia y leyó el título sobre la tapa del libro: "Amores de otras vidas".

El tren se detuvo, bajó del vagón y Él que estaba esperándola en la estación, le tomó una fotografía al instante de bajar, fue cuando lo notó y preguntó: "¿De dónde has sacado esa cámara?", "Acabo de comprarla en una tienda de antigüedades. Es para ti".

Entonces se sonrieron mutuamente con el brillo eterno en las miradas.
©Dulce

Relato perteneciente a la propuesta "Silencio, Se Rueda"









RETROSPECCIÓN


Jamás olvidaría aquella frase, menos ahora que así había acontecido.

En ese momento recordó el primer día en que lo vio, la primera taza de té y retrocedió en el tiempo...

Volvió a abrir los ojos, esta vez apenas un parpadeo, uno más entre tantos mientras el revolver se deslizaba desde su boca hasta su vientre. Las manos casi inmovilizadas por las esposas que sujetaban sus muñecas, porque así lo había consentido desde el instante en que se entregó a su juego. Un juego excitante que disfrutaba con cada orgasmo consumado al descubrir nuevas experiencias más allá de los límites.

De pronto sus pupilas se dilataron al sentir la cera caer sobre su cuerpo, él repartía con sapiencia gotas candentes desde la vela y las templaba con besos que le hacían estremecer. Y ella podía ver a través de su antifaz la perversión reflejada en su mirada. Esa mirada que la cautivó desde la primera vez.

Acto seguido la llevó a la cama y cogió una piruleta que puso en su boca, ella la chupó lentamente al tiempo que esbozaba una sonrisa. Luego, untada de su saliva, la frotó sobre sus pezones provocándole un escalofrío que la recorrió completamente. Era el inicio de lo que tenía preparado para ella.

Así fue como se dirigió al esperado encuentro, esta vez con más certezas que interrogantes al recordar la vez anterior. Ya conocía el lugar, ese llamador intimidante y el camino a recorrer dentro de la casa. Quitó la llave de su cuello para abrir la puerta señalada. Allí él la esperaba pacientemente y luciendo un antifaz que lo hacía ver aún más misterioso. Sin demora se dirigió a ella y la besó sin mediar palabras. Sus manos eran expertas despojándola de la ropa y creando caricias que alentaban la incipiente excitación que la acompañaba.

Los nervios y el ansia de volver a encontrase con él solo aumentaban su deseo más y más. Sobre todo desde que vio su mensaje en el teléfono recordándole la nueva cita

Tras terminar el turno y llegar a casa preparó la bañera casi como un ritual, así como cada prenda elegida para la ocasión, pensando en provocarle una grata sorpresa. También colgó la llave en cruz en su cuello, en tanto pasaba por ella las yemas de los dedos imaginando tantas escenas por venir.

Fue precisamente a la mañana siguiente cuando lo vio llegar en su moto, siempre de elegante traje para tomar el té acostumbrado y dejarle la nota junto a la llave que la conduciría al cuarto de juegos. La llave tenía forma de cruz y la nota incluía una intrigante frase: “Los grandes sucesos dependen de incidentes pequeños” Demóstenes.
©Dulce


Relato perteneciente a la propuesta "Citas Y Sueños"









LUJURIA

No era una monja, ni comulgaba con religiones, era una enfermera acostumbrada a lidiar con jeringuillas, tijeras, escalpelos, sin embargo en la intimidad de su cuerpo parecía residir el mismo averno.

Él a veces chofer, otras detective, tantas cosas más, finalmente había encontrado su vocación, pero a la vez, también la perdición en ella.

Se conocieron en clases de latín antiguo y desde entonces, cada encuentro furtivo se asemejaba a un rito.

"Fac me tibi" le decía incitándolo, mientras él la ataba firme con las cuerdas que la extendían de extremo a extremo. Así sentía que ardía crucificada, agitándose casi como una bruja poseída. Arqueaba su espalda, cuando lo sentía hundirse profundo y arrebatarle como una necesidad cada gemido. " Demisit mea daemones ". Gemidos que eran un látigo en los oídos de quien los provocaba.

Él olvidaba sus votos, empapado de sudor, persistente, solo quería sentir el infierno dentro de ella y se quemaba de la misma manera tocado por sus llamas. " Fiat voluntas tua ".

Y como una señal de liberación, de sus labios color fresa brotaba en un orgasmo la confesión; "he pecado..." Él, jadeante, desmoronándose sobre ella replicaba casi sin aliento: "Peccavimus".
©Dulce

Relato perteneciente a la propuesta "Pasad Pecadores"









EL CASTILLO


Si aún de lejos el castillo lucía imponente, estar ante la puerta principal causaba un escalofrío que recorría el cuerpo, afortunadamente la maleta era liviana, ya que subir la colina tomaba varios minutos y era imposible llegar en coche.

Antes de llamar a la puerta miré la tarjeta de invitación, no llevaba remitente, solo señalaba el lugar y la fecha. Entonces toqué.

La puerta se abrió, extrañamente un helado viento corría desde dentro hacia afuera, me asomé y entré esperando encontrar a alguien más. Una vez dentro escudriñé el lugar con la mirada, lleno de antigüedades, cuadros de retratos, candelabros y esa escalera que invitaba a subir. Algo parecía llamarme, no sé el qué?.

Subí cuidadosamente cada peldaño, tanto silencio solo hacía que mis pasos resonaran por todo el castillo, así llegué a una doble puerta, que no pude resistir a abrir.

Al hacerlo, ante mi sorpresa, me encontré con el resto de invitados charlando amenamente, sin embargo ningún rostro me era familiar, aunque ellos me saludaron amistosamente. Una mujer joven y atractiva se acercó y me ofreció una copa de vino, acepté y decidí dejar las dudas para unirme al aparente festejo.

Todos parecían ser viejos conocidos entre sí, las risas abundaban, comencé a tomarles fotos a los invitados,  hasta que un grito llenó la estancia e interrumpió el bullicio, todos fuimos tras el sonido encontrándonos con un cuerpo de un hombre tirado en la cocina, a pesar de su pálido semblante parecía tener pulso todavía.

De pronto las luces se apagaron, el murmullo cesó a mi alrededor, encendí la linterna que oportunamente tenía en mi bolsillo, alumbré con ella y comprobé que volvía a estar solo y ahora además a oscuras. El cuerpo de aquel hombre ya no estaba.

A pesar del temor que ya se apoderaba de mí, me propuse recorrer el castillo, tratando tal vez de encontrar al desconocido anfitrión. Desde una habitación en ese largo pasillo provenían sonidos extraños, sin embargo la puerta estaba cerrada con llave. Traté de forzarla sin lograr que cediera. Pegué mi oído a la puerta. Qué era aquello? una aguda queja lastimera que poco a poco se fue apagando. Preferí no indagar más y seguí caminando.

La última puerta parecía tener una energía particular, el haz de luz roja potente que emanaba desde ella hacía imposible mantener la mirada. Esta sí parecía estar abierta y ya estaba decidido a entrar, pero antes de girar el pomo recibí un fuerte golpe en la cabeza que me dejó inconsciente.

Desperté por la mañana en una cama dentro de otra habitación, aún sentía el dolor en mi nuca. Incorporándome miré al costado y sobre el velador había una botella de aquel vino y la cámara de fotos, los invitados deberían estar retratados allí, pensé, y comencé a mirarlas, siendo grande mi extrañeza al notar que nadie aparecía en ellas, solo las telas blancas cubriendo los muebles, telarañas, polvo. El castillo carecía del brillo que había presenciado al llegar.
Todavía incrédulo cogí la maleta y decidí dejar el lugar lo antes posible.

©Dulce

Relato perteneciente a la propuesta "Un Evento Inesperado"









ATRAPASUEÑOS

Un beso de buen augurio
precede al viaje hacia los sueños,
farolillo que alumbra el sendero
alejando pesadillas y miedos.
Para encontrarnos
del otro lado del espejo
donde los cuentos
se vuelven verdaderos.
Porque no existe tiempo
para la locura de soñar,
para mecerse en el columpio
de las infinitas fantasías.
Duerme, duerme pequeña
abrazada a tu oso de peluche
que volaremos en esta aventura
de atrapar sueños como sonrisas.

©Dulce

Poema perteneciente a la propuesta "Atrapasueños"









TENTACIONES

La Biblioteca siempre era un lugar dentro de la abadía donde solía pasar un momento a diario, alejado de los deberes y liberando su mente. Era un hombre metódico, culto, le gustaba sentir en sus manos las hojas suaves, otras veces ásperas y aspirar el aroma distinto de los libros. Disfrutaba de la lectura, de cada historia que lo llevara más allá de esas paredes.

Aunque pensaba que no había libro allí que ya no hubiese leído, igualmente recorría las estanterías intentando hallar en ese lugar aún la sorpresa. Fue así que fijó sus ojos en un pequeño libro de cubierta dorada. Estiró su mano y lo cogió soplando sobre la tapa, quitando el polvo acumulado sobre ella. "Tentaciones", era el título inscrito sobre esa dorada cubierta.

Buscó una mesa algo apartada y abrió el libro de hojas amarillentas, pero decorado finamente a mano, dibujos de demonios, escenas sexuales, orgías, que no pudo evitar mirar al cielo y pedir perdón a Dios por poner su atención sobre tales manifiestos. Sin embargo, su curiosidad podía más, sus ansias de conocimiento era lo que finalmente lo tenían allí.

Llevado por el azar abrió una página cualquiera y procedió a leer:

"Era la manzana ofrecida abiertamente con todo su dulce veneno, de sangre caliente como el averno. Y a su lado reptaba ella con toda su sapiencia en el arte de seducir y de llevar al abismo de la tentación. Así probó del bendito fruto de su vientre y con ella la madre de todas las lujurias, juntas formaban un secreto vínculo, nombrarlas era descubrirlas tan iguales, tan distintas, pero el mismo fuego las consumía cuando se derretían al unísono en perfecta sincronía ante un mismo cuerpo al cual se prodigaban con esmero..."

Tras leer, solo pudo tomar su cruz que llevaba colgada al cuello y volver a mirar al cielo, cerró el libro con cierta agitación y lo devolvió a la estantería. Al retirarse exclamó en voz baja: No puedo más; necesito huir…

©Dulce

Relato perteneciente a la propuesta "Tentación (es)"


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Gracias por tu visita y tu compañía... ©Gin

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